El grupo Rajatabla prosigue con su
lucha contra la muerte y el tiempo. Tras 43 años de haber emprendido su camino
artístico -el argentino Carlos Giménez lo fundó con el teatro musical Tu país está feliz de Antonio Miranda y
Xulio Formoso- sus directivos no se rinden, pese a normales y múltiples problemas
internos y externos que, cual rémoras, tratan
de impedir su avance.
Y es por eso que, para exorcizar las
dificultades, siempre han respondido con nuevos y ambiciosos proyectos
artísticos, como el actual homenaje al dramaturgo Néstor Caballero (Caracas, 1951)
con el montaje de su texto Con una pequeña
ayuda de mis amigos, singular y eclética versión escénica bien dirigida por
José Domínguez-Bueno y con el preciso aporte escenográfico de Silvia Inés
Vallejo.
REVISIÓN
Con una pequeña ayuda de mis amigos fue
estrenada en la temporada de 1983 durante el
VI Festival Nacional de Teatro, organizado por la Comisión Bicentenario
del Natalicio del Libertador Simon Bolívar. La dirigió el mismo Caballero y la
mostró en el teatro Nacional, contando con actores como Franklin Virgüez, Chela
Alterio, Roberto Lamarca, José Francisco Silva y Víctor Ortiz, entre otros intérpretes,
no menos de 60, como lo cuenta el mismo dramaturgo, quien recientemente recibió
el Premio Nacional de Teatro 2012.
Para esta
siglo XXI, Con una pequeña ayuda de mis amigos, de acuerdo a la
versión contemporánea y al rumboso montaje de Domínguez-Bueno, es una poética
invitaciòn a revisar la vida vivida y por ende a evaluar lo perdido y lo
logrado, además de un paseo, a vuelo de pájaro, sobre el estallido de la música
pop que cambió los gustos de una nación
e incluso al mundo, como fueron todas las agrupaciones musicales, con los
Beatles a la cabeza, quienes desafiaron incluso al poder bélico de la mayor
potencia del planeta, The United States of America.
Es la saga, ambientada en la Venezuela
de los 60, 70 y 80, de Gilberto, guerrillero de joven que devino en jefe de
policía y quien trata de resolver sus conflictos existenciales
durante una extensa e intensa sesión con el psicólogo, donde lo acompañan, como
personajes fantásticos o remembranzas: Álvaro, pintor transformado en gris
profesor acosón de menores; Saturno, otrora espiritual y vegetariano transformado
en “La Loly”, sórdido travestido; La Chata, artista fracasada que ahoga en
alcohol sus soledades; El Tigre, irreductible comeflor, y Zulay, la esposa que
ha acompañado al fracasado guerrillero toda una vida y ahora no sabe qué hacer
o cómo recuperar las ilusiones y las horas perdidas. Son décadas de cambios
radicales, de rebeldías contra los esquemas establecidos, de destape, de
revolución social y espiritual. De traiciones o auto traiciones.
SUEÑOS Y DESENCANTOS
El montaje, y lo vimos en su función de
estreno, es avasallante por la música y las coreografías que acompañan a las
actuaciones correctas. Un poco más de intensos ensayos con los bailarines (alumnos
del Taller Nacional de Teatro, en su mayoría) y unos cortes a las escenas
repetidas, permitirá que el espectáculo sea más fluido y de mayor contundencia.
Este montaje, junto a Cuando quiero llorar no lloro, son valiosas muestras de la madurez profesional
de Domínguez, artista todo terreno que
ha dado una gran ayuda estética a
Rajatabla, institución en abierto desafío a la muerte de sus líderes (Paco Alfaro
se marchó hace dos años y Giménez los abandonó en 1993) e irreductible ante la
deserción de sus mejores comediantes, consecuencia de las temidas e
indetenibles “crisis de crecimiento”.
Por ahora, Rajatabla cuenta con buenos
y profesionales actores como Gerardo Luongo y Dora Farías, además de los jóvenes
Vicente Bermúdez, Jean Franco De Marchis y Ángel Pájaro, quienes redondean
el rol dramático de este montaje.
Murió una época
Según la sensata reflexión de Domínguez
-Bueno, este espectáculo es un proceso de cómo los sueños se fueron agotando
por los desencantos y la frustración de toda una generación traicionada por sus
mismos compatriotas, que lo hicieron sin darse cuenta que se estaban “auto
suicidando”. Esta pieza no plantea la tesis de que todo pasado fue mejor:
volvamos a la época de la flor en el fusil y las canciones de los Beatles. No.
Bien se afirma al final de la obra: ha muerto una época. Caballero ha tomado
como pretexto ese sueño colectivo de los 60 para negar una utopía propia de los
años 80: el gran abismo que hay entre las esperanzas de una juventud y el
fracaso en que puede convertirse la vida. Utopía de creer en un mundo
imposible. Imposible porque el tiempo (la rutina, la subsistencia, el miedo)
cambia a los hombres y sus ideas. El tiempo cambia al tiempo mismo. En fin, Con una pequeña ayuda de mis amigos es
la historia de unos seres que en su intento de reinventarse sólo les
queda la esperanza de un futuro que les abra las puertas a sus sueños
juveniles.
Ficha técnica
Bajo la dirección de
Domínguez-Bueno actúan, en Con una
pequeña ayuda de mis amigos: Gerardo Luongo, Dora Farías, Vicente Bermúdez,
Jean Franco Di Marchi, Ángel Pájaro, Eliana Terán, Weidry Meléndez, José Luis
Bolívar, Mixy Oñate y Jhonny Torres, acompañados de los prometedores alumnos del Taller Nacional de
Teatro. La banda sonora es de Eduardo Bolívar, la Iluminación de David Blanco,
las coreografías de José Lugo, la asistencia de dirección de Tatiana Mabo, el vestuario
de Rufino Dorta y la escenografía de Silvia Inés Vallejo. La producción general
es de William López, quien siempre ha dicho: “Rajatabla es una idea y por lo tanto
no se puede rendir”.
Economía de recursos
La arquitecta Silvia Inés Vallejo, gran
escenógrafa de las décadas doradas de Rajatabla, cuando vivía Carlos Giménez, prosigue
con la institución. Y en esta ocasión, con economía de recursos, resolvió el básico
espacio escénico del montaje con cuatro persianas que reproducen, con las técnicas de
Andy Warhol, sendos retratos de Dora Farías o Zulay, y una tarima rectangular engazada
por un cuadrado en forma de diamante. Son
elementos básicos para el desarrollo del espectáculo. Todo esto sobre una
alfombra verde brillante. ¿Los prados de la traicionada generación hippie?
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