viernes, marzo 18, 2016

Murió el teatrero Miguel Torrence


El teatrero Miguel Torrence a sus 71 años tenia recuerdos de días felices vividos y disfrutados, así nos lo declarò hace cinco años en una visita fugaz a Caracas. Siempre quiso recibir el Premio Nacional de Teatro, que otorga el Estado, para poder decir que ese era “el dìa más feliz de mi existencia terrenal”. Nunca se lo dieron, pero si era un hombre feliz por sus décadas haciendo espectáculos y formando generaciones. Y de eso fuimos testigos. Hoy lo despedimos porque se fue de gira y los que quedamos atrás debemos recordarlo con algunas de sus confesiones.
-¿Pero, cuál ha sido por ahora, su día más feliz?
-Cuando ganamos, con el Teatro Universitario de Carabobo, el primer premio del Tercer Festival Internacional de Teatro de Manizales, realizado entre el 12 y el 19 de septiembre de 1970, con El proceso de Lucullus, de Bertold Brecht. Nos presentamos el 13 y convertimos la sala Los Fundadores en un mercado libre por las características de nuestro montaje, porque recreamos la pieza dentro de un contexto muy latinoamericano. Ahí participaron, entre otros Fermín González y Armando Gota. Aquello es inolvidable, de verdad.
-¿Desde cuándo en el teatro?
-Estudié en la valenciana Escuela Ramón Zapata con el maestro Eduardo Moreno y debute como actor hacia el 11 de octubre de 1960, en un espectáculo con los textos Petición de mano y El aniversario de Chejov. Me dediqué de lleno a la dramaturgia y la dirección y por eso ya contabilizo más de 300 montajes y unas 60 obras escritas.
Como puestista debutó en 1961 y reconoce que “la fecha se me ha borrado, pero no puedo olvidar que era en un espacio abierto en Naguanagua, donde hasta el Ejército tuvo que intervenir para controlar al público entusiasmado por una versión libre de la fábula La bella durmiente del bosque encantado que les mostraba”.
Torrence es clave para el desarrollo del teatro regional, ya que formó notables generaciones de comediantes, como Aroldo Betancourt, Kiddio España y Grecia Colmenares, entre otros, y logró apuntalar el Departamento de Artes Escénicas de la Universidad de Carabobo con la creación del TUC. También ha estado al frente del Compañía Regional de Teatro de Carabobo y, por si fuera poco, es el líder del Teatro Arlequín, con casi 50 años de labores, institución que desde 1993 dispone de una sala para 300 personas, un centro polivalente para las artes escénicas en la capital carabobeña.
Este artista, que ha enfrentado infortunios de toda índole, “porque los enemigos no duermen”, asegura que desde 1960 no ha dejado de teatralizar la cotidianidad y ahora espera editar un libro donde compilará sus creencias estéticas, para iniciar después así una severa revisión de todas sus piezas teatrales, antes de proceder a editarlas. “No he querido editar y después corregir. Reviso y después imprimo”.
-¿Tiene algún hechizo o formula para conservarse vital y vivir más?
-Creo que mi salud es consecuencia de mi esclavitud para con el teatro. Hasta ahora he sido sano, no tengo hechizos ni cosa parecida. No tomo licores, salvo un trago de cortesía en una reunión social. En mi casa comemos sanamente, con poca sal y sin manteca. Disfruto de los vegetales, las verduras y las frutas. El único ejercicio que hago son las caminatas matinales, durante una hora, en el Parque Metropolitano de Valencia.
Mascota
Miguel, quinto hijo de Aracelys Estrada de Torrence y Miguel Ángel, nació en Valencia el 22 de marzo de 1940. Comenzó a trabajar a los 11 años porque tenía que ayudar a mantener su familia, sin descuidar su formación política y cultural, para lo cual tenía como padrinos a intelectuales y políticos como Evaristo y Cayetano Ramírez. “A los siete años yo era la mascota del comité carabobeño del Partido Comunista de Venezuela. Cuando crecí participé en las actividades partidistas y hasta fui guerrillero. Después me distancié por el dogmatismo, pero soy izquierdista irreductible, marxista humanista. Mi formación fue fundamentalmente autodidacta y comenzó temprano, aunque mis padres me quemaron una biblioteca porque me estaba enfermando de tanto leer. Han pasado los años y además dejo como legado mis cuatro hijos, dos nietos y un bisnieto. Los Torrence continúan”.

No hay comentarios.: