Prosigue en el Teatro San Martín la segunda tanda del proyecto internacional “Padre: Obras José” con las obras El testamento de José (Luis Mario Moncada, México), La rosa mística (Patricia Suárez, Argentina) y Notará que llevo un arma (Gustavo Ott, Venezuela).
Este interesante evento, destinado a mostrar en la escena un conjunto de diversas reflexiones sobre el progenitor y su accionar en las diversas comunidades latinoamericanas, o sea el papá desde todas las aristas, géneros y técnicas posibles, hizo su grata primera entrega en junio de 2007 con las piezas del colombiano Victor Viviescas (Los adioses de José), el boricua Roberto Ramos Perea (Cenizas vivas), el argentino Ricardo Halac (Papá poeta) y el venezolano Elio Palencia (El que te cogió y se fue).
Para la escenificación de la segunda etapa se dispuso de las profesionales actuaciones de los venezolanos Luis Domingo González, David Villegas, José Gregorio Martínez y Jennifer Morales y la argentina Susana Varela, dirigidos por el mexicano Marco Vieyra.
Moncada, en El testamento de José, denuncia el poder omnímodo de un padre que deshereda a uno de sus hijos por tener una “conducta sexual diferente”, pero que es incapaz de castigar a la esposa adúltera y además reitera su misoginia al entregar todos sus bienes al yerno y dejar a la hija sometida. ¡Nada nuevo bajo el sol con ese argumento calcado de sosa telenovela!
La rosa mística, de Suárez, pone el dedo en la llaga de las creencias mítico-religiosas arraigadas en los sectores sociales marginales de Sudamérica, donde la susodicha fe no tiene parangón sino con esas etapas nunca superadas de la Edad Media. Ahí, el progenitor prácticamente enloquece porque asegura que vio llorar a una imagen de la Virgen María. ¡Merece que la autora profundice en la exposición y el conflicto de su obra!
Y con la de fondo, Notará que llevo un arma, la de Ott, pues habrá que esperar hasta que este prolífico dramaturgo vernáculo la rescriba, como es su estilo, ya que ahí hay bisexualidad, homosexualidad e incesto. Es una pieza centrada en la sexualidad erótica, desde lo común y silvestre hasta conductas refinadas, por así decirlo. Es la obra más audaz de todas las exhibidas hasta ahora y la que más se acerca a los tiempos actuales, especialmente después de lo ocurrido en Austria, donde un papá secuestró a su hija de 18 años y cohabitó con ella a lo largo de 24 y además le engendró siete hijos.
Este interesante evento, destinado a mostrar en la escena un conjunto de diversas reflexiones sobre el progenitor y su accionar en las diversas comunidades latinoamericanas, o sea el papá desde todas las aristas, géneros y técnicas posibles, hizo su grata primera entrega en junio de 2007 con las piezas del colombiano Victor Viviescas (Los adioses de José), el boricua Roberto Ramos Perea (Cenizas vivas), el argentino Ricardo Halac (Papá poeta) y el venezolano Elio Palencia (El que te cogió y se fue).
Para la escenificación de la segunda etapa se dispuso de las profesionales actuaciones de los venezolanos Luis Domingo González, David Villegas, José Gregorio Martínez y Jennifer Morales y la argentina Susana Varela, dirigidos por el mexicano Marco Vieyra.
Moncada, en El testamento de José, denuncia el poder omnímodo de un padre que deshereda a uno de sus hijos por tener una “conducta sexual diferente”, pero que es incapaz de castigar a la esposa adúltera y además reitera su misoginia al entregar todos sus bienes al yerno y dejar a la hija sometida. ¡Nada nuevo bajo el sol con ese argumento calcado de sosa telenovela!
La rosa mística, de Suárez, pone el dedo en la llaga de las creencias mítico-religiosas arraigadas en los sectores sociales marginales de Sudamérica, donde la susodicha fe no tiene parangón sino con esas etapas nunca superadas de la Edad Media. Ahí, el progenitor prácticamente enloquece porque asegura que vio llorar a una imagen de la Virgen María. ¡Merece que la autora profundice en la exposición y el conflicto de su obra!
Y con la de fondo, Notará que llevo un arma, la de Ott, pues habrá que esperar hasta que este prolífico dramaturgo vernáculo la rescriba, como es su estilo, ya que ahí hay bisexualidad, homosexualidad e incesto. Es una pieza centrada en la sexualidad erótica, desde lo común y silvestre hasta conductas refinadas, por así decirlo. Es la obra más audaz de todas las exhibidas hasta ahora y la que más se acerca a los tiempos actuales, especialmente después de lo ocurrido en Austria, donde un papá secuestró a su hija de 18 años y cohabitó con ella a lo largo de 24 y además le engendró siete hijos.
¡Es otra prueba de que la realidad siempre será superior a la ficción literaria o teatral, aunque los griegos no dejaron mucho para los escritores contemporáneos!
La puesta en escena de las piezas fue desatinada. Vieyra utilizó un espacio escénico bifrontal sobre el escenario del San Martin y además colocó espectadores en el patio de butacas. Sólo vimos los traseros de actores y actrices, porque el puestista no resolvió ese inconveniente tan elemental originado con la bifrontalidad. Las actuaciones, apreciadas a medias, satisfacen, aunque el espectáculo global resultó deplorable.
La puesta en escena de las piezas fue desatinada. Vieyra utilizó un espacio escénico bifrontal sobre el escenario del San Martin y además colocó espectadores en el patio de butacas. Sólo vimos los traseros de actores y actrices, porque el puestista no resolvió ese inconveniente tan elemental originado con la bifrontalidad. Las actuaciones, apreciadas a medias, satisfacen, aunque el espectáculo global resultó deplorable.
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