Por primera vez un dramaturgo venezolano exhibe y dirige una de sus obras en el exclusivo sector neoyorquino de Broadway. Es Moisés Kaufman (Caracas, 21 de noviembre de 1965) quien presentará su drama psicológico 33 Variations, a partir del 9 de marzo, en el Eugene O'Neill Theatre, producido por David Binder. Ahí, la primera actriz Jane Fonda encarna a la investigadora musical Katherine Brandt obsesionada por una difícil etapa de Ludwig van Beethoven, cuando él creó sus mejores partituras de piano a partir de un vals del vendedor de música Antón Diabelli.
33 Variations, estrenada en el Arena Stage de Washington, durante la temporada de 2007 plasma a Beethoven entre los años 1819 y 1824, lapso que dedicó, aupado por la obsesión y la curiosidad, además de la necesidad económica, entre otras cosas, a la creación de las Variaciones Diabelli, tal como lo concibió el dramaturgo y director Moisés Kaufman. “En el arte es imprescindible la curiosidad, porque nos lleva a investigar más y más, con lo cual se acrecienta la obsesión. Eso pasó con Beethoven al investigar la partitura del vals que Diabelli propuso a los más importantes compositores de Viena para que hicieran sus respectivas variaciones. Él, al principio, lo desechó, pero después se obsesionó de tal manera que le hizo 33 variaciones. Mi obra aborda precisamente eso y porqué lo hizo. Por supuesto que no es una aproximación histórica como tal, sino una pieza de teatro donde la realidad se combina con la ficción”, afirma Kaufman.
-¿33 Variations cambió desde su estreno?
-Mi texto nunca ha sido cerrado, lo he continuado revisando y para este montaje tenemos tres actores nuevos en el elenco y eso ha significado un especial trabajo, especialmente con Jane Fonda. La pieza tiene nuevas escenas, ha seguido creciendo y no estará lista hasta el 9 de marzo, cuando se estrena, después de cuatro semanas de previous, que comienzan el próximo 9 de febrero. Ahí además trabajan Don Amendolia, Zach Grenier, Colin Hanks, Susan Kellermann, Samantha Mathis, Erik Steele y la pianista Diane Walsh.
-¿Qué le significa 33 Variations?
-Esta es, por ahora, mi pieza más personal. Ahí le digo al público lo que le sucede a un artista cuando se obsesiona por un tema o un proyecto de creación. Ahí presento a Beethoven entregado de lleno, durante tres años de su vida, a crear sus variaciones sobre la partitura de Diabelli, mientras que la investigadora musical Katherine Brandt, sin preocuparse de su salud que es delicada, también se obsesiona por esa difícil etapa del compositor. Llamo la atención sobre lo que ocurre con la vida de un creador cuando se entrega de lleno a su acto artístico y vive así muy intensamente. Yo me identifico con varios de los personajes de la obra, especialmente con Beethoven y Katherine, con el creador y la investigadora. A mi me emocionó la historia de esa faceta de la vida del legendario músico y he estado durante los últimos tres años de mi vida dedicado a estudiarlo, tal como lo hace Katherine.
-¿Se transforma cuando dirige?
-Cuando entro a una sala de ensayo de inmediato se agudizan mis sentidos y me sumerjo en una especie de atmósfera que solamente es comparable como cuando se participa en una ceremonia religiosa. Se trata de un ritual y la sala es mi templo y ahí yo me siento inmensamente feliz, o sea que es una experiencia inmensamente espiritual. Es un momento cuando yo soy mi mejor yo. Siento que tengo más paciencia que en el mundo real o exterior, tengo mucho mas inteligencia, y me se comportar mejor que afuera de la sala. Ahí mi vida no es solamente más intensa sino también más pura y más definida
-¿Es cierto qué por primera vez llega a Broadway la obra de un venezolano?
-Sí, la dramaturgia venezolana llega con mi texto a este sector tan exclusivo del teatro mundial, pero yo como director había debutado con una pieza que fue premiada, como es I am my own wife de Doug Wright, espectáculo que después llevamos al Festival de Caracas
-¿Después de largos 20 años de vida en Estados Unidos aún se considera venezolano?
-Claro que sí, y eso será hasta siempre, hasta el día que me muera.
-¿El éxito no lo ha llevado a trocar el gentilicio?
-Ese tipo de cosas no es conmigo. Mi venezolanidad está muy adentro. Y eso además me hace feliz y diferente al resto de mis colegas aquí en Estados Unidos. Siempre añoro las playas de mi país, entre otras cosas.
-En Venezuela quieren verlo al frente de una producción criolla. ¿Usted consideraría la posibilidad de dirigir una pieza o dictar un taller?
-Algún día podré desarrollar y exhibir un proyecto artístico en mi país. También podría dictar unos talleres de actuación, para lo cual en Caracas tendrían que seleccionar los artistas. Eso sería para que lo organizara y lo realizáramos con la Compañía Nacional de Teatro, por ejemplo.
-¿Cuánto tiempo utilizaría para un taller de actuación?
-Podría ser durante una semana, pero no más tiempo. Tengo agenda propia y además comando un grupo que me exige, el Thectonic Theater, al cual fundé en 1991.
