El sexo -o las conductas sexuales- en los
espectáculos teatrales no es nada nuevo. Importantes piezas a través de la
historia han plasmado innumerables problemáticas, satisfacciones o innovaciones
sobre importante campo de la vida de los seres humanos. Es por eso que
conflictos de parejas, soledades, traiciones, infidelidades, homosexualidades,
voyerismos y sadomasoquismos fueron incorporándose como temas principales o
secundarios en variopintos espectáculos a lo largo de los siglos.
Recordamos
esto, porque a dos años de haberlo estrenado en el Celarg,
el creativo teatrero Francisco Denis
Boulton ha repuesto su montaje Sexo,
basado en el texto homónimo de René
Pollesch, en su sala Rio Teatro Caribe (en San Bernardino), con sugerentes
innovaciones escénicas y técnicas, gracias a las actrices Prakriti Maduro, Karina Velásquez y Susana
López, y en dirección conjunta con el
cineasta Marcel Rasquin, quien así debuta en el teatro.
ESPECTÁCULO
Sexo no es otra diversión más sobre
la sexualidad -una temática que se ha
apoderado intensamente de la escena caraqueña- pues con este montaje, producido
por TRES, los realizadores y actrices convierten al espectáculo una disertación
filosófica sobre como una gran parte de
las relaciones contemporáneas están basadas en la economía.
Se trata, por lo tanto, de una respetable
tesis escénica sobre sexo y dinero, llevada al público de una manera atractiva,
exótica, de vanguardia y multimedia, donde se
utilizan pantallas de video y cámaras,
por lo que es, de acuerdo a palabras de Marcel Rasquin, “el proyecto ideal para
embarcarse en una aventura teatral”, un evento lúdico especialmente por lo que
hacen o muestran las actrices.
En síntesis: el público participando de un
show en vivo de televisión, como si fuese un estudio de TV von un programa
sobre el sexo y sus manifestaciones, claro un sexo sin participación activa o
personal del hombre, el otro polo de la sexualidad. Son tres mujeres y una
cámara de video que graba y/o proyecta sus inquietudes, revelaciones y
secretos, expuestas a los ojos de los espectadores, quienes se transforman
en complacientes vouyeristas de sus
disertaciones.
El espectáculo, con una duración no mayor de
70 minutos, permite el lucimiento de todo su elenco, pero es ahí donde
Prakriti, Karina y Susana advierten y convencen que no todo es sexo ni amor, que
todos los seres humanos aún seguimos siendo undívagos, inescrutables e
incomprensibles, cruzando siempre esa raya amarilla entre la cordura y la
locura, dependiendo del tiempo y el espacio donde nos desplacemos. Es teatro
para pensar y mirar más allá de lo que sucede en ese escenario bifrontal,
especie de set de televisión o ese
supermercado donde se vive actualmente.
Ahí Denis Boulton y Rasquin se repartieron
las cargas de dirección del espectáculo, donde las imágenes televisivas y las
acciones teatrales se daban la mano y llegaban al público para satisfacerlo o
aburrirlo, cosa que no existió jamás. Fueron capaces de generar todas las
emociones posibles entre el público, al tiempo que obligaron a pensar o
reflexionar sobre el amargo sabor del sexo convertido con mercancía, sobre ese
cóctel de amor y hormonas que quita el seso y es capaz de enloquecer, tras
haberlo materializado con unas relaciones sexuales amparadas o legalizadas por
la comunidad, incluso a regañadientes.
TODO SE NEGOCIA
El dramaturgo René Pollesch (Alemania, 1962) con su Sexo (2001), propone, a partir del osado
discurso de sus tres féminas, una reflexión sobre los problemas del individuo
en el mundo de hoy. Además, “el texto es propicio para interrogar al público de
manera directa y descarnada, acerca de los valores y condicionamientos que impone
la cultura y sus dinámicas de poder”, como apunta el director Denis Boulton.
Pollesch explica que si en una obra se une sexualidad con
dinero, seguramente no habría problemas, porque todos estarán de acuerdo, pero
si relacionamos amor con dinero, veremos que “la sociedad no lo tolera, aunque
si lo practica, abiertamente o de manera camuflada”. Y puntualiza que Sexo trata de unir justamente esos dos conceptos. Y
se pregunta y se auto responde: ¿por qué no aceptar que el amor y el dinero
mantienen unido a un matrimonio y que eso no significa que se destruya el amor?
Pollesch insiste en que “el amor es enigmático, pero todo el mundo habla del
amor como si supiera qué es. Quisiera que fuera todavía más misterioso y
contradictorio. Un buen ejemplo de esa “ligereza” es la película Moulin Rouge,
de Baz Luhrmann, donde Nicole Kidman encarna a una prostituta cortejada por un poeta pobre
y un empresario rico. Como es una historia convencional, la hetaira se queda
con el vate, porque eso asegura el final feliz necesario para convencer al
público que el dinero contamina el amor y así el productor pueda ganar
millones”. Pollesch reitera, no solo con sus declaraciones sino con lo que
“enseña” su texto, que el actual modelo económico predetermina a la mujer y al
hombre de hoy, impone leyes o normas para “pautar” las vidas intimas de los
seres humanos como si estuviese gerenciando un supermercado, donde sexo y amor
no son más que servicios negociables”.
TEATRO CONTRACORRIENTE
Francisco Denis Boulton (Caracas, 1962) es
uno de los más extraños teatristas vernáculos. Su rareza consiste en que lleva,
más de una década, haciendo un teatro contracorriente, una mezcla de circo de
salón con teatro de texto. Eso gusta o disgusta, pero es imposible ignorarlo. Ahora
se “fajó”, como criollo que es, y estudió a Pollesch para mostrarlo, después de
haberlo consultado y trabajado con él en Alemania, para su desopilante montaje
de Sexo. Extenuante e hiperkinética ceremonia
donde hay cine y/o televisión, teatro puro y hasta ron en pico de botella, para
demostrar así el estremecedor discurso de ese germano sobre las verdades y las
mentiras del amor y el sexo en la sociedad capitalista, esas pulsiones físicas
y psicológicas que mueven a todos los seres humanos y lo convierten en esclavos
de quienes las manipulen. Su otro más reciente espectáculo Machete Caníbal (2011) también juega
con esas tendencias escénicas pero sus contenidos son diferentes.
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