Parafraseando al príncipe Hamlet, podemos decir que algo huele a podrido en la UCV . Y lo reiteramos tras escuchar la voz de alerta y la opinión autorizada del periodista y teatrero Armando Carías. Él dice que el legendario grupo teatral El Chichón, de la Universidad Central de Venezuela, es “un cascarón vacío”. Y lo afirma, sin temblarle la voz, porque es su “padre” y lo guió durante 28 años de los 30 que tiene funcionando.
-A Nicolás Curiel, impulsor del Teatro Universitario lo sacaron de la UCV, en 1968, y desde entonces el TU perdió su rango. ¿Pasó lo mismo con El Chichón?
-El lugar común dice que los hombres y las mujeres pasan, las instituciones siguen. Esa es una verdad a medias, porque las instituciones son lo que las personas que las conforman hagan de ellas. No caeré en la soberbia de decir que El Chichón ahora no sirve porque no está Armando Carías. Pero es obvio que las cosas no son iguales… En estos momentos El Chichón es un cascarón vacío. Existe un local, un espacio físico, un nombre… ¡pero no hay alma! Un grupo de teatro se mueve, esencialmente, con energía porque, como dice Prospero, en La Tempestad, los artistas “estamos hechos con la misma materia de los sueños”.
Advierte que la actual citación no es solo responsabilidad de quienes ahora conducen al grupo. “El mayor peso de la situación por la cual atraviesa El Chichón actualmente recae sobre la institución universitaria. No es una exageración decir que la actividad cultural ucevista está en su peor momento, una Dirección de Cultura inerte y burocratizada, desconectada de los estudiantes, ausente de lo que está pasando en el país, salas que se ofertan al mejor postor, incluso el teatrino remodelado por El Chichón para sus ensayos, es ahora utilizado para dar clases de salsa casino y bailoterapia”.
Y subraya que tampoco puede entender “cómo un elenco que consolidó su prestigio con el montaje de obras críticas y reflexivas, esté llevando a escena una cosa que se llama El chichón de Don Colón, un trabajo que me produce pena ajena cada vez que alguien me pregunta cómo es posible que el grupo esté montando obras que celebran la invasión y la masacre”.
-¿Fue útil El Chichón para la comunidad?
-El Chichón no solo fue escuela, fue liceo y universidad del teatro infantil. El grupo creó y convocó a las Primeras Jornadas de Discusión sobre el Teatro Infantil y las Primeras Jornadas sobre el Cuento Infantil, eventos que reunieron a los más destacados creadores y promotores de ambos géneros. De allí surgieron sendas publicaciones que son referencia académica para el estudio del teatro y la narrativa dirigida a la niñez.
-El Chichón inauguró en Venezuela el teatro infantil político, expresión que reivindicó y asumió como la línea ideológica dentro de su trabajo. Tú vas a la biblioteca de la Escuela de Artes o del Instituto Universitario de Teatro y todas las tesis de grado sobre teatro infantil tienen a El Chichón como referencia. Más allá de eso, el número de actores, actrices, diseñadores, dramaturgos, corógrafos y promotores que han pasado por el grupo se pierde de vista.
-Eso, por hablar de teatro, pero si nos extendemos a otras actividades, nos encontraremos a cientos de ex-chichones ejerciendo como médicos, abogados, ingenieros y cualquier otra profesión. Eso también es dejar escuela, porque significa que el teatro se insertó en la vida de estas personas durante su estancia universitaria y esa es una de las funciones fundamentales de un grupo estudiantil. En una encuesta que se hizo hace unos años entre los estudiantes, el grupo más conocido en la UCV, por encima del propio Orfeón Universitario, era El Chichón.
-¿Cómo se comportó la UCV con El Chichón?
