Freddy Ñáñez (Caracas, 1965) |
Iván Padilla Bravo / Caracas, Semanario
cultural Todasadentro/ 16.01.2016
El
poeta Freddy Ñáñez tiene siempre a mano un libro y es algo que a nadie que le
conozca le sorprende. Lector acucioso, teatrero y titiritero. Vocalista en su
propia banda de punk rock, Los Residuos, creada en sus años más juveniles.
Hombre de la cultura y de la calle como fuentes para su bagaje, vaciló varias
veces entre terminar de leer un buen libro o seguir “perdiendo el tiempo en un
aula”, como en la anécdota de la que echa mano mientras hilvana explicaciones
acerca del intenso momento político actual en el país.
Esta
vez acaricia Elogio de la dificultad,
un ensayo de Estanislao Zuleta convertido en un breve compendio filosófico que “provoca
leer interminablemente para no desperdiciar absolutamente nada de los aportes
filosóficos allí contenidos, en los que la retoma de la voluntad de poder es un
hecho”, según explica Ñáñez.
Vincula
la lectura aludida con la conversación previa que sostiene con Todasadentro
mientras se afinan las condiciones para esta entrevista, solicitada desde el
pasado jueves 7 de enero, cuando se supo la noticia de su incorporación al
“alto mando” para conducir la dura batalla, acentuada luego de que la derecha,
representativa de las oligarquías y del imperio estadounidense, consiguiera
vencer numéricamente en la conformación del poder legislativo en la Asamblea
Nacional.
El
poeta y cultor, al frente del ministerio del Poder Popular para la Cultura,
atiende diferentes temas, llamadas citas, audiencias y una entrevista en la que
se asoma por La Ventana, el espacio
de opinión que conduce la periodista Enza García en la emisora Alba Ciudad, 96.3 FM. Llega el turno de
este Diálogo y Ñáñez continúa coherentemente con el asunto de la conversación
inicial: “Éste es el momento del Elogio
de la dificultad. Cuando el Presidente convoca, lo primero que hice fue
buscar el libro, ese bello ensayo de Estanislao Zuleta y aplicarlo ahora”, invocando
a Bolívar, quien no sólo fue el hombre de las dificultades, sino
fundamentalmente el hombre de la esperanza.
La primera militancia
“Mi
primera militancia política fue cultural. Hice una banda de rock anticatólica,
antimilitar y antipolítica, en el sentido que combatíamos una forma de
expresarse la misma. Yo no sabía que ese mundo se estaba derrumbando. Cuando el
Comandante Chávez aparece por televisión, el 4 de febrero de 1992, estábamos
ensayando con la banda Los Residuos y nos dicen que había un Golpe de Estado y
cuando vemos en la televisión a Chávez, yo sentí una alegría porque percibí que
por primera vez, en los hechos, se podía embestir al futuro, que viene algo,
que hay un más allá. Hasta ese momento nuestras letras eran nihilistas, no
había solución, estábamos sin salida, no había país. Pero cuando veo a Chávez
siento que había una fuerza. De aquel momento la gente se acuerda mucho del
“por ahora” pero yo recuerdo más bien que él dice: “y el país tendrá que
enrumbarse definitivamente hacia un camino mejor”. Para mí eso fue fundamental,
y lo conecto con mi infancia, porque mis padres son trabajadores, no vengo de
una familia de intelectuales ni de artistas. De hecho en mi casa había muchos
discos de La Fania, de salsa, y yo no sé bailar salsa. Había tres libros, de
esos que venden los enciclopedistas, que eran muy raros: La Biblia, Así hablaba
Zaratrusta y el Bhagavad Gita.
Yo no era un muchacho lector sino rabioso. De salir a la calle y cantaba en una
banda de rock. Eso es lo anecdótico. Pero cuando el Presidente Maduro me
convoca para este momento, evidentemente, cualquiera en mis zapatos diría por
qué yo. Conociendo mis límites, porque todos conocemos nuestros límites. Soy un
hombre que se ha entregado durante mucho tiempo a intentar servir, con errores,
aciertos, con la complejidad que somos. Enamorado de la gesta de Hugo Chávez y,
definitivamente, contagiado del espíritu épico. La épica ha sido mi gran
consigna, con Walt Whitman, Rimbaud, Homero y todos esos poetas que siempre
cantaron más allá.
Cuando
Maduro me invita, me pongo a pensar en cómo han cambiado las cosas desde que yo
era un cantante de punk, rock, despotricando de todo, a estar sentado en un
lugar tan importante como este gabinete y sentir la convicción de que, otra
vez, estamos en un momento de renacimiento. Para mí, Chávez fue un renacimiento
y, otra vez estamos ante un
renacimiento, aunque en situaciones muy distintas.