-¿Qué viene después de la temporada en Broadway?
33 Variations, estrenada en el Arena Stage de Washington, durante la temporada de 2007 plasma a Beethoven entre los años 1819 y 1824, lapso que dedicó, aupado por la obsesión y la curiosidad, además de la necesidad económica, entre otras cosas, a la creación de las Variaciones Diabelli, tal como lo concibió el dramaturgo y director Moisés Kaufman. “En el arte es imprescindible la curiosidad, porque nos lleva a investigar más y más, con lo cual se acrecienta la obsesión. Eso pasó con Beethoven al investigar la partitura del vals que Diabelli propuso a los más importantes compositores de Viena para que hicieran sus respectivas variaciones. Él, al principio, lo desechó, pero después se obsesionó de tal manera que le hizo 33 variaciones. Mi obra aborda precisamente eso y porqué lo hizo. Por supuesto que no es una aproximación histórica como tal, sino una pieza de teatro donde la realidad se combina con la ficción”, afirma Kaufman.
-¿33 Variations cambió desde su estreno?
-Mi texto nunca ha sido cerrado, lo he continuado revisando y para este montaje tenemos tres actores nuevos en el elenco y eso ha significado un especial trabajo, especialmente con Jane Fonda. La pieza tiene nuevas escenas, ha seguido creciendo y no estará lista hasta el 9 de marzo, cuando se estrena, después de cuatro semanas de previous, que comienzan el próximo 9 de febrero. Ahí además trabajan Don Amendolia, Zach Grenier, Colin Hanks, Susan Kellermann, Samantha Mathis, Erik Steele y la pianista Diane Walsh.
-¿Qué le significa 33 Variations?
-Esta es, por ahora, mi pieza más personal. Ahí le digo al público lo que le sucede a un artista cuando se obsesiona por un tema o un proyecto de creación. Ahí presento a Beethoven entregado de lleno, durante tres años de su vida, a crear sus variaciones sobre la partitura de Diabelli, mientras que la investigadora musical Katherine Brandt, sin preocuparse de su salud que es delicada, también se obsesiona por esa difícil etapa del compositor. Llamo la atención sobre lo que ocurre con la vida de un creador cuando se entrega de lleno a su acto artístico y vive así muy intensamente. Yo me identifico con varios de los personajes de la obra, especialmente con Beethoven y Katherine, con el creador y la investigadora. A mi me emocionó la historia de esa faceta de la vida del legendario músico y he estado durante los últimos tres años de mi vida dedicado a estudiarlo, tal como lo hace Katherine.
-¿Se transforma cuando dirige?
-Cuando entro a una sala de ensayo de inmediato se agudizan mis sentidos y me sumerjo en una especie de atmósfera que solamente es comparable como cuando se participa en una ceremonia religiosa. Se trata de un ritual y la sala es mi templo y ahí yo me siento inmensamente feliz, o sea que es una experiencia inmensamente espiritual. Es un momento cuando yo soy mi mejor yo. Siento que tengo más paciencia que en el mundo real o exterior, tengo mucho mas inteligencia, y me se comportar mejor que afuera de la sala. Ahí mi vida no es solamente más intensa sino también más pura y más definida
-¿Es cierto qué por primera vez llega a Broadway la obra de un venezolano?
-Sí, la dramaturgia venezolana llega con mi texto a este sector tan exclusivo del teatro mundial, pero yo como director había debutado con una pieza que fue premiada, como es I am my own wife de Doug Wright, espectáculo que después llevamos al Festival de Caracas
-¿Después de largos 20 años de vida en Estados Unidos aún se considera venezolano?
-Claro que sí, y eso será hasta siempre, hasta el día que me muera.
-¿El éxito no lo ha llevado a trocar el gentilicio?
-Ese tipo de cosas no es conmigo. Mi venezolanidad está muy adentro. Y eso además me hace feliz y diferente al resto de mis colegas aquí en Estados Unidos. Siempre añoro las playas de mi país, entre otras cosas.
-En Venezuela quieren verlo al frente de una producción criolla. ¿Usted consideraría la posibilidad de dirigir una pieza o dictar un taller?
-Algún día podré desarrollar y exhibir un proyecto artístico en mi país. También podría dictar unos talleres de actuación, para lo cual en Caracas tendrían que seleccionar los artistas. Eso sería para que lo organizara y lo realizáramos con la Compañía Nacional de Teatro, por ejemplo.
-¿Cuánto tiempo utilizaría para un taller de actuación?
-Podría ser durante una semana, pero no más tiempo. Tengo agenda propia y además comando un grupo que me exige, el Thectonic Theater, al cual fundé en 1991.
-¿Qué viene después de la temporada en Broadway?
-Tengo varios proyectos, pero los primeros están centrados en un montaje que haré en Los Ángeles, con la pieza de un autor estadounidense, dotado de hermosa poesía. Voy a reestrenar el espectáculo Un brazo que mostré en Chicago, a partir de una obra de Tennessee Williams, y quiero hacer la versión cinematográfica de 33 Variations, donde Jane Fonda estaría en el personaje principal y apoyado por la gente del Festival de Sundance. Eso, es por ahora, lo más urgente
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