-La UCV fue una madre maravillosa para El Chichón y, en general, para todas las expresiones artísticas que en ella germinan. El “campus” creado por Carlos Raúl Villanueva es el escenario ideal para el florecimiento del arte y para el amor. En la ciudad universitaria cada rinconcito es inspirador. “La Tierra de Nadie” reúne todas las condiciones para ello. Por eso siempre está llena de enamorados. Siempre he dicho que hacia la UCV solo tengo palabras de gratitud y eso no tiene nada que ver con los encontronazos que tuve con algunos de sus caciques ni con su actual ubicación política.
-La salida suya de la UCV no es muy clara para el público.
-Mi “salida” de la UCV fue producto de muchos factores que coincidieron. El primero fue de tipo administrativo. Tras 28 años de ejercicio ininterrumpido ya estaba en tiempo de solicitar mi jubilación. Yo trabajé tres años más de lo que por ley me correspondía. Yo me quedé mucho más tiempo del que me tocaba.
-¿Por qué lo hizo?
-Esa es la otra parte de la historia. Mis últimos años en la UCV fueron muy conflictivos, los enfrentamientos con las autoridades cada vez eran más radicales. Durante el paro y las guarimbas del 2002 y 2003, tuve serios enfrentamientos por oponerme a la suspensión de actividades. Teníamos una Directora de Cultura absolutamente comprometida con el golpismo y un Rector que se reunía en su oficina con la Coordinadora Democrática. Nos cerraban las puertas para evitar que ensayáramos, nos bloqueaban la salida de escenografías y vestuarios. Teníamos que ensayar en los jardines de Medicina y nos presentábamos en el Teatro Municipal, desafiando las órdenes de esas autoridades que querían dar la impresión de una UCV paralizada. Eso me lo cobraron muy caro.
-Esa directora, cuyo nombre pasará tristemente a la historia por haber privatizado el Aula Magna, presionó para que la UCV me jubilara por oficio. Afortunadamente, salieron muchas voces a oponerse a esa medida, entre esas, la de la profesora Ocarina Castillo, quien le hizo ver al Rector, quien tenía mi dictamen de jubilación sobre su escritorio, lo insensato de una decisión de esa naturaleza. Total, golpe y paro fueron derrotados, esa directora y ese Rector se fueron por la puerta de atrás y yo me quedé en la UCV hasta que quise. Me jubilé cuando consideré que debía hacerlo.
-¿Cómo se le dice al público, que El Chichón no será lo que antes fue?
-Al público lo que tenemos que decirle es que deje de ser público y se monte en el escenario, que deje de ser espectador y se convierta en protagonista. El público del teatro infantil va creciendo y se regenera permanentemente. Los niños y las niñas que vieron a El Chichón hace 30, 20, 15 ó 10 años, hoy son jóvenes o adultos, con hijos y algunos hasta con nietos. Con frecuencia me consigo a esos chamos y me hablan de la escena de una obra que yo ni me acuerdo, que estuvieron en tal o cual montaje, que vieron a El Chichón en tal sitio. En Internet, un grupo de ex chichones abrió una página con fotos y anécdotas de la vida del grupo. Ahí me he enterado de cosas que yo ni me imaginaba.
Ni piensa ni golpea
-A la UCV voy lo menos posible y a El Chichón llamo por teléfono muy de vez en cuando. Cuando designaron a Raúl Delgado Estévez como Director de Cultura, lo llamé para saludarlo, almorzamos juntos y le expresé mi preocupación por el grupo. Ya yo no soy el director de El Chichón, ni soy empleado universitario. No tengo posibilidad de incidir en lo que hace, pero sí el derecho de decir lo que pienso. Algunas personas me han dicho que me lleve El Chichón de la UCV, mi correo está lleno de mensajes de amigos y seguidores del grupo que se sienten dolidos y frustrados al ver la actual situación. Yo les digo que en la actual Universidad Central, El Chichón que nosotros creamos y construimos no es viable. No es posible golpear ¡duro y a la cabeza! en una universidad que ni piensa ni golpea.
