martes, octubre 28, 2008

¡Viva Chelo Rodríguez!

Alexander Hernández Pocaterra nació en Valle de la Pascua, en 1979, y creció en una familia donde era el único hombre. Madre, tías y abuelas le revelaron bondades y aristas de la vida femenina. Así conoce y admirar a las mujeres y es por eso, y otras facetas íntimas, que debutó como dramaturgo con su unipersonal ¡Qué viva la menopausia! Ahí consigue demostrar, una vez más, que el teatro sí puede ser un delicioso y fino instrumento educativo, y además tener fines terapéuticos.
Actualmente hace temporada, en la Sala de Conciertos del Ateneo de Caracas, gracias al talento, el tesón y al trabajo de un equipo que ha coordinado con el director Rufino Dorta, donde destaca la actriz Chelo Rodríguez, elegante dama que a sus 66 años despliega gran experiencia vital y artística para impactar con la fuerza y la verdad de lo que hace y dice.
Ahí rompe lanzas por todas las hembras y en especial “cuando solitarias y en medio de una feroz fanfarria machista, hacen frente a una etapa crítica de sus cuerpos, cuando sus ovarios dejan de ovular, segregan menos estrógenos y progesteronas, y las menstruaciones son menos frecuentes, hasta que finalmente todo cesa. Ha llegado la menopausia y el segundo acto de sus existencias recién comienza”, puntualiza el novel escritor.
¡Que viva la menopausia! no abusa de la información médica sobre la pre-menopausia, la menopausia como tal, ni la temida post-menopausia. El autor hace elipsis literarias, recurre a metáforas escénicas (materializa y encarna a un exótico y raro clítoris, que hasta se declara gay) y plasma un entretenido y rumboso espectáculo donde Vilma del Pilar Aranguren (Chelo Rodríguez), vive sin complejos su panorama emocional, disfruta de su cuerpo e imaginación, al tiempo que imparte las mínimas instrucciones para vivir la inevitable transición donde hay desde disminución del impulso sexual, sofocos y enrojecimientos cutáneos, insomnio, irregularidades menstruales, alteraciones de la conducta, sudores nocturnos, infecciones, resequedades, relaciones íntimas dolorosas y hasta inexplicables infecciones vaginales.
Toda esa información precisa y básica, que los espectadores masculinos deben conocer e interiorizar para comprender a sus parejas cuando ellas vivan ese inevitable turno biológico, se “digiere” por el humor y el buen gusto del montaje minimalista, donde, además, los bailarines Juan Carlos Rodríguez y José Pablo Álvarez, conducidos por la coreógrafa Yurany Castro, insuflan alegría y vistosidad a las complejidades conceptuales y clínicas del texto y las situaciones que tal etapa provoca entre las hembras de la especie humana.
Hay que subrayar la valentía del autor al teatralizar esa existencial transición de la mujer, la cual insurge entre los 45 y 55 años y cuando se completa ya no puede volver a quedar embarazada. Alexander Hernández Pocaterra debe matizar más las acciones físicas que propone, para disminuir el didactismo, aunque el tema y el argumento no son nada fáciles de teatralizar.
Así, poquito a poquito, avanza el carromato teatral criollo.Gracias a gente como la que asumió este montaje que además rompe tabùes o esos falsos mitos de los que nadie quiere hablar en público.

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