Verónica y Valentina, gemelas xifópagas (unidas
por el tronco), son patéticos personajes creados por el dramaturgo José Antonio
Barrios Valle para que su excelente obra Las siamesas...una y parte de la otra,
plasme convincentemente el
periplo vital de tales hermanas a través de la micro síntesis de sus existencias,
su fraterna relación de amor-odio y la torturante incapacidad para vivir
independientes.
Las siamesas (cuatro piernas, dos brazos, dos
cabezas y un tronco común) desencadenan con su imagen y desempeño teatral toda una
sensación de agobio paralizante y generan la conmiseración en el espectador
sensible al reconocer que esos seres, incluso con características más
traumáticas, han existido y suscitaron angustias entre sus familiares y las
comunidades, precisamente porque la medicina no puede hacer nada para
separarlas sin quitarles la vida.
Se trata de un inesperado y
estremecedor espectáculo, coordinado por
William Cuao, bien actuado por Gladys Prince y Verónica Cortez, el cual
hace temporada en la Sala Experimental del Celarg.
Verónica y Valentina, según el autor, fueron
abandonadas por los dueños del circo, para el cual trabajaron toda su vida,
porque están “pasadas de moda”. En un lugar ignoto, estas mujeres enfrentan a su
destino incierto, confrontando además, de manera urgente, puntos de vista y
objetivos opuestos, lo cual desencadena un conflicto trepidante cuya resolución
es, sin duda, sorprendente.
Barrios Valle no escribió Las
siamesas...una y parte de la otra para exhibir un circo dentro del
teatro, ni tampoco pretendió crear un sainete que divierta a la audiencia con
las peripecias de tan exóticos personajes. Lo que hizo, y esto es notable e
inédito dentro de la dramaturgia venezolana, fue proponer una reflexión sobre los avatares
psicológicos, biológicos y sociales de seres como los logrados en la escena, apuntalados
además por una fina y creativa
producción general, asumidas por estas actrices, respetables guerreras
teatrales, y su equipo.
El autor va más allá de lo que puede
transmitir el espectáculo físico y recomienda a la audiencia pensante que
analice ese acontecimiento teatral como metáfora sobre la cotidianidad de todos
los seres humanos-tengan o no esa rotunda anomalía física-y detecte los problemas
de conducta consigo mismo y con los demás, todos nacidos del absurdo egoísmo y la
competencia insana, por no pensar jamás en el devenir y su final inevitable como
seres humanos. Ejemplarizante metáfora, original y didáctica sobre lo que
significan las relaciones humanas en los diversos ámbitos en que se planteen.
Siameses somos todos y tal cosa no se acepta
porque amarga admitir que adentro tenemos un rival, con quien chocamos y hasta se
generan conflictos o conflagraciones.
Ejemplar propuesta estética, la cual solaza al
verla lograda por unos meritorios artistas que lucharon hasta alcanzar y ubicarse
en un sitial destacado, en esa cesta de cangrejos como es el actual contexto teatral
venezolano, donde la mayoría de los productores optan por escenificar textos
foráneos o plagiar piezas consagradas, al tiempo que hay un sórdido mercado de
la carne con los elencos actorales. Por supuesto que todo se sabe y después vendrán
las explicaciones que sirven para enredar más las cosas y demostrar una vez más
que artistas mediocres no trascienden jamás.
Ni Gladys, ni Verónica, ni José Antonio están
en esa cesta, menos mal. Y por eso pueden caminar con la frente en alto.
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