Tiene 87 años y está en la escena venezolana |
Desde
Guanoco a la eternidad histórica de la cultura criolla, haciendo escala a lo
largo de seis décadas en numerosos escenarios, sets y platós de Caracas. Podría
ser la síntesis de esta reseña sobre Inolvidable, hermoso espectáculo con
el cual el primer actor Carlos Márquez Capecchi decidió despedirse de las artes
escénicas, porque “a los 87 años ya no se está para actuar, sino para esperar
la muerte en la tranquilidad del hogar”, al lado de su tercera esposa, Dolores
Beltrán, como él mismo lo dijo.
Respetamos
la decisión de Márquez Capecchi para su
despedida tan teatral - se escenificó durante dos fines de semana en la sala de
Conciertos de Unearte- la cual aplaudimos a rabiar por la obvia honestidad, de
tal acto celebratorio, con su último trabajo actoral, logrado, gracias al
afecto, la paciencia y la creatividad
que aplicaron el dramaturgo José Gabriel Núñez y el director Ibrahim
Guerra. Ellos hicieron lo posible para que Inolvidable no fuese únicamente
un revisión existencial del artista,
sino que diese una valiosa información inédita sobre varias décadas de los
avatares del teatro caraqueño, y, por si fuera poco, una excelente demostración
de las dotes histriónicas que él conserva,
porque cómicos, periodistas, médicos y militares jamás se retiran, siempre
serán eso, hasta siempre.
Márquez
Capecchi, quien ha escrito un texto biográfico, le contó al escritor Núñez varias facetas de su vida y este
estructuró un monólogo, con apoyatura musical de Tony Monserrat. Lo obtenido, según
pudimos apreciar, es una deliciosa recreación, a partir del unipersonal El
canto del cisne de Antón Chejov, enriquecido con anécdotas del actor y del hombre, como son sus desencantos por
los personajes que quizo hacer y nunca se los dieron para que los encarnara,
como aquellos legendarios príncipes Hamlet y Segismundo de Shakespeare (Hamlet) y Calderón (La
vida es sueño), auténticas metas consagratorias para muchísimos comediantes en etapa cruciales de sus carreras
profesionales.
El comediante Márquez Capecchi
fundamentalmente se asume como aquel Vasili Vasílievich, anciano histrión
que termina la función con la cual pone punto final a su carrera teatral
y quien se queda viendo desde el escenario la sala vacía para iniciar un
melancólico viaje a través de sus recuerdos, tal lo propone Chejov en El
Canto del Cisne.
No queda duda alguna que Inolvidable es un gran tributo a la
nostalgia que ha acompañado a este histrión venezolano, quien luchó denodadamente
para llegar a ser lo que es: primera figura en el arte de la interpretación, la
cual, según reitera Ibrahim Guerra, es la actividad más arraigada,
genéticamente, en todo ser viviente, y más, si a este lo complementa el
intelecto, tal es el caso de Carlos Márquez
Capecchi.
Como Aristóteles pide en todo acto teatral
un conflicto para la expiación de la audiencia, Márquez Capecchi revela su gran saga
de amor, con las luchas y el amargo final,
tal como ocurrió con la pionera Juana Sujo, su primera esposa, insigne actriz y productora del
mejor teatro de arte durante décadas. Desaparecieron las risas y el silencio fue
elocuente, pero el público estalló minutos después cuando interpretó el tango Cuesta abajo y el bolero Inolvidable. ¡Y cayó el telón!
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