Pluft, el fantasmita inició todo
Armando Carías cuenta que “el nacimiento del El Chichón se remonta al año 1978, en tiempos de Elio Gómez Grillo, como Director de Cultura de la UCV y de Luís Márquez Páez, como Director del Teatro Universitario y Jefe del Departamento de Teatro y Danza de esa dependencia. Yo tenía un grupo llamado Los Carricitos, con el cual había montado mis dos primeras obras para niños y niñas: El círculo de tiza, en adaptación del chileno Eduardo Barril sobre la pieza de Brecht y El mago de Oz, una versión mía del texto de Frank Baum. Los Carricitos lo habíamos formado un grupo de amigos con intereses comunes hacia la infancia y el teatro. Ahí estaban Gisela Santana, Guillermo Díaz “Yuma”, Jaime Barres, Elías Santana y yo, entre otros. Era el año de 1973, yo venía de una gira por Sur y Centroamérica, con el director cubano Miguel Ponce, quien reclutó a un grupo de alumnos que habíamos quedado en la calle tras el inesperado cierre de la Escuela Nacional de Teatro. Lo cierto es que con Los Carricitos comenzamos a movernos y darnos a conocer. Hacíamos fugaces temporadas en las salas Rajabla, Alberto de Paz, el Teatro Flexible y en la Sala de Conciertos de la UCV. Presumo que fue en uno de estos espacios en donde alguien vio mi trabajo como director, porque un día me mandaron a llamar de parte de Gómez Grillo, quién me recibió en su oficina y me ofreció el cargo de director de Las Cuatro Tablas, que era el teatro infantil de la UCV, pues su director Eduardo Mancera había renunciado. Yo estudiaba comunicación social y trabajaba como periodista en la revista Momento. Me debatía entre las dos pasiones de toda mi vida: el teatro y el periodismo. No lo pensé mucho. Renuncié a la revista y me fui para la UCV, pero le dije a Gómez Grillo: “no me interesa dirigir un grupo que ya tiene un nombre y una personalidad. Quiero formar mi propio grupo. Él estuvo de acuerdo y así, el primero de mayo de 1978, ingreso oficialmente como “director de teatro infantil” a la UCV. Cinco meses más tarde, el 7 de octubre, debutamos en la Sala de Conciertos con la obra Pluft, el fantasmita, de María Clara Machado. Había nacido el Teatro Universitario para Niños El Chichón. Ahí estuve 28 años de los 30 que tiene ahora”.
-A Nicolás Curiel, impulsor del Teatro Universitario lo sacaron de la UCV, en 1968, y desde entonces el TU perdió su rango. ¿Pasó lo mismo con El Chichón?
-El lugar común dice que los hombres y las mujeres pasan, las instituciones siguen. Esa es una verdad a medias, porque las instituciones son lo que las personas que las conforman hagan de ellas. No caeré en la soberbia de decir que El Chichón ahora no sirve porque no está Armando Carías. Pero es obvio que las cosas no son iguales… En estos momentos El Chichón es un cascarón vacío. Existe un local, un espacio físico, un nombre… ¡pero no hay alma! Un grupo de teatro se mueve, esencialmente, con energía porque, como dice Prospero, en La Tempestad, los artistas “estamos hechos con la misma materia de los sueños”.
Advierte que la actual citación no es solo responsabilidad de quienes ahora conducen al grupo. “El mayor peso de la situación por la cual atraviesa El Chichón actualmente recae sobre la institución universitaria. No es una exageración decir que la actividad cultural ucevista está en su peor momento, una Dirección de Cultura inerte y burocratizada, desconectada de los estudiantes, ausente de lo que está pasando en el país, salas que se ofertan al mejor postor, incluso el teatrino remodelado por El Chichón para sus ensayos, es ahora utilizado para dar clases de salsa casino y bailoterapia”.
Y subraya que tampoco puede entender “cómo un elenco que consolidó su prestigio con el montaje de obras críticas y reflexivas, esté llevando a escena una cosa que se llama El chichón de Don Colón, un trabajo que me produce pena ajena cada vez que alguien me pregunta cómo es posible que el grupo esté montando obras que celebran la invasión y la masacre”.
-¿Fue útil El Chichón para la comunidad?
