En la Concha Acústica de Bello Monte están pasando cosas importantes- |
Honrar
honra. No hacemos predica cristiana, sino que resaltamos la labor adelantada
durante los últimos tres años desde la Caja de Fósforos, para cambiar faz y
cuerpo del teatro criollo y llevarlo definitivamente al siglo XXI. Todavía no
está consolidada tal tarea, pero ahí bulle sangre y talento de jóvenes y
adultos con visión de futuro, sin egoísmos, ni mafias, ni mercantilismo. Ahí
están, cual nuevos Prometeos, Diana Volpe y Orlado Arocha, empujando el
carromato desde al backstage de la
Concha Acústica de Bello Monte, amparados por la Alcaldía de Baruta. Han
reformado una generación exprés de cómicos y directores que nutren festivales y
programación del Trasnocho, además de atrapar público que busca lo nuevo y con
calidad.
Esto es
necesario subrayarlo porque hacen temporada con, El loco y la camisa,
de Nelson Valente (Buenos Aires, 1971), pieza del mejor grotesco argentino bien
dirigido por Diana Volpe y con las felices actuaciones de Haydée Faverola,
Rossana Hernández, Djamil Jassir, Elvis Chaveinte y Gabriel Agüero.
Todo en un espacio bifrontal que reproduce el livingroom de una hogar de
clase media baja, donde todos viven en un mundo de fantasías, el cual anhelan
construir porque lo que tienen es falso y repleto de necesidades, además
lastrados por la locura del miembro más de joven, un muchacho perdido en el
mundo de los superhéroes, como el Zorro.
Es la
patética saga de una familia disfuncional, ubicable en Latinoamérica, sin
valores familiares, sin respaldos religiosos y carcomidos por el mercantilismo;
donde impera la infidelidad del macho y la esclavitud de las hembras, que
negocian su virginidad o compañía para salir
desde abajo y ayudar a su familia, si pueden. Es un básico grotesco argentino pero
con más tránsito entre la comedia y la tragedia, apuntalado en el histrionismo e
hiperactividad de sus intérpretes. Es una versión del clásico melodrama
televisivo pero con mucho desparpajo, que genera la risa delirante del público.
HISTORIA Y EVOLUCION DEL SAINETE
Como en el teatro venezolano las modas son contagiosas, les recordamos
que el sainete argentino tiene su historia y sus características. Aquí les
transcribo esto, que es básico:
El teatro del grotesco exhibe el rostro obsceno de toda realidad,
devela las máscaras, evoca a la vez lo trágico y lo cómico, apela a la risa que
se ahoga al nacer entre la angustia o el dolor. La versión criolla del género
signa los inicios de la gran actividad teatral en el país y remite al mundo del
inmigrante, al patio del conventillo que es escenario de las peripecias de
personajes de una cultura popular apresada en su "carnaval", en un
habla mixturada que expresa su carácter peculiar.
Armando Discépolo, es considerado el creador del género. Escribió en las dos primeras décadas del siglo XX y sus piezas fueron representadas por compañías de éxito en teatros como el Nacional. Roberto Cossa, en cambio, es parte de la generación del 60 que vivió las luchas políticas de la Argentina, la represión de las dictaduras y las esperanzas del retorno a la democracia. Fue uno de los fundadores de Teatro Abierto, expresión estética de resistencia a la opresión.
Armando Discépolo, es considerado el creador del género. Escribió en las dos primeras décadas del siglo XX y sus piezas fueron representadas por compañías de éxito en teatros como el Nacional. Roberto Cossa, en cambio, es parte de la generación del 60 que vivió las luchas políticas de la Argentina, la represión de las dictaduras y las esperanzas del retorno a la democracia. Fue uno de los fundadores de Teatro Abierto, expresión estética de resistencia a la opresión.
La Nona, de Cossa, nos enfrenta a un mismo mundo de sueños truncos y
pasiones encontradas; una realidad que se desliza del humor al drama, que
amplifica, como un espejo deformado, los males propios de los distintos grupos
sociales.
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