El veterano Javier Vidal y la primeriza Alexandra Braum en una comedia desopilante |
El
teatro comercial caraqueño ha tomado cuerpo y peso en lo que va del siglo XXI.
Este conspicuo experimento de artistas-empresarios, donde laboran unos 500
profesionales y cuya sobrevivencia proviene de las recaudaciones por taquilla, muestra un promedio de 50 espectáculos variopintos durante
los fines de semana, en unos nueve espacios teatrales, para no menos de 30 mil
espectadores al año. Durante la centuria pasada hizo varios intentos para
convertirse en empresa fuerte e
independiente, pero no logró consolidarse, a pesar de contar con personalidades
como Juana Sujo, Horacio Peterson, Carlos Giménez, Luis Guillermo González, Jorge
Palacios, Gabriel y Lily Álvarez Sierra
de Martínez, Jorge Bulgaris (único empresario sobreviviente de ese puñado de ilusionados pioneros) y además Mercateatro,
empresa de RCTV.
En ese notable contexto, Javier Vidal inició
los festejos por sus 40 años de existencia artística, de los 60 que Dios le ha
concedido hasta ahora. Es periodista (UCAB, 1975), casado y padre de dos hijos, y ha vivido, durante varias décadas, como actor, director y
dramaturgo, siempre con niveles de calidad profesional.
Y Vidal comenzó,
las que pueden ser auténticas fiestas
patronales, con la excelente
protagonización de la desopilante comedia Boeing
Boeing (1962) del francés Marc
Camoletti, bien dirigida por Tulio
Cavalli, y con la participación además de los comediantes Karl Hoffmann, Marcos
Moreno, Catherina Cardozo, Norymar García y Alexandra Braun, y la producción
general de Rolando Padilla. Pero además respaldó con su trabajo, y el de todo el equipo ahí presente, a la inauguración
del Teatro Santa Fe (Torre del Colegio Médico), otra empresa cultural que se
suma a la presentación de espectáculos y la cual deberá luchar, a nivel
promocional, para ser conocida en el circuito teatral caraqueño, ya que,
precisamente, tiene tres espacios escénicos de calidad.
Boeing
Boeing- estrenada en Caracas, en
los años 80, con otro título para evadir los pagos de derechos de autor-es una
bien estructurada comedia de enredos amorosos, que se desarrolla en el apartamento
de un arquitecto francés, muy casanova y de refinados gustos burgueses, quien
se acompaña de un mayordomo gay (en la
obra original es una mujer), y cuyo
máximo placer mundano es cohabitar, a lo largo del mes con sendas
azafatas de las tres líneas internacionales que hacen escala en París.
Bernard (Javier) logra la felicidad erótica,
gracias a que las amatorias visitantes (una alemana, otra italiana y una gringa
para completar el ramillete) son sus huéspedes por tres o cuatro días cada mes,
lo cual significa trabajo doméstico y el respectivo celestinaje para el complaciente Albert (Marcos). Pero
todo se complica porque aparece Robert (Karl), amigo entrañable del insaciable galán,
y las damiselas alteran sus agendas como consecuencia de la modernización de las
naves aéreas (los fantásticos Boeing) y los impredecibles problemas del tiempo
atmosférico. Se arman tres enredos y al
final, sin que nadie se alarme, surgen dos eventuales matrimonios. Impera la paz,
el amor y la amistad gracias a la conciliación de intereses por encima de la tradicional normas
moral.
Espectáculo
bien hecho, capaz de exorcizar prejuicios y revelador del buen talento actoral ahí reunido. Si los
actores están sobrados con sus personajes, las actrices se devoran
prácticamente a sus azafatas o aeromozas, especialmente Alexandra Braun con su
“gringa”.
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