La vida siempre depara sorpresas y es posible que más
allá de la muerte también las haya. Lo sabremos algún día y ojala podamos
contarlo. Desde el año 2009, nuestra vida de escritor nos ha dado dos de las más gratas
satisfacciones posibles: ayudar a crear vida humana desde un escenario por
intermedio de un texto de literatura dramática u obra.
Todo comenzó con
mi ópera prima, el monólogo Novia en
rojo, inspirado en el complejo transito vital del transexual venezolano Esdras
Parra, estrenado en Mar del Plata, por la agrupación argentina Teatro del Secadero,
el 11 de septiembre de 2009. Pero ya antes había culminado mi segunda pieza El fantasma de Bonnie el 7 julio de 2009, y dos semanas más
tarde vi al histrión adecuado para completar la dupleta actoral de un montaje
que no tenía director ni productor posibles.
Visualicé quien podría ser uno de los intérpretes
durante una función de La tempestad de
William Shakespeare, en la Casa de la Cultura de Los Teques, vistosa producción
de la agrupación Veneteatro bajo la dirección de Dante Gil.
Fui impactado por la globalidad de ese trabajo
artístico y escribí que “muy especialmente ahí estaba Henry Pantoja, quien demostró
como su discapacidad física -usa muletas, a consecuencia de la poliomielitis
que lo afectó a los cinco meses de edad- no le impedían actuar con dignidad y
gran solvencia, dotado además de un peculiar rictus cómico”.
A finales de 2009, el director Gil asumió escenificar ese,
mi segundo texto, teniendo a Henry Pantoja y Ulises Acosta como protagónicos. Estrenaron
la pieza e hicieron seis funciones en la Sala
Rajatabla en mayo del 2011 y varias presentaciones especiales en la sala Emma
Soler de Los Teques. Después a lo largo del 2012 hicieron una extensa gira por Bogotá y
varias ciudades de Perú y Chile, para rematar en Segovia, en un festival
internacional de teatro de discapacitados.
Ahora El
fantasma de Bonnie se ha
presentado en la sala Juana Sujo, con gran éxito de público, como parte de la programación del Segundo Festival
de Teatro 2013, para después irse de gira por el continente. A esos angustiados
personajes les gusta mostrar lo que son y como afrontan sus humanas debilidades
o la dimensión de sus afectos, ya que su mensaje sobre el mejor antídoto
contra la soledad acompañada es conveniente que lo conozcan muchas más personas
y al mismo tiempo que gana más adeptos y se difunde su repudio contra la
homofobia.
Y debo reiterar que me siento muy satisfecho por la creativa
dirección que Dante Gil le dio a mi texto y la entrega de los actores Henry
Pantoja (Abdón) y Ulises Acosta (Antonio), además del equipo de técnicos de
Veneteatro. Todos son figuras valiosas de una emergente vanguardia de la escena
venezolana, heredera de una historia de luchas positivas.
De Nueva York a Caracas
Ahora que mi
segunda obra, de las cinco que he escrito, ha reiniciado su tercer periplo escénico
nacional e internacional, hay que recontar que mi texto dramático comenzó
su gestación en Manhattan, durante los años 90, al conocer la pareja gay,
integrada por Abdón (boricua discapacitado) y Tony (veterano de Vietnam).
El más joven recibió una bala .22 en la espalda, durante una reyerta en una
discoteca donde laboraba como estríper
dragqueen, quedó paralizado de la cintura para abajo y reducido a una silla de
ruedas. Abdón trabajó después como portero de aquel antro del underground
neoyorquino y ahí Tony lo conoció hasta germinar una saga de convivencia,
amistad y amor, la cual ya ronda las tres décadas. Caraqueñicé esa historia,
logré un argumento con los personajes Abdón y Tony, quienes se encuentran en
una barriada de clase media, en los tiempos actuales, y se complementan para
sobrevivir a la difícil soledad donde están a punto de naufragar, acompañados
además por el fantasma de la doberman Bonnie, que los defiende de malandros y
consumidores de crack en la zona que habitan. Nada fácil para el director Dante
Gil y los actores Henry Pantoja y Ulises Acosta fue darle vida escénica a las
28 páginas que les facilité para invocar y materializar El fantasma de
Bonnie. Las muletas
cotidianas de Pantoja fueron complementadas con una silla de ruedas y comenzó
así un proceso hasta teatralizar un texto recargado de acciones dramáticas.
Pero las cosas cambiaron definitivamente cuando la agrupación Veneteatro viajó
al mexicano Santiago de Querétaro y ahí la coreógrafa Rayito Zamudio creó un
baile especial (con la cortina musical del rumboso reguetón) donde Abdón
evocara sus shows y algunas aristas de su vida. La estrenaron en la Sala
Rajatabla en mayo del 2011 y en la sala Emma Soler de Los Teques, en agosto del
mismo año. Lo
demás no lo cuento, porque el teatro hay que verlo para sentirlo en la piel y
hacer propia la moraleja o el mensaje.
Sinopsis
Abdón
(30), buhonero parapléjico, y el escritor Antonio (40) protagonizan un
encuentro que no estaba programado y el cual termina por cambiarles el rumbo a
sus vidas o llevarlos por un camino diferente al cual ambos traían. El
discapacitado llega, sin que haya sido invitado, al apartamento del
intelectual, quien lo recibe de manera nada amigable. Se presentan una serie de
conflictos por la nada común curiosidad que surgen entre esas dos personas. El
inválido, estudiante universitario, quiere entrevistarlo para una investigación, pero además cuenta su
rocambolesca historia de cuando era estríper en Caracas y Nueva York y hasta hace una mínima representación de una escena del
monólogo que está escribiendo, todo eso en medio de la vigilante presencia
extraña de la doberman Bonnie, la mascota fantasma del dueño del apartamento o
una especie de ángel de la guarda pero con ladridos, gruñidos, cuatro patas y
muchos lengüetazos. Al final, hay una tregua, porque la personalidad y los proyectos de Abdón logran convencer a
Antonio de que sí pueden probar trabajar y hasta soñar juntos.
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