Festejó sus primeros 20 con la puesta en
escena de la comedia Mónica
y el florentino, ópera prima de Isaac Chocrón Serfaty (Maracay,1930/Caracas,2011)
estrenada dos décadas atrás por Romeo Costea. Aquello transcurrió, desde
las 8PM del 18 de enero de 1979, en la sala Juana Sujo, del Nuevo Grupo, en otra
Caracas.
Escribo del teatrero y
periodista Carlos Omobono, quien ahora,
con 33 años más, bien vividos y excelentemente actuados, festejó el Día de los
Difuntos en el Ateneo de Caracas, el pasado 2 de noviembre, con el
laborioso espectáculo unipersonal Yo
estaba muerto, no estaba de parranda, apuntalado por el
soporte técnico de Mailyn Birchfield, Luisa Marcano, Dante Furcolo, Javier
Moreno y María José Mata, y la complicidad de 70 miembros de la familia elegida
que lo acompañamos.
Omobono, a quien conocí en
los espectáculos de Lily Álvarez Sierra y su compañía teatral de jóvenes y
adultos, logró durante las últimas cuatro décadas hacer una vida pública
profesional y artística, con criterios Open
Mind y sin posturas falsas, gracias a sus programas de entrevistas para la
televisión y la radio a personajes del trepidante mundo de la farándula, además
de escribir piezas teatrales, producirlas y representarlas.
Ahora se atrevió con algo
grande, que tenía tiempo cocinando su Yo estaba muerto, no estaba de parranda.
Rocambolesca historia de un venezolano que tras ser asaltado y asesinado en una
discoteca de Caracas, su cuerpo es sometido a vejámenes lujuriosos por un
famoso modista homosexual, para ser después ser ruleteado por una ciudad a oscuras. Tan
truculento argumento es creación de Omobono a partir de la digestión que hizo del libro Putas
asesinas (2001) de Roberto Bolaños, especialmente del relato El
retorno. Este relato,
con todos sus pormenores, pueda ser publicado en las paginas rojas de los periódicos
venezolanos porque tiene ingredientes tomados de la amarga y siniestra cotidianidad,
como lo advierte el mismo Omobono, quien poetiza uno de tales “accidentes
nocturnos” ocurrido a un amigo suyo.
La
realidad siempre será superior a la ficción y nadie debe sorprender lo que
muestra la escena. Lo creativo y estimulante de lo que ocurre es que el siniestro
cuento lo echa y lo interpreta muy bien el mismo Omobono, utilizando apoyos
audiovisuales y un cierto estilo inimitable de actuación, que combina la
desaforada locución del actor de stand up comedy y el reposado relato
del cómico que revela la experiencia del personaje: un muerto vivo y quien
además imita a los artistas del cante jondo.
En
síntesis: historia macabra que el oficio de Omobono hace entretenido e
instructivo, porque eso pasa no solo en Caracas sino en la mayoría de las
grandes ciudades, o selvas de cemento, de la balcanizada América, donde la visita al baño de una discoteca o restaurante
puede convertirse en un asalto y hasta la pérdida de la vida misma del más
discreto caballero o dama que salió de su hogar a un rato de ocio…que culmina
en una funeraria, tras el vergonzoso paso por la morgue.
¿Qué pasará con Carlos Omobono? Todo…mucho… o nada,
pero seguro estoy que siempre estará preparando una sorpresa teatral, porque el
añejo arte de Tespis lo lleva en las venas.
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