Si la temporada teatral 2008 relanzó a Ibrahim Guerra (Caracas,1944) como director y realizador de espectáculos, gracias a su depurado trabajo con la versión escénica de Marat-Sade, este 2009 lo reencumbrará como exitoso autor por su propuesta de estética revolucionaria, porque la actriz Mimi Lazo y su esposo, el director Luis Fernández, tienen en marcha el montaje de su más solicitada pieza, A 2,50 la cuba libre, en el gran salón de un hotel caraqueño y después lo harán en cuanta ciudad se les ofrezca. Para eso ensayan con dos elencos que actuarán, durante varios largos fines de semana, en el occidente o en oriente, sin descuidar la capital. En este montaje ya está participando las actrices Elaiza Gil, Carlota Sosa, Ana Karina Manco, Lourdes Valera, Daniela Alvarado y, por supuesto, Mími Lazo. La producción general es atendida por Jorgita Rodríguez. Su estreno será en abril.
Es un espectáculo donde el público hace parte del show al separarlo del amparo de sus butacas y enfrentarlo ante una cruda realidad materializada por las actrices. Ahí se revela, por intermedio de su temática central, centrada en las mujeres, porque sin ellas no habría nada y la especie desaparecería. Son cinco mesoneras que utilizan un lenguaje tan alienado como su sexo. Es una muestra evidente de la sensualidad mercantilizada, usada como recurso de supervivencia y no de placer.
La primera A 2, 50 la cuba libre fue puesta en escena, por Ibrahim Guerra, durante la temporada 1982 en la Sala Rajatabla, a la cual transformaron en un botiquín de barrio, su ambiente natural para el que fue escrita. Era un experimento de corte hiperrealista, que inició esta modalidad por lo menos en América, porque no existen referencias previas de la misma. Según el profesor Orlando Rodríguez es uno de los tres aportes del teatro latinoamericano al arte escénico mundial. La interpretaron, en esa oportunidad, Eva Moreno y Teresa Selma, Nacky Guttman, María Elena Dávila, Carlota Sosa, Virginia Vera y Valentina Párraga.
Esa A 2,50 la cuba libre se mantuvo en cartelera, con resonante impacto de público por cuatro meses consecutivos. Es uno de los más grandes éxitos del teatro criollo, que mereció el Premio Quetzal de Ónix en México, como la pieza venezolana más representada en el exterior. En 1990, también dirigida por su autor, fue montada con un nuevo elenco, encabezado por Rosario Prieto, Nacky Guttman, Lula Bertucci, Eglée Sotillo, Cristina León, Yolanda Prieto y Flor Elena González.
De la pieza se conocen no menos de 40 producciones diferentes, muchas de los cuales no fueron autorizadas por Ibrahim. En la actualidad es solicitada por otros tres empresarios del show bussines: el puertorriqueño Josean Ortiz, en Nueva York, para hacerla con hombres. Joan do Santos, para Bahía, Brasil y Ricardo García en Uruguay. Las negociaciones se dificultan porque la pieza exige modalidades complejas y precisas tanto de montaje como de interpretación actoral, en las cuales el autor pone sumo cuidado.
Es un espectáculo donde el público hace parte del show al separarlo del amparo de sus butacas y enfrentarlo ante una cruda realidad materializada por las actrices. Ahí se revela, por intermedio de su temática central, centrada en las mujeres, porque sin ellas no habría nada y la especie desaparecería. Son cinco mesoneras que utilizan un lenguaje tan alienado como su sexo. Es una muestra evidente de la sensualidad mercantilizada, usada como recurso de supervivencia y no de placer.
La primera A 2, 50 la cuba libre fue puesta en escena, por Ibrahim Guerra, durante la temporada 1982 en la Sala Rajatabla, a la cual transformaron en un botiquín de barrio, su ambiente natural para el que fue escrita. Era un experimento de corte hiperrealista, que inició esta modalidad por lo menos en América, porque no existen referencias previas de la misma. Según el profesor Orlando Rodríguez es uno de los tres aportes del teatro latinoamericano al arte escénico mundial. La interpretaron, en esa oportunidad, Eva Moreno y Teresa Selma, Nacky Guttman, María Elena Dávila, Carlota Sosa, Virginia Vera y Valentina Párraga.
Esa A 2,50 la cuba libre se mantuvo en cartelera, con resonante impacto de público por cuatro meses consecutivos. Es uno de los más grandes éxitos del teatro criollo, que mereció el Premio Quetzal de Ónix en México, como la pieza venezolana más representada en el exterior. En 1990, también dirigida por su autor, fue montada con un nuevo elenco, encabezado por Rosario Prieto, Nacky Guttman, Lula Bertucci, Eglée Sotillo, Cristina León, Yolanda Prieto y Flor Elena González.
De la pieza se conocen no menos de 40 producciones diferentes, muchas de los cuales no fueron autorizadas por Ibrahim. En la actualidad es solicitada por otros tres empresarios del show bussines: el puertorriqueño Josean Ortiz, en Nueva York, para hacerla con hombres. Joan do Santos, para Bahía, Brasil y Ricardo García en Uruguay. Las negociaciones se dificultan porque la pieza exige modalidades complejas y precisas tanto de montaje como de interpretación actoral, en las cuales el autor pone sumo cuidado.
Por supuesto que esta producción despertará "verdes envidias" y otras cosillas más, porque a eso se dedica una buena parte del teatro venezolano en los últimos años, en vez de trabajar y trabajar.
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