La temporada criolla tiene una pelicula sobre Felipe Pirela. |
Es muy delicado, o comprometido, hacer un buen cine biográfico, o un biopic, porque ahí se aborda la recreación
o dramatización de la vida de la de uno o varios seres humanos, lo cual exige
ceñirse a la verdad histórica, entre otras cosas. Y si no se cuenta con un guión
preciso o se quiere decir algo que no es auténtico, lo más conveniente es
subrayar que “está basada en hechos reales” o que se trata de un reality film, como puntualizan las cartillas
de esa expresión estética que lleva ya 120 años mostrado excelentes creaciones
especiales sobre realidades o ficciones, como es el cine, más allá de sus
matices. Así no se miente ni se engaña.
Subrayamos, esto porque
el año 2015 de la cinematografía venezolana, con 31 estrenos, cerró y abrió con
la película El malquerido de Diego Risquez, donde actoralmente debutó el
popular cantante Jesús “Chino” Miranda al encarnar a Felipe
Pirela, al lado de Greisy Mena, quien caracteriza a su “amada” Mariela Montiel,
para protagonizar “juntos un romance arrollador y lleno de obstáculos”. El
elenco lo completan intérpretes de innegables dotes histriónicas como son: Sheila Monterola, Héctor Manrique,
Mariaca Semprún, Carlos Cruz, Sócrates Serrano, entre otros.
Si El malquerido fuese una película inspirada
solamente en la historia del malogrado Pirela, pues habría que aplaudir el
esfuerzo de la producción de difundir algunos aspectos de la vida de ese
criollo, de “origen humilde”, que se llamó Felipe Antonio Pirela Morón (Maracaibo, 4 de
septiembre de 1941 - San Juan de Puerto Rico, 2 de julio de 1972). Pero,
lamentablemente, se fueron mal por el camino del biopic, maquillaron su historia íntima y mostraron una sencilla infancia-
ocultaron su violación a los 11 años por un familiar, lo cual lo marcó para siempre-,
su matrimonio rocambolesco a los 23 años,
con una niña de 13 y, lo más delicado, su sórdido navegar por el mundo de las
drogas, especialmente la cocaína; además mostró –esto sí se aplaude- su gran desgracia al caer en manos de inescrupulosos
agentes artísticos, más preocupados en vender sus shows y sus grabaciones que
en cuidarlo de los escándalos, porque eso no les importó mucho, al parecer. Este
periplo del criollo nos recuerda-guardando la distancias- al de Michael Jackson,
cuidado y sacrificado por el show business
y la súper explotación comercial que prosigue con su legado, mientras su azarosa
vida familiar era también un festín periodístico.
El malquerido, como tal está hecho, lleva espectadores a las salas, especialmente a los que conocieron al
personaje o vivieron sus canciones, pero los están engañando, porque la vida de
ese artista fue más compleja y más desagraciada, y buena parte de todo eso se
le debe a una sociedad homofóbica, entre otras cosas. Sigue, pues, siendo malquerido.
Pero como producto artístico deja mucho que desear, incluso la confección del filme careció de esa depurada
y original estética que el mismo Diego Risquez ha cultivado exitosamente a lo
largo de su carrera, eso no se le puede negar.
Está en lo cierto, el periodista
Luis Ugueto, investigador de la vida de Pirela, cuando afirma que “no quisieron
dejar de ser políticamente correctos y tomar el riesgo de mostrar la verdad al público,
que seguramente verá con mejores ojos a un Pirela aspirando cocaína que siendo
el mismo”. Además desmiente el encuentro de Pirela con la Lupe y lo califica de
“descabellado” y subraya varios anacronismos con los recortes de prensa y las
portadas de los libros que utilizan para marcar el paso del tiempo.
En fin, es una película maltrecha,
inmerecida para la historia de Felipe Pirela, una víctima más del sistema político
de esa época.
Salvo la acartonada
presencia del actor protagonista, el resto del elenco está de premio, sin lugar
a dudas. Eso no se puede obviar, como son los roles resueltos por Sheila, Héctor,
Sócrates, y la perversa o maléfica suegra, resucitada por Mariaca. Había (o
hay) talento para una mejor película.
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