Cuatro años necesitó el dramaturgo y periodista Rodolfo Quebleen para ver y escuchar en castellano su ópera prima Allende, la muerte de un presidente. Ese encuentro emocionante fue precisamente el jueves 22 de enero en la sala 1 del Celarg. Ahí, a lo largo de 60 minutos, el primer actor Roberto Moll (Lima, 1948) nuevamente dio vida teatral al primer presidente socialista de América, cuando, cercado en su despacho del Palacio La Moneda y armado con la Constitución de la República de Chile y un fusil, intentó detener al Golpe de Estado que liderizó el general Augusto Pinochet, durante las aciagas siete horas y media de aquel martes 11 de septiembre de 1973. Triunfó la fuerza, sí, pero no la razón y los chilenos, después de 17 años, sacaron al dictador y reiniciaron otra procelosa marcha por las alamedas en pos de una democracia posible.
Rodolfo Quebleen (Rosario, Argentina, 1938), quien reside en Estados Unidos desde hace 44 años, realizó una investigación periodística sobre el último día en la vida de Allende y se entregó en 2005 a la escritura en inglés de su unipersonal, el cual fue estrenado el 16 abril de 2006 en el Theater for the New City, sala del circuito Off Broadway de Nueva York. Esa producción vino a Caracas en septiembre de ese mismo año y se exhibió en el Festival de Monólogos.
La austera representación teatral, propuesta por el autor y obtenida con ejemplar sencillez en la producción caraqueña, se basa en anécdotas y pasajes verídicos de la vida de Salvador Allende. Ahí están sus recuerdos juveniles, sus estudios de medicina, su esposa Tencha, sus tres hijas y su secretaria Payita, con quien mantuvo una relación más allá del ámbito laboral. Todo eso vuela a su mente mientras decide su destino final, pues por encima de todas las cosas sabe que los traidores nunca serán dueños de su verdad y su destino
Gracias a Mimí Lazo, en la producción, y a Luis Fernández en la dirección, se efectuó el estreno mundial en castellano de Allende, la muerte de un presidente, durante el pasado mes de octubre, y además logró realizar unas 15 funciones en Caracas y varias ciudades del interior de la república. Ahora inició su temporada 2009 en el Celarg, buscando atrapar a las nuevas generaciones para que puedan acercarse a la historia y degustar el pensamiento de esa figura tan relevante de la saga americana y conocer así un poco más de los últimos instantes de su vida.
Es, por supuesto, una drama político, pero más allá de eso, que puede ser vituperado o aplaudido, esta el hecho de la digna y ejemplar conducta de un ser humano que no pactó con el enemigo y quien optó por inmolarse antes que negociar con sus ideas.
Sin duda alguna, el otro gran protagonista del espectáculo es Roberto Moll, quien ha logrado captar la esencia de su personaje y se entrega de lleno a su performance, llegando incluso a estremecer por la fuerza del mismo personaje. Todo esto es apuntalado por la depurada y cinética puesta en escena que logró el director Fernández, un arquitecto que devino en actor y ahora incursiona con criterios muy personales en la puesta en escena de esos espectáculos que verdaderamente lo estremecen, como antes lo hizo con Golpes a mi puerta, de Juan Carlos Gené, una pieza de relevante denuncia política.
Pero el gran ganador de este espectáculo viene a ser el autor, todo un veterano periodista -comenzó a los 16 años- que ha insistido en las difíciles lides teatrales y ahora está viendo su primera cosecha, aunque luchará para contemplar también en escena su pieza sobre Eva Perón (Mimí Lazo quiere hacer ese personaje), la legendaria dama que pudo haber salvado a la nación argentina de las crueles vicisitudes vividas a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. Al parecer, Rodolfo Quebleen está obsesionado por esos personajes latinoamericanos que, cual seres del teatro griego, lucharon para redimir a sus pueblos pero perecieron en el intento, cual versiones contemporáneas del mítico Prometeo. Primero lo hizo con Allende, ahora viene con Evita y después será Ernesto “Che” Guevara. ¡Qué los dioses lo cuiden!
Rodolfo Quebleen (Rosario, Argentina, 1938), quien reside en Estados Unidos desde hace 44 años, realizó una investigación periodística sobre el último día en la vida de Allende y se entregó en 2005 a la escritura en inglés de su unipersonal, el cual fue estrenado el 16 abril de 2006 en el Theater for the New City, sala del circuito Off Broadway de Nueva York. Esa producción vino a Caracas en septiembre de ese mismo año y se exhibió en el Festival de Monólogos.
La austera representación teatral, propuesta por el autor y obtenida con ejemplar sencillez en la producción caraqueña, se basa en anécdotas y pasajes verídicos de la vida de Salvador Allende. Ahí están sus recuerdos juveniles, sus estudios de medicina, su esposa Tencha, sus tres hijas y su secretaria Payita, con quien mantuvo una relación más allá del ámbito laboral. Todo eso vuela a su mente mientras decide su destino final, pues por encima de todas las cosas sabe que los traidores nunca serán dueños de su verdad y su destino
Gracias a Mimí Lazo, en la producción, y a Luis Fernández en la dirección, se efectuó el estreno mundial en castellano de Allende, la muerte de un presidente, durante el pasado mes de octubre, y además logró realizar unas 15 funciones en Caracas y varias ciudades del interior de la república. Ahora inició su temporada 2009 en el Celarg, buscando atrapar a las nuevas generaciones para que puedan acercarse a la historia y degustar el pensamiento de esa figura tan relevante de la saga americana y conocer así un poco más de los últimos instantes de su vida.
Es, por supuesto, una drama político, pero más allá de eso, que puede ser vituperado o aplaudido, esta el hecho de la digna y ejemplar conducta de un ser humano que no pactó con el enemigo y quien optó por inmolarse antes que negociar con sus ideas.
Sin duda alguna, el otro gran protagonista del espectáculo es Roberto Moll, quien ha logrado captar la esencia de su personaje y se entrega de lleno a su performance, llegando incluso a estremecer por la fuerza del mismo personaje. Todo esto es apuntalado por la depurada y cinética puesta en escena que logró el director Fernández, un arquitecto que devino en actor y ahora incursiona con criterios muy personales en la puesta en escena de esos espectáculos que verdaderamente lo estremecen, como antes lo hizo con Golpes a mi puerta, de Juan Carlos Gené, una pieza de relevante denuncia política.
Pero el gran ganador de este espectáculo viene a ser el autor, todo un veterano periodista -comenzó a los 16 años- que ha insistido en las difíciles lides teatrales y ahora está viendo su primera cosecha, aunque luchará para contemplar también en escena su pieza sobre Eva Perón (Mimí Lazo quiere hacer ese personaje), la legendaria dama que pudo haber salvado a la nación argentina de las crueles vicisitudes vividas a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. Al parecer, Rodolfo Quebleen está obsesionado por esos personajes latinoamericanos que, cual seres del teatro griego, lucharon para redimir a sus pueblos pero perecieron en el intento, cual versiones contemporáneas del mítico Prometeo. Primero lo hizo con Allende, ahora viene con Evita y después será Ernesto “Che” Guevara. ¡Qué los dioses lo cuiden!
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