En anterior comentario llamé la atención sobre tres sorpresas que encontré en la cartelera de espectáculos de fin de semana en la otrora capital del virreinato del Perú. Ahí el Teatro Británico se atreve a mostrar, con éxito de público y de críticas, un peculiar melodrama sobre homosexualidad y transexualidad en la sociedad limeña (Al pie del Támesis, de Mario Vargas Llosa), mientras el grupo Cuatrotablas reivindica la cultura sincrética peruana, lograda con los aportes del aborigen y el colono (Arguedas, los ríos profundos), y el Yuyachkani usa a una figura emblemática como lo es Yma Sumac ("Que linda", su traducción) y exhibe su estrujante espectáculo El último ensayo, estremecedora parodia sobre el reconocimiento de un país a una diva legendaria, cuya vida ha transcurrido paralela al siglo XX. Una parodia que no se hace por evocación u homenaje, sino para confrontar personajes y hechos del pasado con el presente y lo que pueda emerger de todo eso.
Utilizaron, pues, el hecho que la soprano “Qué linda”, con casi 86 años de laboriosa vida artística, dentro y fuera del Perú, gracias a su extraordinaria voz y la exaltación de “un folclore de exportación”, haya retornado hace dos años a Lima para recibir una condecoración y otros honores del Gobierno nacional.Una vez, la historia ayuda al creador teatral.
No está por demás reiterar que Yuyachkani (“Estoy recordando”, en castellano) es una institución vanguardista del teatro limeño, con no menos de 37 años de labores incesantes en medio de convulsos cambios sociopolíticos locales y continentales, a quienes nadie les ha impedido formular y aplicar su propia estética erigida sobre prédicas de Eugenio Barba y Jerzy Grotowski, así como también lo hace el Cuatrotablas, pero dándole una patina de autenticidad peruana. O sea que no se quedaron únicamente en lo aprendido, sino que recrearon desde lo enseñado hasta obtener lenguaje y estilo propio, donde el tiempo y el espacio de la representación es clave para degustar el producto escénico.
Esos detalles, del regreso y la internacional vida artística de “Qué linda”, además de ser descendiente del inca Atahualpa, fueron tomados por la gente del Yuyachkani para El último ensayo, que no es una reconstrucción biográfica ni periodística de los sucesos de la inspiración, sino una creación total o “una ceremonia de reconocimiento, en la medida que reconocer significa no sólo dar testimonio de una admiración, sino conocer (y en esa medida, conocernos) de nuevo”.
Y esta es la ocasión para referirnos a la conceptualización que los miembros del Yuyachkani hacen sobre la globalidad del método o trabajo aplicado hasta obtener el espectáculo que someten estoicamente a su audiencia, sin temer que se molesten porque se haga antropología directa. Para ellos está claro que en el Perú de principios del siglo XXI, la centuria pasada “no es solamente un horizonte retrospectivo, sino un fermento inquieto a través del cual podemos reconocer, con extrañeza, el paso del tiempo y el peso de los cambios”.
Y esta confesión la materializan en El ultimo ensayo, donde el presente se remonta a los paraderos de la memoria, como acota Peter Elmore, al tiempo que el pasado se proyecta proféticamente hacia sus desenlaces, ya que el trafico o “el transito de la historia se dirige en más de un sentido y las metas alcanzadas se convierte, inexorablemente, en nuevos puntos de vista” .Y eso lo materializan con una backproyection integrada por fotogramas de personajes y sucesos históricos, donde, como es natural, la violencia y el terrorismo se alternan con caras conocidas de la política partidista. En síntesis, esa evocación sobre Ima Sumac permite recordar lo que pasó en Perú mientras desarrollaba su triunfal carrera que la llevó a Hollywood, entre otros lugares del show business.
Se trata, púes, de otra creación colectiva del grupo donde intervinieron, de especial manera, los actores Augusto Casafranca, Ana y Débora Correa, Amiel Cayo, Julián y Teresa Ralli, dirigidos por Miguel Rubio Zapata.
Aprender de todos ellos su metodología artística y ahondar en las bases de su capacidad de resistencia, sería muy interesante para las agrupaciones venezolanas que en estos tiempos no saben como afrontar los cambios sociales y se están quedando atrás, en casi todo.
Utilizaron, pues, el hecho que la soprano “Qué linda”, con casi 86 años de laboriosa vida artística, dentro y fuera del Perú, gracias a su extraordinaria voz y la exaltación de “un folclore de exportación”, haya retornado hace dos años a Lima para recibir una condecoración y otros honores del Gobierno nacional.Una vez, la historia ayuda al creador teatral.
No está por demás reiterar que Yuyachkani (“Estoy recordando”, en castellano) es una institución vanguardista del teatro limeño, con no menos de 37 años de labores incesantes en medio de convulsos cambios sociopolíticos locales y continentales, a quienes nadie les ha impedido formular y aplicar su propia estética erigida sobre prédicas de Eugenio Barba y Jerzy Grotowski, así como también lo hace el Cuatrotablas, pero dándole una patina de autenticidad peruana. O sea que no se quedaron únicamente en lo aprendido, sino que recrearon desde lo enseñado hasta obtener lenguaje y estilo propio, donde el tiempo y el espacio de la representación es clave para degustar el producto escénico.
Esos detalles, del regreso y la internacional vida artística de “Qué linda”, además de ser descendiente del inca Atahualpa, fueron tomados por la gente del Yuyachkani para El último ensayo, que no es una reconstrucción biográfica ni periodística de los sucesos de la inspiración, sino una creación total o “una ceremonia de reconocimiento, en la medida que reconocer significa no sólo dar testimonio de una admiración, sino conocer (y en esa medida, conocernos) de nuevo”.
Y esta es la ocasión para referirnos a la conceptualización que los miembros del Yuyachkani hacen sobre la globalidad del método o trabajo aplicado hasta obtener el espectáculo que someten estoicamente a su audiencia, sin temer que se molesten porque se haga antropología directa. Para ellos está claro que en el Perú de principios del siglo XXI, la centuria pasada “no es solamente un horizonte retrospectivo, sino un fermento inquieto a través del cual podemos reconocer, con extrañeza, el paso del tiempo y el peso de los cambios”.
Y esta confesión la materializan en El ultimo ensayo, donde el presente se remonta a los paraderos de la memoria, como acota Peter Elmore, al tiempo que el pasado se proyecta proféticamente hacia sus desenlaces, ya que el trafico o “el transito de la historia se dirige en más de un sentido y las metas alcanzadas se convierte, inexorablemente, en nuevos puntos de vista” .Y eso lo materializan con una backproyection integrada por fotogramas de personajes y sucesos históricos, donde, como es natural, la violencia y el terrorismo se alternan con caras conocidas de la política partidista. En síntesis, esa evocación sobre Ima Sumac permite recordar lo que pasó en Perú mientras desarrollaba su triunfal carrera que la llevó a Hollywood, entre otros lugares del show business.
Se trata, púes, de otra creación colectiva del grupo donde intervinieron, de especial manera, los actores Augusto Casafranca, Ana y Débora Correa, Amiel Cayo, Julián y Teresa Ralli, dirigidos por Miguel Rubio Zapata.
Aprender de todos ellos su metodología artística y ahondar en las bases de su capacidad de resistencia, sería muy interesante para las agrupaciones venezolanas que en estos tiempos no saben como afrontar los cambios sociales y se están quedando atrás, en casi todo.
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