Hemos
visto y vivido la saga del grupo Rajatabla. A lo largo de 40 años superó la pérdida de sus fundadores -Carlos
Giménez (1993) y Francisco Alfaro (2011)- porque los relevos los decidieron sus
mismos directivos y eso permite que ahora William López (José Rosario López),
popularísimo relacionista y productor, sea
nada menos que el conductor de tan envidiada e histórica institución del
teatro venezolano.
Amigos
y enemigos admiten que, el otrora Taller
de Repertorio del Ateneo de Caracas, ha sobrevivido porque se hizo
imprescindible para el desarrollo del teatro criollo –forma buenos artistas y
capacita público- y aunque tiene rebullones sobre su morada, prosigue su plan
de producir y mostrar obras de original
y comprometido repertorio o estrenar textos, como es el proyecto de López para
subir la cuesta del teatro profesional
en el siglo XXI, contando además con el leal apoyo del creativo director Pepe Domínguez.
No
es tarea fácil la que este dueto de tozudos teatreros asumió, porque la muerte
de Giménez (Caracas,27.03.1993) dejó sin brújula estética a la agrupación, la
cual, sin embargo, ha permanecido en escena gracias a la reposición de algunos
de sus éxitos antiguos y la irrupción de unos cuantos montajes de otros creadores.
Mientras
llega ese Giménez II que colocaría a la empresa otra vez a la vanguardia
estética, Domínguez presenta ahora, en
la sala Rajatabla (en el patio trasero de Unearte), la comedia musical, con
características de varieté, Señoritas en concierto de la dramaturga argentina Cristina
Escofet, donde participan: Andrea
Pedrón, Daniela García, Daniela Micucci, Natacha Pérez, Vicente Bermúdez,
Emilshen Acevedo, Rosa Martínez y Mixi Oñate,
acompañadas de los travestidos músicos Erín Vargas (guitarra), José A.
Liberti (teclados), Badys Paracuto (bajo) y Emiliano di Nicollo (batería). Las
coreografías y la iluminación son de Emilshen Acevedo y David Blanco.
Señoritas en concierto es un fino e
ingenioso espectáculo de teatro dentro del teatro, cuyos personajes femeninos
-hay además un impactante actor travestido, Vicente Bermúdez-vienen marchando
desde la larga historia de la humanidad. Son unas pero a su vez son miles y mil
más. Son abuela, madre e hija. Son frívolas y
perversas, románticas y guerreras.
No importa de dónde vienen. No importa cuántas son. Son mujeres que convocan a
otras mujeres, para conformar una rara orquesta de comediantes que tejen y
destejen argumentos, todos con olores y humedades femeninas. Es, sin
mezquindades, uno de esos trabajos exquisitos de Domínguez, hacedor de
estruendosos y polisémicos montajes como Cuando quiero llorar no lloro,
porque es un respetable profesional forjado durante décadas de trabajos
escénicos.
Las
actuaciones son bellas, muy sugerentes y preñadas de erotismo, muestran a un
conjunto de actrices versátiles y en avanzado proceso de capacitación. Y
únicamente les deseamos que tengan seso y suerte, porque aquello no la da ni
otorga ninguna academia, lamentablemente.
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