Fue aventado de la Universidad Central de Venezuela por efectos y defectos de aquel mayo francés de 1968, hábilmente sazonados con las rencillas de la izquierda criolla. Así el Teatro Universitario (TU) perdió a Nicolás Curiel, su máximo esteta y nunca más esa institución logró recuperarse, pero ya él había logrado incendiar la bucólica pradera de las artes escénicas criollas, generando un positivo movimiento crítico entre la audiencia y aupando a las nuevas generaciones de actores, actrices, escritores y técnicos que ahí se formaron y se multiplicaron, como José Ignacio Cabrujas, Gustavo Rodríguez, María Cristina Lozada, Herman Lejter, Alberto Sánchez y Eduardo Gil, entre otros.
En la saga del TU, que arrancó en la década de los 40 (existe un valioso aporte historiográfico dejado por Erubí Cabrera), se recuerda como Don Juan Tenorio, de José Zorrilla, estrenado a las nueve de la noche del martes 9 de abril de 1957, en el Aula Magna, relanzó a ese Teatro Universitario de la UCV, lo cual se conocería después como la “era Curiel”. Con ese montaje se hicieron cinco funciones a sala llena, pero su debut se transformó en un gran mitin, donde, entre los casi tres mil espectadores, estaban agazapados unos o maquillados otros, destacados lideres de la resistencia contra el régimen del general Marcos Pérez Jiménez. ¡Arte contra el poder!
Tenía seis meses tratando de mostrar su espectáculo, pero el coronel Damián, que era quien maneja la seguridad de la UCV, no lo autorizaba ante los serios problemas políticos que estaban desmoronando la dictadura. Le pusieron miles de trabas para impedir que se escenificara. Hasta que se hizo y la oposición lo convirtió en un mitin extraordinario de rechazo a la tiranía. Era una creación, desprovista de su religiosidad característica, que se convirtió en denuncia del abuso del poder, por lo cual el público coreaba “Ve-ne-zue-la” cada vez que la heroína era estrujada por el odioso comendador.
Con ese montaje se fue de gira al interior, tras lo cual el hijo mayor de Humberto y Carmen Acosta de Curiel impuso al TU no sólo en la geografía nacional sino que logró cruzar fronteras, mereciendo positivos titulares de prensa que reivindicaron al teatro criollo. ¡La cultura concede victorias sin sangre y sin pólvora!
Ese teatrero, nacido en el 23 de abril de 1928, el progenitor de los cineastas Sergio y Miguel Curiel, identificado con la cédula 249.058, realizó 40 montajes con el TU. Con su versión escénica de Los siete pecados capitales, basada en textos de Bertold Brecht y Kurt Weill, marcó su retirada hacia delante.
Nicolás Curiel, a sus 8O años de activa vida, todavía no se ha jubilado, porque los teatreros como él únicamente hacen el mutis para “algo definitivo”. Se gana la vida como profesor en la Escuela de Artes de la UCV y hasta ha retornado al TU del siglo XXI para ayudarlo a superar “una crisis interna” y poner en la mejor orbita estética a los interesados en el viejo arte de Tespis.
En la saga del TU, que arrancó en la década de los 40 (existe un valioso aporte historiográfico dejado por Erubí Cabrera), se recuerda como Don Juan Tenorio, de José Zorrilla, estrenado a las nueve de la noche del martes 9 de abril de 1957, en el Aula Magna, relanzó a ese Teatro Universitario de la UCV, lo cual se conocería después como la “era Curiel”. Con ese montaje se hicieron cinco funciones a sala llena, pero su debut se transformó en un gran mitin, donde, entre los casi tres mil espectadores, estaban agazapados unos o maquillados otros, destacados lideres de la resistencia contra el régimen del general Marcos Pérez Jiménez. ¡Arte contra el poder!
Tenía seis meses tratando de mostrar su espectáculo, pero el coronel Damián, que era quien maneja la seguridad de la UCV, no lo autorizaba ante los serios problemas políticos que estaban desmoronando la dictadura. Le pusieron miles de trabas para impedir que se escenificara. Hasta que se hizo y la oposición lo convirtió en un mitin extraordinario de rechazo a la tiranía. Era una creación, desprovista de su religiosidad característica, que se convirtió en denuncia del abuso del poder, por lo cual el público coreaba “Ve-ne-zue-la” cada vez que la heroína era estrujada por el odioso comendador.
Con ese montaje se fue de gira al interior, tras lo cual el hijo mayor de Humberto y Carmen Acosta de Curiel impuso al TU no sólo en la geografía nacional sino que logró cruzar fronteras, mereciendo positivos titulares de prensa que reivindicaron al teatro criollo. ¡La cultura concede victorias sin sangre y sin pólvora!
Ese teatrero, nacido en el 23 de abril de 1928, el progenitor de los cineastas Sergio y Miguel Curiel, identificado con la cédula 249.058, realizó 40 montajes con el TU. Con su versión escénica de Los siete pecados capitales, basada en textos de Bertold Brecht y Kurt Weill, marcó su retirada hacia delante.
Nicolás Curiel, a sus 8O años de activa vida, todavía no se ha jubilado, porque los teatreros como él únicamente hacen el mutis para “algo definitivo”. Se gana la vida como profesor en la Escuela de Artes de la UCV y hasta ha retornado al TU del siglo XXI para ayudarlo a superar “una crisis interna” y poner en la mejor orbita estética a los interesados en el viejo arte de Tespis.
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