Nunca estudió artes plásticas ni en el liceo,
porque fue reprobado en Educación Artística. Su inspiración y habilidad para tallar y pintar las obras por las cuales ahora se destaca, son, al parecer,
de origen divino, o simplemente una capacidad que logró desarrollar, aunque es
creyente y practicante de la religión católica.
Él es Danny Nava Chango (Borojó, Falcón, 14 de
diciembre de 1965), reposado y discreto artista que exhibe “Las puertas del
cielo” en el Centro de la Diversidad Cultural. Reside en Caracas, pero desaparece para ir a
ver su familia.
-¿Cuáles
fueron sus estudios?
-Los
que hacen todos los niños que viven en alguna población de Venezuela: primaria
y bachillerato.
-¿Aprendió
artes plásticas?
-No,
nunca. Recuerdo que el profesor Molina me reprobó en Educación Artística. Llegué
a la Universidad del Zulia para estudiar Derecho y deserté para trabajar en una
tienda por departamentos, en Maracaibo, en labores de seguridad; pero al poco
tiempo me fueron rotando por varias dependencias y llegué a la gerencia de
display. Esa tienda cerró y regresé a Borojó, al lado de mi madre, para buscar el
trabajo de la sobrevivencia, a como diera lugar.
-¿Ahí
se dedicó a lo artístico?
-Sí,
pero nunca pensé que me atraparía y que llegase a ser artístico. Todo comenzó
en la casa de mi madre, Casta Chango de Nava. Tomé un cuchillo de la
cocina y me puse a tallar una figurita
en un pedazo de barisigua, una madera característica de Falcón, dura y pesada
cuando esta verde, pero liviana y cómoda para la talla, cuando se seca. Lo
primero que hice fue una figura alada, una especie de angelito, como lo
identificó mi mamá. Después hice varias mujeres, hasta tener unas 15
piezas. Tuve que retornar a Maracaibo a
comprar pinturas porque quería ponerlas bonitas o atractivas... para venderlas. Así fue como comencé, pues venia
la etapa de mostrarlas y negociarlas, tras hacerlas conocer de especialistas o
críticos, además de los coleccionistas.
-¿En
qué época?
-Hacia
1997 exhibí mis primeros trabajos en la Casa de la Cultura de Borojó y después
en el Museo de Arte de Coro, pero no fue tan fácil llegar, antes pasó algo casi
mágico o que nunca lo pensé, pero que se dio y me proyectó e hizo conocer a mis
obras.
-¿Ayudaron
los ángeles?
-Yo
no sé, pero si fueron seres terrenales. Ocurrió, que un promotor cultural de la Universidad
Francisco de Miranda y Dora Lugo, quien para ese entonces dirigía al Museo de
Arte de Coro, se detuvieron frente a mi casa en Borojó porque buscaban el
negocio de artesanías de la familia Ferrer, ubicado en las inmediaciones.
Tocaron a mi puerta para preguntar por
la dirección y mi mamá, que los vio cansados del largo viaje, porque venían de
Coro, los invitó a tomar café. Entraron y se quedaron estupefactos cuando
vieron unos ángeles que tenía en la
sala. Se entusiasmaron de tal manera que
pidieron los precios y como yo no estaba, pues optaron por tomarles fotos.
Dora, que desde entonces es mi gran amiga, y el ciudadano que la acompañaba, se
regresaron a Coro sin visitar a los Ferrer. Días después, estaba viajando al
museo coreano para ver qué era lo que ellos me ofrecían. Así fue como comenzó
todo. Había encontrado un trabajo, artístico además, el cual además me gusta
mucho, porque de lo contrario no estaría haciéndolo.
-¿Satisfecho?
-Sí,
he escuchado todos los comentarios posibles y sigo creando y exhibiendo gracias
al apoyo del Centro de la Diversidad Cultural que me ha impulsado y donde tengo
mi instalación más grande y más importante, “Las puertas del cielo”, la cual da
su nombre a la exposición general, donde exhibo más de 18 piezas, todas en barisigua policromática.
-¿Su
temática es siempre lo religioso?
-Sí,
mis ángeles y mis vírgenes. Hace un tiempo me ofrecieron que ilustrara una
desfile de modas, acepté la oferta y participé, pero no repito esa experiencia,
porque hay muchos buitres en ese medio.
-¿Cómo
se inspira?
-Tengo
un cuaderno cerca de mi cama donde anoto o dibujo algunos de mis sueños.
Después cuando necesito inspirarme, pues lo reviso y tomo lo que me interesa, lo llevo al mundo
terrenal o sea que lo pinto o lo hago escultura.
8
vírgenes y tres santos
El
depósito de los leños para la chimenea de
la quinta Micomicona (1937), convertida en sede del Centro de la
Diversidad Cultural, en la avenida Zuloaga del sector Los Rosales, fue
transformado en obra de arte, a instancias del presidente Benito Irady, por
Denny Nava Chango a lo largo del 2009. Y
es la pieza básica de la sala de exposiciones: una instalación de caoba y de
tallas en barisigua y pinturas, rotulada “Las puertas del cielo”. Sobre cómo
transformó ese rectángulo, un hueco de
198x181x128 centímetros, en lo que es ahora, el artista cuenta que
“Benito me convocó para que transformara ese espacio en algo apropiado para la
sala de exposiciones de la institución. Vine, lo vi y tomé las medidas y le
prometí a Benito que le haría una propuesta. Regresé después con la maqueta
sobre lo que se podría erigir en ese lugar. A él le gustó mi proyecto y los
contenidos que irían en ese espacio: un cajón o forro con cuatro tablones de caoba y tallas, de barisigua
pintadas, de ocho vírgenes y tres santos, y además muchos ángeles pintados. Y
después de varias semanas de trabajo tenía listo lo que se conoce ahora como “Las puertas del cielo”,
por un comentario ingenuo de un niño. Ahí están los principales protagonistas
de las parroquias caraqueñas: las vírgenes del Carmen, del Valle, la
Candelaria, la Divina Pastora, la Mercedes, la Coromoto, la Guadalupe, la Chiquinquirá,
y la Soledad; y los santos Pedro, Benito y José. Pero hay algo más: el centro
del retablo estará siempre ocupado por
una talla alusiva a la festividad religiosa que se celebre en Caracas; se
comenzó con el Niño Jesús, durante la Navidad y ahora es la Virgen de la Candelaria.
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