El dramaturgo y cineasta Román Chalbaud extrajo de informaciones publicadas en “las páginas rojas” de Últimas Noticias los elementos básicos que le permitieron escribir algunas de sus piezas más famosas, como La quema de Judas (1964) y Los ángeles terribles (1966). Para ellas se inspiró, respectivamente, en las crónicas sobre el malandro aquel, infiltrado en la Policía Municipal de Caracas, que cayó abatido, misteriosamente, durante un asalto a una entidad bancaria; y, especialmente, el sonado caso del anciano detenido en un rancho de Catia porque organizaba rumbosas orgías, donde alternaba con niñas y niños menores de edad y además abusaba de unas exóticas muñecas de trapos. ¡Original teatro, hasta ahora no superado,nacido de las entretelas sociales criollas!
Recordamos esta saga menuda de las artes escénicas venezolanas, porque desde Maracay vino la agrupación Teatro del Encuentro para festejar su primera década de labores útiles en pro de la cultura de la comunidad aragüeña. Y lo han celebrado con su más reciente espectáculo La quema de Judas, que presentaron durante tres fines de semana en la sede del TET, en el sótano de la Iglesia San Pedro, en Los Chaguaramos. Y ahora piensan regresar a Caracas, después de una breve gira internacional, para exhibir, entre otros montajes, El pelicano de August Strindberg y, como es lógico, Los ángeles terribles, que están “cocinando”.
Versionada para este 2008 por Ever Garcés, La quema de Judas denuncia la corrupción en los cuerpos policiales, pero va más allá de mostrar tal o cual episodio y se adentra en los orígenes de la descomposición social, en los núcleos familiares donde los hijos se crían sin Dios y sin ley alguna. La anécdota es simple: una madre desconsolada vela el cadáver de su hijo, un agente policial muerto por los atracadores de un banco, mientras una periodista la bombardea con preguntas precisas sobre el pasado de su muchacho.
Ahí van desfilando todos los antecedentes de esa familia y sus amigos o compinches, en especial lo que hacía el occiso antes de ingresar al cuerpo se seguridad. Sí era un delincuente de poca monta que aceptó ponerse el uniforme y portar el revólver y un rolo para facilitar una serie de atracos posteriores, especialmente a las entidades bancarias, planificados por unos asaltantes adiestrados para tales fines, pero a esa delincuencia organizada le salió un rival inesperado: un grupo de guerrilleros decidió dar el golpe primero, porque necesitaban urgentes recursos económicos para su lucha reivindicativa, y por eso eliminan al hijo de la desconsolada mujer, sin saber lo que había detrás.
Román Chalbaud (Mérida, 10 de octubre de 1931) ambientó su obra en medio de una Semana Santa para que la tradicional fiesta popular de La quema de Judas, la cual se organiza para castigar al traidor apóstol que vendió a Jesús de Nazareth por 30 monedas de oro, simbolice el repudio de la sociedad al delincuente “disfrazado” de agente policial.
El espectáculo, creado y dirigido por José Jesús González, se realizó en un espacio bifrontal y transcurrió con excelente ritmo y estremecedoras imágenes, entre atmósferas de brutal realismo y refinada fantasía onírica. Consideramos que ha sido una muestra del mejor teatro contemporáneo, gracias a las actuaciones de Iliana Hernández, Jesús Utrera y Weston Liscano, entre otros.
Precisamente el director González ha dicho que “La quema de Judas es la obra de Chalbaud que mejor expone la gran problemática venezolana y latinoamericana sobre la violencia, la traición y la corrupción. Es un teatro donde el tiempo es vital por esa conexión entre pasado y presente, lo cual para un puestita es un reto; hay que establecer esa diferencia y llegar así a la piel del público. Es una obra dramatúrgicamente perfecta y con todos sus personajes afinadamente delineados”.
Al culminar la función inaugural, Chalbaud reconoció a viva voz el trabajo creativo de los teatreros maracayeros, el cual permitió contextualizar la anécdota en los tiempos que vivimos, ya que La quema de Judas no recibía un montaje profesional de tan depurada calidad desde hace décadas.
“Hay que seguir con la quemazón de los Judas, los hipócritas y los corruptos”, era el criterio unánime del autor y los espectadores en aquella función que permitió ponderar a un director ambicioso y a un elenco entregado a sus labores histriónicas.
Década valiosa
Fundado en 1998, por José Jesús González (Mendoza, Trujillo, 1975), el Teatro del Encuentro ha escenificado textos de la mejor dramaturgia latinoamericana y universal. Entre sus montajes destacan: La sombra inmensa de mis lágrimas (1999-2000), en homenaje a Federico García Lorca; Manos de poco hablar (2000); Caricias (2001); Tal vez ocurra un milagro (2001), Dos de amor (2002) con los primeros actores de Aragua, Marietta Arias e Ivor Muñoz; Plaza de toros (2003); Romeo y Julieta: Amor en tiempos violentos (2004) de William Shakespeare ; el unipersonal El fantástico viaje de Landú (2005), de narrativa infantil venezolana con el actor Weston Liscano; La quema de Judas (2006) y El pelicano de August Strindberg.
