La Garza con los tres hombres que le consumen su vida en escena |
Román Chalbaud Quintero ya había visto
y escuchado muchísimo en sus 82 años, 60 de los cuales han sido consumidos en
las artes escénicas criollas. Pero aquello lo impactó y le afloró un inesperado
llanto de emoción, en la sala Trasnocho, casi hacia la medianoche del viernes 6
de septiembre de 2013. No lo había presenciado
jamás y menos como epílogo de una de sus obras: La Garza en su catafalco, rodeada
de sus amigos y abrazada por Tobías, se despierta de su viaje eterno y se
lanza sobre el pecho de su amante, para cantar unas pocas líricas del tango Sus
ojos se cerraron, que inmortalizó Carlos Gardel hacía 1935, con letra de
Alfredo Le Pera:
Sus ojos se
cerraron…/y el mundo sigue andando/, su boca que era mía/ya no me besará más, /se
apagaron los ecos/ de su reír sonoro/ y es cruel este silencio / que me hace
tanto mal/. Fue mía la piadosa dulzura de sus manos/que dieron a mis
penas/caricias de bondad, / y ahora que la evoco/hundido en mi quebranto, / las
lágrimas pensadas/se niegan a brotar, / y no tengo el consuelo/ de poder llorar.
Tras ese inesperado colofón escénico, cual inédita opereta criolla, la
resurrección metafórica de La Garza- antiheroína de las mujeres luchadoras y
apasionadas que no pueden morir jamás en este continente irredento- como se
interpreta aquello, cayó el telón y el
público saltó de sus butacas para aplaudir El
pez que fuma que había disfrutado, acompañando de manera exultante a Chalbaud,
a todos los intérpretes y especialmente a la directora Elba Escobar- sensible e
inteligente-quien se atrevió a cambiar el epílogo de la obra, estrenada hace 45
años en el teatro de El Nuevo Grupo por el mismo escritor. La catarsis fue colectiva y el brindis acentúo aquellos nobles
sentimientos. ¡El teatro hermanó a todos los que ahí estábamos!
Fuimos testigos de excepción de una de esas raras e irrepetibles noches del teatro venezolano, cuando un texto
demuestra, una vez más, su cruda vigencia, y toda una nueva generación de
artistas lo toma y le da contemporánea vida
escénica con sorprendente calidad, para reiterar así que hay un país vivo,
pensante y sensible… al menos en su teatro.
Chalbaud nunca explicó que busca con El pez que fuma, simplemente muestra como los burdeles son sitios
donde hombres y mujeres drenan pasiones y tratan de conseguir ese amor que les
sale no solo por la boca. Hay muchos sueños o anhelos que ahí se forjan o que
naufragan, porque el poder y el amor son
las grandes pasiones humanas y eso ahí está muy bien marcado o definido. ¡Quien
tenga ojos y oídos que entienda!
Esta versión 2013 de El pez que fuma se hizo carne, sangre y
lágrimas para recrear esa singular historia de amor, violencia, prostitución y
miserias, bajo la dirección de Elba Escobar, con producción y dirección
escénica de Oswaldo Estrada Rondón y Enrique Salas; la excelente participación de
Caridad Canelón, apuntalada por Carlos Cruz, Antonio Cuevas y Francisco Medina,
con las convincentes actrices Mayra Africano, Ivette Domínguez, Freila Ramos y
actores como Coquito, Marcos Alcalá, Jesús Núñez, Ray Ángel Torres, Irving
Gutiérrez, Leonardo Aldana, y Fernando Da Silva.
Hemos releído, para torturarnos, el
texto de El pez que fuma y además saborear
maquiavélicamente cada una de las líneas de sus personajes y ubicarlos fuera
del escenario y en este caraqueño siglo
XXI. No queda duda que Román Chalbaud Quintero se adelantó a los tiempos
actuales porque ahora es cuando las garzas criollas pululan y todas, sin
agotarse, luchan no necesariamente en burdeles sino en fábricas, tiendas y
oficinas o donde una mujer sea necesaria, y por supuesto en sus barriadas, para
sacar adelante a sus hijos y para que
todos puedan comer, al menos una arepa con atún y cebolla y beberse una taza de agua de papelón, y dormir en paz, por lo menos
esa noche, sin dejar de ver antes la telenovela de turno, que cual soporífero los hará soñar en una mañana mejor
o quizás peor.
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