La homofobia es rechazo, aversión, odio,
prejuicio o discriminación hacia hombres o mujeres homosexuales, que además
involucra a bisexuales, transexuales y travestis, en toda la Tierra. No es invento
periodístico ni tampoco es vagabundería
de los teatreros. La homofobia mata a
quienes se atreven a practicar tales conductas sexuales no tradicionales y por
supuesto ha eliminado venezolanos y venezolanas. Es una letal realidad, incluso
prohibida por la Carta
Magna de Venezuela.
Y recordamos esto porque en la Sala Alterna del
Teatro Trasnocho hace temporada la obra Stop
Kiss donde se comete un crimen de homofobia. Ahí, dos mujeres, quienes han
disfrutado de las bondades sexuales y el
amor que les pueden dar sus respectivas
parejas masculinas, eligen amarse y cuando están saboreando el primer beso de
esa relación lésbica, son agredidas salvajemente por un desconocido en un
parque de Nueva York. Sara termina en un hospital, mientras que la otra,
Callie, también golpeada, inicia una campaña para que se haga justicia y además
tratar de salvar a la mujer que ahora
ama más.
Stop Kiss es un hermoso texto de la estadounidense Diana
Son (Dover, Delaware, 1965), versionado y puesto en escena por Consuelo
Trum, con las actuaciones destacadas de Sheila Monterola y Karina Velásquez,
acompañadas por Agustín Segnini, Jesús
Miguel Das Merces y la participación especial de Antonio Delli y Carolina
Leandro. Una impactante y bien cuidada producción de
Reinaldo Cervini.
Stop Kiss fue estrenado en el circuito Off Broadway de
Nueva York, durante la temporada de 1998 y ha sido traducido,
exclusivamente para este montaje en Venezuela, por la actriz Carolina Leandro.
Consuelo Trum es una de las pocas venezolanas que incursiona con éxito en
la dirección de espectáculos teatrales. Damos fe de su crecimiento artístico y
su especial trabajo con actrices y actores en montajes atrevidos y nada banales
que ha mostrado, como ocurrió en el 2011 con la pieza Monstruos en el
armario, ogros bajo la cama, escrita por Gustavo Ott.
Para materializar Stop Kiss, Trum contó con la especial entrega profesional de Sheila y Karina, quienes materializan a esas norteamericanas que le pierden el miedo a lo desconocido y optan por amarse, así de sencillo. Sus personajes van desde la elemental facilidad orgánica hasta la entrega total que exige un beso bucal mutuo, pasando por la hermosa escena de la vestidura de la convaleciente Sara que hace la amorosa Callie. Dos momentos críticos y básicos, muy bien logrados, de ese estremecedor montaje.
Para materializar Stop Kiss, Trum contó con la especial entrega profesional de Sheila y Karina, quienes materializan a esas norteamericanas que le pierden el miedo a lo desconocido y optan por amarse, así de sencillo. Sus personajes van desde la elemental facilidad orgánica hasta la entrega total que exige un beso bucal mutuo, pasando por la hermosa escena de la vestidura de la convaleciente Sara que hace la amorosa Callie. Dos momentos críticos y básicos, muy bien logrados, de ese estremecedor montaje.
También hay que subrayar la habilidad de Trum para manejar un texto teatral
no convencional, cuya estructura no es aristotélica. Jugó, para su delicado
trabajo, con las luces y dos áreas escénicas: la cama del hospital donde reposa
Sara y el apartamento de Callie, además de una videoproyección con escenas
contemporáneas de la investigación policial que siguió al asalto homofóbico.
En síntesis, una puesta en escena difícil, la cual durante la noche del
estreno tuvo baches técnicos, además del lógico problema del ritmo actoral de
un estreno. Todo esto fue revisado y corregido por la directora Trum y su
entregado y comprometido equipo de profesionales que la acompañan.
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