Recordamos esta saga menuda de las artes escénicas venezolanas, porque desde Maracay vino la agrupación Teatro del Encuentro para festejar su primera década de labores útiles en pro de la cultura de la comunidad aragüeña. Y lo han celebrado con su más reciente espectáculo La quema de Judas, que presentaron durante tres fines de semana en la sede del TET, en el sótano de la Iglesia San Pedro, en Los Chaguaramos. Y ahora piensan regresar a Caracas, después de una breve gira internacional, para exhibir, entre otros montajes, El pelicano de August Strindberg y, como es lógico, Los ángeles terribles, que están “cocinando”.
Versionada para este 2008 por Ever Garcés, La quema de Judas denuncia la corrupción en los cuerpos policiales, pero va más allá de mostrar tal o cual episodio y se adentra en los orígenes de la descomposición social, en los núcleos familiares donde los hijos se crían sin Dios y sin ley alguna. La anécdota es simple: una madre desconsolada vela el cadáver de su hijo, un agente policial muerto por los atracadores de un banco, mientras una periodista la bombardea con preguntas precisas sobre el pasado de su muchacho.
Ahí van desfilando todos los antecedentes de esa familia y sus amigos o compinches, en especial lo que hacía el occiso antes de ingresar al cuerpo se seguridad. Sí era un delincuente de poca monta que aceptó ponerse el uniforme y portar el revólver y un rolo para facilitar una serie de atracos posteriores, especialmente a las entidades bancarias, planificados por unos asaltantes adiestrados para tales fines, pero a esa delincuencia organizada le salió un rival inesperado: un grupo de guerrilleros decidió dar el golpe primero, porque necesitaban urgentes recursos económicos para su lucha reivindicativa, y por eso eliminan al hijo de la desconsolada mujer, sin saber lo que había detrás.
Román Chalbaud (Mérida, 10 de octubre de 1931) ambientó su obra en medio de una Semana Santa para que la tradicional fiesta popular de La quema de Judas, la cual se organiza para castigar al traidor apóstol que vendió a Jesús de Nazareth por 30 monedas de oro, simbolice el repudio de la sociedad al delincuente “disfrazado” de agente policial.
El espectáculo, creado y dirigido por José Jesús González, se realizó en un espacio bifrontal y transcurrió con excelente ritmo y estremecedoras imágenes, entre atmósferas de brutal realismo y refinada fantasía onírica. Consideramos que ha sido una muestra del mejor teatro contemporáneo, gracias a las actuaciones de Iliana Hernández, Jesús Utrera y Weston Liscano, entre otros.
Precisamente el director González ha dicho que “La quema de Judas es la obra de Chalbaud que mejor expone la gran problemática venezolana y latinoamericana sobre la violencia, la traición y la corrupción. Es un teatro donde el tiempo es vital por esa conexión entre pasado y presente, lo cual para un puestita es un reto; hay que establecer esa diferencia y llegar así a la piel del público. Es una obra dramatúrgicamente perfecta y con todos sus personajes afinadamente delineados”.
Al culminar la función inaugural, Chalbaud reconoció a viva voz el trabajo creativo de los teatreros maracayeros, el cual permitió contextualizar la anécdota en los tiempos que vivimos, ya que La quema de Judas no recibía un montaje profesional de tan depurada calidad desde hace décadas.
“Hay que seguir con la quemazón de los Judas, los hipócritas y los corruptos”, era el criterio unánime del autor y los espectadores en aquella función que permitió ponderar a un director ambicioso y a un elenco entregado a sus labores histriónicas.
Década valiosa
Fundado en 1998, por José Jesús González (Mendoza, Trujillo, 1975), el Teatro del Encuentro ha escenificado textos de la mejor dramaturgia latinoamericana y universal. Entre sus montajes destacan: La sombra inmensa de mis lágrimas (1999-2000), en homenaje a Federico García Lorca; Manos de poco hablar (2000); Caricias (2001); Tal vez ocurra un milagro (2001), Dos de amor (2002) con los primeros actores de Aragua, Marietta Arias e Ivor Muñoz; Plaza de toros (2003); Romeo y Julieta: Amor en tiempos violentos (2004) de William Shakespeare ; el unipersonal El fantástico viaje de Landú (2005), de narrativa infantil venezolana con el actor Weston Liscano; La quema de Judas (2006) y El pelicano de August Strindberg.
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