Pepe Domínguez Bueno Fedora Freites, Jean Franco De Marchi y Tatiana Mabo. |
Me interesa que mis espectáculos sean vistos siempre
por mayor cantidad de público. Pienso que no hay que hacer un teatro para el público.
Hay que formar un público para el teatro. Nuestra función es hacer que cada vez
haya un público que entienda más lo que nosotros hacemos. El teatro es una
reserva moral, por eso tiene que cumplir una misión. (Carlos Giménez)
Rajatabla
no se rinde ante las dificultades generadas por los crispados contextos
sociales y políticos donde está insertado. Tampoco quiere ser como el pasajero
del último vagón del tren del progreso e insiste en producir un teatro útil y diferente dentro del país venezolano,
tal como lo ha hecho a lo largo de sus 42 años. Los mutis de sus fundadores (Carlos Giménez, 1993;
Francisco Alfaro, 2011, etcétera) no han frenado su trabajo artístico. Y es por
eso que la agrupación, ahora bajo la
presidencia de William López (José Rosario López, 1942), sin dejar de mirar al
espejo retrovisor, se atrevió a designar y dejar laborar a un director
artístico, Vladimir Vera (Caracas,1978), con una pieza que puede ser un auténtico
acontecimiento cultural gracias a la novedad que implica La piel en llamas (2005)
del catalán Guillem Clua (Barcelona, 1973), donde hay un riguroso trabajo de la puesta en escena y las
esmeradas actuaciones asumidas por Pepe Domínguez Bueno, Fedora Freites, Jean Franco De Marchi y Tatiana Mabo. La asistencia de
dirección y producción están a cargo de Argenis Fernández, y Adriana Bustamante
y Carla Gardié. Y se exhibe los días
viernes y sábados: 7pm y domingos: 6pm. La entrada cuesta Bs 70.
Y teniendo en cuenta lo que pedía,
o recomendaba, Carlos Giménez de
formar un público para el teatro, Rajatabla produjo La piel en llamas, el cual no es precisamente un texto convencional
o tradicional, sino una pieza donde se fractura a dos de las tres unidades de la estética que
enseñó Aristóteles, y por eso muestra sendos conflictos (acción), uno que ya
ocurrió y otro que está en desarrollo (tiempo), pero que utilizan el mismo
espacio.
Esta aclaratoria le permitirá al
espectador concentrar su atención en las dos parejas
que se encuentran e interactúan en la habitación de un hotel en la
capital de un país tercermundista, el cual tras una guerra civil, ganada por
los guerrilleros, trata de abrirse al mundo
y por eso premia a un célebre fotoperiodista.
La piel en llamas, calificada por la crítica española como “teatro
político”, presenta a dos hombres triunfadores, uno treintón y el otro en la
quinta década, quienes ejercen sus singulares y refinadas violencias contra las
mujeres (Ida, prostituta, y Hannah, periodista vengativa). Frederick Salomón,
premiado con un premio internacional por la fotografía de una niña en el aire
con la piel en llamas, vuelve a donde 20 años antes había tomado la conocida gráfica.
Vuelve allí para recoger un galardón de un millón de dólares, ya que muchos lo
consideran clave en los recientes esfuerzos para conseguir la paz en el
problemático país; Hannah, reportera del único diario de ese país en
descomposición, no está de acuerdo. Mientras ella entrevista a Salomon en la
habitación del hotel, ambos debaten y cuestionan el papel de ONU en su relación
con los países del Tercer Mundo el merchandising de las imágenes violentas y,
por encima de todo, qué ocurrió exactamente el día fatídico en el que se tomó
la foto.
Simultáneamente, en el mismo espacio teatral tiene lugar la historia de
otra pareja, pero ésta no es consciente de la presencia de la otra. El doctor
Brown, un miembro fiel del partido, hace una visita de rutina a Ida, cuya hija
está en coma en un hospital de la ciudad, y ella ofrece sus favores sexuales a
cambio del tratamiento médico que puede salvarle la vida a su muchachita o,
incluso, trasladarla a vivir a Occidente. Las dos escenas contrapuestas, de
engaño y desesperación, a veces simultaneadas o
individuales, le permitan al público construir algunos fragmentos que la
conflagración ha dejado tras de sí: ¿Quién era la niña de la fotografía? ¿Cómo
cambió su vida, y la de su país, y la del mundo, aquella imagen? ¿Y qué
resultados tendrán los horribles dilemas a los cuales se enfrentan todos los
personajes? Todos viven en un mundo absurdo, regido sin embargo por una
lógica peculiar. Un mundo del que quisieran escapar, pero al que finalmente se
han resignado.
No es La piel en llamas un espectáculo
fácil para el público por la duplicidad de las acciones y porque incluso a
veces los diálogos se cruzan, pero gracias a las proyecciones que tiene la propuesta
del director Vera, se recrea una atmósfera lúdica para quien de verdad quiera
llegar a descubrir las claves de todo lo que ahí se muestra. Al
final, podrán darse cuenta que han participado en viaje emocional e intelectual que se convierte
en todo un reto, que obliga a considerar y cuestionar la línea que divide a
poderosos de necesitados. Y, lo más importante para todos nosotros, ver y palpar, una vez más, la inmoralidad que
cunde en el mundo: un médico que trafica
con su ciencia y el honor de una mujer desesperada, y un periodista que por
estar en el cresta de la fama no le importa pactar hasta el mismo demonio con
tal de estar al lado del poder. ¿Eso no sucede en Venezuela?
Espectáculo duro y siniestro este. ¿Qué dirá el público venezolano? Ahora es su turno. Pero antes podrá
deducir que la prostituta Ida, quien se suicida además, es la verdadera niña quemada de la premiada
fotografía, y que la otra, Hannah es una impostora más, que lo hace para salir
de abajo o decidir qué hacer con su vida para siempre. Rajatabla cumple con su tarea: seleccionar y exhibir.
Éxito internacional
“Rascar un poco en la superficie de un dolor que ninguna obra de arte
será jamás capaz de transmitir”. Son palabras del autor Guillem Clua sobre las intenciones de su obra La piel en llamas. Este texto ganó en
2004 el Premio de Teatre Ciutat d`Alcoi y se estrenó año siguiente en la sala Villarroel
de Barcelona, obteniendo el Premio Serra d`Or de la Crítica como mejor texto
del año. Su traducción al inglés la llevo a varias ciudades estadounidenses. También
ha sido vertida al francés, al alemán, al polaco y al griego. Ahora la vemos en
nuestro venezolano teatro.
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