-El Chichón no solo fue escuela, fue liceo y universidad del teatro infantil. El grupo creó y convocó a las Primeras Jornadas de Discusión sobre el Teatro Infantil y las Primeras Jornadas sobre el Cuento Infantil, eventos que reunieron a los más destacados creadores y promotores de ambos géneros. De allí surgieron sendas publicaciones que son referencia académica para el estudio del teatro y la narrativa dirigida a la niñez.
-El Chichón inauguró en Venezuela el teatro infantil político, expresión que reivindicó y asumió como la línea ideológica dentro de su trabajo. Tú vas a la biblioteca de la Escuela de Artes o del Instituto Universitario de Teatro y todas las tesis de grado sobre teatro infantil tienen a El Chichón como referencia. Más allá de eso, el número de actores, actrices, diseñadores, dramaturgos, corógrafos y promotores que han pasado por el grupo se pierde de vista.
-Eso, por hablar de teatro, pero si nos extendemos a otras actividades, nos encontraremos a cientos de ex-chichones ejerciendo como médicos, abogados, ingenieros y cualquier otra profesión. Eso también es dejar escuela, porque significa que el teatro se insertó en la vida de estas personas durante su estancia universitaria y esa es una de las funciones fundamentales de un grupo estudiantil. En una encuesta que se hizo hace unos años entre los estudiantes, el grupo más conocido en la UCV, por encima del propio Orfeón Universitario, era El Chichón.
-¿Cómo se comportó la UCV con El Chichón?
-La UCV fue una madre maravillosa para El Chichón y, en general, para todas las expresiones artísticas que en ella germinan. El “campus” creado por Carlos Raúl Villanueva es el escenario ideal para el florecimiento del arte y para el amor. En la ciudad universitaria cada rinconcito es inspirador. “La Tierra de Nadie” reúne todas las condiciones para ello. Por eso siempre está llena de enamorados. Siempre he dicho que hacia la UCV solo tengo palabras de gratitud y eso no tiene nada que ver con los encontronazos que tuve con algunos de sus caciques ni con su actual ubicación política.
-La salida suya de la UCV no es muy clara para el público.
-Mi “salida” de la UCV fue producto de muchos factores que coincidieron. El primero fue de tipo administrativo. Tras 28 años de ejercicio ininterrumpido ya estaba en tiempo de solicitar mi jubilación. Yo trabajé tres años más de lo que por ley me correspondía. Yo me quedé mucho más tiempo del que me tocaba.
-¿Por qué lo hizo?
-Esa es la otra parte de la historia. Mis últimos años en la UCV fueron muy conflictivos, los enfrentamientos con las autoridades cada vez eran más radicales. Durante el paro y las guarimbas del 2002 y 2003, tuve serios enfrentamientos por oponerme a la suspensión de actividades. Teníamos una Directora de Cultura absolutamente comprometida con el golpismo y un Rector que se reunía en su oficina con la Coordinadora Democrática. Nos cerraban las puertas para evitar que ensayáramos, nos bloqueaban la salida de escenografías y vestuarios. Teníamos que ensayar en los jardines de Medicina y nos presentábamos en el Teatro Municipal, desafiando las órdenes de esas autoridades que querían dar la impresión de una UCV paralizada. Eso me lo cobraron muy caro.
-Esa directora, cuyo nombre pasará tristemente a la historia por haber privatizado el Aula Magna, presionó para que la UCV me jubilara por oficio. Afortunadamente, salieron muchas voces a oponerse a esa medida, entre esas, la de la profesora Ocarina Castillo, quien le hizo ver al Rector, quien tenía mi dictamen de jubilación sobre su escritorio, lo insensato de una decisión de esa naturaleza. Total, golpe y paro fueron derrotados, esa directora y ese Rector se fueron por la puerta de atrás y yo me quedé en la UCV hasta que quise. Me jubilé cuando consideré que debía hacerlo.
-¿Cómo se le dice al público, que El Chichón no será lo que antes fue?
