¿Cuál es la edad del retiro
para los comediantes? No existe, dicen unos. La muerte física o la extinción de
la memoria, afirman otros. Algunos consideran que es una discusión bizantina o
baladí, porque los directores o los productores artísticos de los espectáculos,
bien sea teatrales, televisivos o fílmicos, son los que tienen la definitiva
palabra, porque las otras las dirán los intérpretes interesados o entusiasmados
con los roles ofrecidos. ¡La inacción sí es la muerte!
Nunca tuvo miedo a
la muerte porque la combatía con su activismo teatral hasta cuando lo pudo
hacer. Se encerró en su casa con su hijo Pedro, sus perros, sus libros y los
recuerdos de su esposo de toda una vida, Luis Peraza o Pepe Pito. Continuó leyendo
y preparando solitarios montajes que nunca quiso mostrar. Al final se rindió y
hoy 2 de abril se despidió. Era Bertha Moncayo.
Nosotros creemos que actrices
y actores de comprobada experiencia nunca deben salir de escena. Siempre hay
personajes para ellos, ya que el teatro es el espejo de la vida y una vida sin
comediantes de edad madura no se concibe, y si en aquella pieza que está de
moda el dramaturgo se olvidó de los viejos, pues seguramente en otras
respetables producciones necesitan de un veterano histrión entre cajas para
auxiliar o guiar al imberbe que ahora protagoniza y proclama su amor por la
hermosa damisela, o de una otoñal dama que apuntale o de matices a la mozuela
que protagoniza ese trágico romance entre Capuletos y Montescos o entre
chavistas y escuálidos ¡El amor carece de cédula y es verdaderamente ciego!
Lo afirmamos porque visitamos,
durante el lejano octubre de 2007, en la sobria intimidad de su modesto
apartamento, a la primera actriz Bertha Moncayo, acompañada de tres perros, un
gato y Pedro, su hijo cuarentón; además de humedades y olores. Ella
precisamente vivía en un escenario desde antes de nacer y de ahí no salió
porque su historia vital la hizo y la escribió desde la escena, por lo cual
mereció el Premio Nacional de Teatro en 1985, gracias a su dilatada trayectoria
como actriz y su consecuente y pulcra permanencia en el campo pedagógico, y por
haber contribuido de una manera decidida a la formación y desarrollo del teatro
venezolano.
Bertha Suárez Moncayo
(Riobamba, Ecuador, 17 de septiembre de 1924) y su madre María Luisa Moncayo
viuda de Suárez, actriz y cultora de otros oficios teatrales, llegaron a mediados
de 1936, procedentes de Quito.La niña-teatrera hizo aquí su bachillerato y
además pasó a integrar la plantilla de la compañía de Antonio Saavedra como
ayudante de escena y actriz infantil, lo cual le permitió entrenarse en la
disciplina actoral con auténticos maestros. Pero en octubre de 1938 es cuando
la joven integró los elencos de los primeros montajes de la naciente Compañía
Venezolana de Drama, creada por escritores como Leopoldo Ayala Michelena, Luis
Peraza (o Pepe Pito) y Leoncio Martínez a la cabeza, quienes pretendían
desarrollar el teatro criollo, editar en lo posible esa novedosa dramaturgia y
propiciar su respectiva puesta en escena.
A casi 7o años de ese
arranque, Bertha Moncayo, un tanto olvidada por directores y productores de
este siglo XXI, recuerda que Al dejar las muñecas, de Leopoldo
Ayala Michelena, y El hombre que se fue, de Luis Peraza, fueron las
piezas con las que inició una siempre creciente carrera de montajes exitosos
-además de laborar en radio, televisión y cine- hasta la temporada de 1993,
cuando, al lado del otro veterano Fernando Gómez, protagonizó la obra Vesícula
de nácar, de Román Chalbaud, dirigida por José Simón Escalona, en el Teatro
Alberto de Paz y Mateos. ¡Récord histórico!
De ese memorable montaje,
Javier Moreno, autor de un pequeño libro biográfico sobre Bertha, apunta que
“podemos dar fe de la conmoción que causó ver a esta dama de las tablas
inmiscuirse en el proceso de creación con la misma preocupación de una
principianta, con la devoción de todas sus creencias y saberes, poniendo en
alerta su adiestrada intuición, dejándose guiar y manifestando su temor
constante a no estar a tono No es por vano que el resultado fue el triunfo de
su avasallante carácter sobre las tablas, en ambos casos, en caracterizaciones
irreconocibles y de una vitalidad única a sus años”.
Bertha Moncayo, con quien
departimos más de dos horas de nítida conversación, en medio de los incesantes
ladridos de sus perros, no estaba retirada. Exhibía integra su memoria y un
dinamismo que más de una jovenzuela quisiera tener, pues no camina sino que
flota en el mínimo espacio de su escenario privado. Espera un proyecto que de
verdad la satisfaga y la rete a colocarse de nuevo ante los espectadores de su
segunda patria.
Pepe Pito
Sin “Pepe Pito” o Luis Peraza
(1908-1973), célebre dramaturgo, actor y productor criollo, la saga de Bertha
Moncayo estaría incompleta o no habría pasado de una página. Se conocieron en
el teatro y esa relación se transformó en matrimonio hasta consolidar una
fantástica complicidad creativa, pues era discípula y leal compañera. Según
José Ratto-Ciarlo, él escribía inspirado por su esposa, quien fue una
motivación constante y una inteligente interlocutora para sus intereses e
inquietudes. Ella estimulaba lo mejor del temperamento de aquel hombre nacido
para la docencia”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario