sábado, noviembre 10, 2012

Carlos Omobono, el muerto vivo


  Festejó sus primeros 20 con la puesta en escena de la comedia  Mónica y el florentino, ópera prima de Isaac Chocrón Serfaty (Maracay,1930/Caracas,2011) estrenada dos décadas atrás por Romeo Costea. Aquello transcurrió, desde las 8PM del 18 de enero de 1979, en la sala Juana Sujo, del Nuevo Grupo, en otra Caracas.  
Escribo del teatrero y periodista Carlos Omobono,  quien ahora, con 33 años más, bien vividos y excelentemente actuados, festejó el Día de los Difuntos en el Ateneo de Caracas, el pasado 2 de noviembre, con el laborioso  espectáculo unipersonal Yo estaba muerto, no estaba de parranda, apuntalado por el soporte técnico de Mailyn Birchfield, Luisa Marcano, Dante Furcolo, Javier Moreno y María José Mata, y la complicidad de 70 miembros de la familia elegida que lo acompañamos.
Omobono, a quien conocí en los espectáculos de Lily Álvarez Sierra y su compañía teatral de jóvenes y adultos, logró durante las últimas cuatro décadas hacer una vida pública profesional y artística, con criterios Open Mind y sin posturas falsas, gracias a sus programas de entrevistas para la televisión y la radio a personajes del trepidante mundo de la farándula, además de escribir piezas teatrales, producirlas y representarlas.
Ahora se atrevió con algo grande, que tenía tiempo cocinando su Yo estaba muerto, no estaba de parranda. Rocambolesca historia de un venezolano que tras ser asaltado y asesinado en una discoteca de Caracas, su cuerpo es sometido a vejámenes lujuriosos por un famoso modista homosexual, para ser después ser  ruleteado por una ciudad a oscuras. Tan truculento argumento es creación de Omobono a partir de la  digestión que hizo del libro Putas asesinas (2001) de Roberto Bolaños, especialmente del relato El retorno. Este relato, con todos sus pormenores, pueda ser publicado en las paginas rojas de los periódicos venezolanos porque tiene ingredientes tomados de la amarga y siniestra cotidianidad, como lo advierte el mismo Omobono, quien poetiza uno de tales “accidentes nocturnos” ocurrido a un amigo suyo.
La realidad siempre será superior a la ficción y nadie debe sorprender lo que muestra la escena. Lo creativo y estimulante de lo que ocurre es que el siniestro cuento lo echa y lo interpreta muy bien el mismo Omobono, utilizando apoyos audiovisuales y un cierto estilo inimitable de actuación, que combina la desaforada locución del actor de stand up comedy y el reposado relato del cómico que revela la experiencia del personaje: un muerto vivo y quien además imita a los artistas del cante jondo.
En síntesis: historia macabra que el oficio de Omobono hace entretenido e instructivo, porque eso pasa no solo en Caracas sino en la mayoría de las grandes ciudades, o selvas de cemento, de la balcanizada América, donde  la visita al baño de una discoteca o restaurante puede convertirse en un asalto y hasta la pérdida de la vida misma del más discreto caballero o dama que salió de su hogar a un rato de ocio…que culmina en una funeraria, tras el vergonzoso paso por la morgue.
¿Qué  pasará con Carlos Omobono? Todo…mucho… o nada, pero seguro estoy que siempre estará preparando una sorpresa teatral, porque el añejo arte de Tespis lo lleva en las venas.

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