-Al público lo que tenemos que decirle es que deje de ser público y se monte en el escenario, que deje de ser espectador y se convierta en protagonista. El público del teatro infantil va creciendo y se regenera permanentemente. Los niños y las niñas que vieron a El Chichón hace 30, 20, 15 ó 10 años, hoy son jóvenes o adultos, con hijos y algunos hasta con nietos. Con frecuencia me consigo a esos chamos y me hablan de la escena de una obra que yo ni me acuerdo, que estuvieron en tal o cual montaje, que vieron a El Chichón en tal sitio. En Internet, un grupo de ex chichones abrió una página con fotos y anécdotas de la vida del grupo. Ahí me he enterado de cosas que yo ni me imaginaba.
Ni piensa ni golpea
-A la UCV voy lo menos posible y a El Chichón llamo por teléfono muy de vez en cuando. Cuando designaron a Raúl Delgado Estévez como Director de Cultura, lo llamé para saludarlo, almorzamos juntos y le expresé mi preocupación por el grupo. Ya yo no soy el director de El Chichón, ni soy empleado universitario. No tengo posibilidad de incidir en lo que hace, pero sí el derecho de decir lo que pienso. Algunas personas me han dicho que me lleve El Chichón de la UCV, mi correo está lleno de mensajes de amigos y seguidores del grupo que se sienten dolidos y frustrados al ver la actual situación. Yo les digo que en la actual Universidad Central, El Chichón que nosotros creamos y construimos no es viable. No es posible golpear ¡duro y a la cabeza! en una universidad que ni piensa ni golpea.
Pluft, el fantasmita inició todo
Armando Carías cuenta que “el nacimiento del El Chichón se remonta al año 1978, en tiempos de Elio Gómez Grillo, como Director de Cultura de la UCV y de Luís Márquez Páez, como Director del Teatro Universitario y Jefe del Departamento de Teatro y Danza de esa dependencia. Yo tenía un grupo llamado Los Carricitos, con el cual había montado mis dos primeras obras para niños y niñas: El círculo de tiza, en adaptación del chileno Eduardo Barril sobre la pieza de Brecht y El mago de Oz, una versión mía del texto de Frank Baum. Los Carricitos lo habíamos formado un grupo de amigos con intereses comunes hacia la infancia y el teatro. Ahí estaban Gisela Santana, Guillermo Díaz “Yuma”, Jaime Barres, Elías Santana y yo, entre otros. Era el año de 1973, yo venía de una gira por Sur y Centroamérica, con el director cubano Miguel Ponce, quien reclutó a un grupo de alumnos que habíamos quedado en la calle tras el inesperado cierre de la Escuela Nacional de Teatro. Lo cierto es que con Los Carricitos comenzamos a movernos y darnos a conocer. Hacíamos fugaces temporadas en las salas Rajabla, Alberto de Paz, el Teatro Flexible y en la Sala de Conciertos de la UCV. Presumo que fue en uno de estos espacios en donde alguien vio mi trabajo como director, porque un día me mandaron a llamar de parte de Gómez Grillo, quién me recibió en su oficina y me ofreció el cargo de director de Las Cuatro Tablas, que era el teatro infantil de la UCV, pues su director Eduardo Mancera había renunciado. Yo estudiaba comunicación social y trabajaba como periodista en la revista Momento. Me debatía entre las dos pasiones de toda mi vida: el teatro y el periodismo. No lo pensé mucho. Renuncié a la revista y me fui para la UCV, pero le dije a Gómez Grillo: “no me interesa dirigir un grupo que ya tiene un nombre y una personalidad. Quiero formar mi propio grupo. Él estuvo de acuerdo y así, el primero de mayo de 1978, ingreso oficialmente como “director de teatro infantil” a la UCV. Cinco meses más tarde, el 7 de octubre, debutamos en la Sala de Conciertos con la obra Pluft, el fantasmita, de María Clara Machado. Había nacido el Teatro Universitario para Niños El Chichón. Ahí estuve 28 años de los 30 que tiene ahora”.
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