A mi
generación se nos negó el derecho a conocer nuestro país. En lo educativo, en
el diseño curricular del bachillerato. Se nos negó el país, se nos negó la
literatura nacional, se nos negó la música venezolana en su expresión genuina.
Se nos caricaturizaron los símbolos nacionales y se nos infundió un desprecio
por la historia y por lo propio. Conocimos primero a los escritores franceses
que a los venezolanos. Yo conocí primero a Bakunin que a Simón Rodríguez.
Nuestra desvinculación con lo nacional fue programada. Hubo una cruzada contra lo venezolano para
convertirnos en una generación del desarraigo y del éxodo. Fuimos una
generación del desarraigo y sólo con la ilusión del bolivarianismo se enrumbó.
Unos nos vinimos para el lado de la
épica y otros se quedaron en el de la reacción, del adormecimiento. Y ahí estoy
yo, en un Gabinete que tiene una tarea histórica. La Revolución ha pasado siempre por condiciones difíciles. Porque una
Revolución es la manera de asumir la dificultad como modo de vida, es retar a
la naturaleza, decirle: vamos a ir más rápido de lo que tú me dices que debemos
ir. Es retar a la condición humana, a la historia y a los referentes atávicos
de la religiosidad.
En
este momento, lo que plantea el presidente Nicolás Maduro es el renacimiento de
un espíritu patrio, que ha sido tan atacado desde la muerte del Presidente
Chávez y hasta ahorita.
Lo
que ha conseguido la guerra económica, que es verdad, tiene su correlato en lo
cultural. Cuando a uno le quitan la comida y los empresarios nacionales se
confabulan con los internacionales, entonces surge el egoísmo, la
insensibilidad, la despersonalización. Por eso la batalla es más dura, ya que
se ubica, de manera muy fuerte, en el campo de lo simbólico.
Lo que nos estamos jugando es la paz
El
Ministro considera que “EEUU tiene como escenario justificable para una
invasión de Venezuela la ficción mediática de una supuesta crisis humanitaria.
Se refiere al decreto de guerra que el presidente estadounidense, Barak Obama,
firma contra Venezuela. “No sé si existirá un empresariado en otras partes del
mundo que les convenga la destrucción de su país”, refiere en relación a sus
actitudes lacayas.
“La
tarea que nos ha encomendado el Presidente es cultivar el espíritu de lo
nacional ¿quiénes somos los venezolanos?, ¿somos esos que nos peleamos por
comida? ¿Somos los viajeros que venden el tesoro de su nación para comprar
frivolidades en el exterior? ¿Somos así? Somos un pueblo trabajador al que se
le ha hecho daño con la publicidad, prisioneros de un modelo que nos tiene
presos”, indica Ñáñez.
Nací dos veces
La
primera fue como todo el mundo, en una casa o en una sala de partos, a una hora
y en un lugar determinado, para Freddy Ñáñez, el más importante nacimiento es
el segundo: el 27 de febrero de 1989. “Fue una época cuando se produjo la
ruptura de un modelo económico y social con el nacimiento de otro. Estaba en
Palo Verde, en la zona de Petare, al este de Caracas. En una panadería, con mi
familia. Empezamos a escuchar disparos, pensé que eran fuegos artificiales
porque estábamos en febrero y algunas costumbres nuestras prolongan la Navidad
hasta el día dos de este mes. Vi como entró un tanque de guerra al centro
comercial de Palo Verde. Era el 27 de febrero de 1989. No sabía lo que sucedía,
pero corríamos. Mi mamá estaba preocupada por salvarnos -a mi hermana y a mí- de las balas de un ejército al que nunca vimos
pintando una calle o arreglando un alumbrado en el barrio. Nos preguntábamos
porqué disparaban sus fales (por FAL, fusil automático liviano) contra la
gente. Eso me marcó. Allí nació mi conciencia política. Nadie en la casa pudo
explicarme lo que estaba pasando. Que era el gobierno el que estaba disparando
contra la gente que hacía colas para comprar azúcar y caraotas en los chinos.
Me di cuenta de que vivía en un país y no en mi cuarto de juegos o en la cancha
de beisbol, un país donde estábamos tan desamparados y necesitados de los
demás. A eso le vino un paro de transporte, marcha de maestros y algo que me
convocó a luchar por los otros, el alza del pasaje preferencial estudiantil.
Estábamos luchando contra un gobierno malo. Lancé piedras. Me tocó ver caer
gente muerta por clavos, tornillos, tuercas o pedazos de hierro que disparaba
la policía desde sus armas de guerra. No fui un hombre de la lucha armada y no
la conocía. Venía de un imaginario de la contracultura, del rock, del punk, de
los movimientos anarquistas que conformaban un discurso atractivo”, puntualiza
Freddy Ñáñez.
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