Leoner Ramos Giménez ha regresado.
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El próximo 30 de
enero, el Teatro Santa Fe de Caracas abre su temporada 2016 con el espectáculo Si yo
fuera Roberto Carlos, comedia original de su director Leoner Ramos Giménez, interpretada por José Luis Bolívar, una
creación de L.R.G.T. Producciones, asistida por Isaic Calderón Bolaños y Arlenys Tabaré.
Ramos Giménez explica que su montaje, con una hora
aproximada de duración, se pasea por los meandros cuotidianos del matrimonio, “contados
con gracia” y siempre ironizando más bien con una actitud inocente lo que es
“por dentro” el matrimonio. Lo cual le añade un condimento, muy especial, ya que “el sufrido” Espartaco Sartori
(una alusión directa a aquel don Juan criollo del siglo pasado) tiene como
confidente al mismísimo Señor de los Cielos, quien, tal vez actuando como un padre sensato
y severo a la vez, le va concediendo poco a poco los “milagritos” necesarios
para sobrevivir en la única materia que, como se queja Espartaco, no se enseña
asertivamente en la universidad, como son los problemas del matrimonio, la
crianza de los niños, la administración del hogar a cargo de la mujer, el sexo
conyugal, el control y dominio de la relación, esos que los casados, o
arrejuntados, conocen y saborean muy bien.
El autor y director asegura que su pieza, en ritmo de
comedia,
es “irreverente tal vez, audaz en su planteamiento y en
el diálogo con Dios, pero extremadamente humana, llena de risas. Creo que el público
pasará un grato momento contemplando las destemplanzas de un tipo del común que
habla francamente con el Creador, el único que lo puede comprender”.
¿Cómo
llega al teatro?
No fue nada difícil decidir que quería ser teatrero.
Desde siempre lo supe y por eso, en vez de estudiar carreras formales como el
total de mis compañeros de bachillerato, ingresé de inmediato, a los 18 años,
al Teatro Universitario de la UCV, cuando lo dirigía Luis Márquez Páez, que
resultó ser un profesional polémico y honesto, quien sembró en mí el deseo del
teatro con contenido social. Eso sería alrededor de 1973 o algo así. Con
Márquez Páez me orienté y luego estudié
en la Escuela Nacional
de Teatro, pero me gradué en la Escuela Superior de Artes Escénicas Juana Sujo.
El gran maestro fue Gilberto Pinto, polémico y muy abierto a la rebeldía y
disenso juvenil. Terminé esos estudios en 1978. De inmediato empecé a dirigir
porque nunca me ha gustado la actuación.
Luego de estrenarme como director en el desaparecido Conicit (Consejo Nacional
de Investigaciones Científicas y Tecnológicas), entré a la UCV (Escuela de Educación)
como docente extra-muros y director del
grupo de teatro de la Escuela
de Educación. Como la tenía cerquita, me inscribí para cursar la licenciatura
en Educación. Desde ahí sí, el salto a relacionarme con el teatro de la época:
Rajatabla, El Nuevo Grupo, Levy Rossell, Enrique Buenaventura (de Colombia,
gran maestro). En ellos encontré los ductores definitivos. Sobre todo en
Giménez, el inolvidable.
¿Qué ha hecho en
el teatro, desde entonces?
El teatro es una amante fiel. A pesar de que me fui,
luego de ganar en 1988 la
Bienal de Dramaturgia de Aragua, para Ciudad Guayana, dedicado en pleno a la
radiodifusión (porque también soy locutor profesional) y procrear unos hijos,
que hoy son mis compañeros de vida, regresé al teatro para dirigir. Pues, volví
luego de 17 años de silencio con el Kid Popsicle , un juguetito de mi autoría, estrenado cerca
del 2010, y como profesor de CICA (la academia de Karl Hoffman),donde dirigí ocho
espectáculos para los graduandos. Sufrí un traspié con la obra de un mexicano y
eso me hizo entender que no hay razón alguna para montar las obras de otros,
siendo como soy dramaturgo. Me juré a mí mismo solo trabajar en lo que he
escrito, o en lo que voy a escribir. Ese traspié me hizo comprehender el punto
de vista de los dramaturgos de ahora y de antes, que daban la vida,
metafóricamente hablando, para ver a sus obras paradas y traficando un
escenario. Entonces sí: cumplidos
algunos de los llamados ´requisitos de vida´, me dediqué a escribir. Hasta la
fecha sumo unas 20 obras, de las cuales Si
yo fuera Roberto Carlos es una de
esa densa hornada
¿Planes
con este montaje?
Tengo todos los planes posibles. Rotar la obra por los
teatros caraqueños, cosa que ya emprendimos al ofrecerla a los circuitos
activos. Llevarla, como siempre, a mi tierra guayanesa donde implementaron un
Festival de Teatro, muy profesional, creado por un par de amigos (Luis Silva y
Carlos Guillén) que son arrechísimos en producción. Llevarla a mi amada sala La Barraca de San Félix (esa
es gratis, por puro cariño), e intentar, espero exitosamente, acceder a los
festivales internacionales en Colombia, en Panamá…hasta donde alcance la
cobija. Eso lo aprendí de Carlos Giménez.
Leyenda
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