La
pieza inaugural del VI Festival de Teatro de Caracas 2017 ha sido Labio de
liebre, una impactante producción de los grupos colombianos Teatro Colón y Teatro
Petra, escrita y dirigida por Fabio Rubiano, exhibida el viernes
21 y el sábado 22 en el teatro Municipal. Está fundamentada en las peripecias
de un sangriento jefe paramilitar o líder de sicarios que pudo negocia sus condenas
por los crímenes cometidos y pagar sus penas en el extranjero, pero hasta llegan fantasmas
de sus víctimas a pedirle explicaciones y así atormentarlo hasta enloquecerlo.
Uno
de esos fantasmas, demasiado vivos y expresivos, es un hombre con labio
leporino, que popularmente se conoce como "labio de liebre" o
"media jeta". Es una pieza, escrita, dirigida y
protagonizada por el versátil director del Teatro Petra: Fabio Rubiano. Él
autor considera que su montaje propone una reflexión sobre el perdón y la
venganza, propias de las tragedias: la que se espera que actúe a través de la
conciencia del victimario; la misma que acosa al tío de Hamlet o al rey Macbeth
con la presencia fantasmal de sus víctimas.
En Labio de liebre hay una familia de cuatro
campesinos a la que el protagonista ordenó masacrar, una familia que no está
idealizada, pues la intención de Rubiano no es invitar al público a
compadecerse de alguien, sino a que reflexione sobre aquello que se le muestra,
algo que revuelve las entrañas del público colombiano o de todo aquel ser
humano que rechaza la violencia sin son ni ton.
No está
de más recordar que la violencia en Colombia impera desde mucho antes del 9 de
abril de 1948, cuando mataron en la carrera séptima de Bogotá al líder popular
Jorge Eliecer Gaitán. Esa violencia colombiana no es más que una sangrienta teatralización,
sin maquillajes, de la milenaria lucha de clases de los poderosos contra los oprimidos,
pero que en el vecino pais ha sido armada y criminal, sin mayores explicaciones
culturales y aupada por los terratenientes, aunque los urbanos y cultos partidos
políticos, de liberales y de conservadores, la maquillan para poder gobernar alternándose.
El pueblo pueblo colombiano generó sus métodos de autodefensa, las guerrillas,
y aunque ellas ahora negocien la paz, son muy pocos los que creen en tanta belleza
o en ese teatro supuestamente culto cuyo guión es confuso. Otros colombianos
cruzaron las fronteras pero miran siempre l retrovisor para ver cómo cambian o
se agudizan las cosas de la patria que quedo atrás y que se lleva siempre en las
suelas de los zapatos,
Analizar
la realidad colombiana desde Venezuela no es fácil ni nada cómoda, especialmente
cuando se salió de allá hace 48 años y se ha comido el pan o la arepa del inmigrante.
Pero si conmueve ver en escena las peripecias de los que se quedaron e hicieron
frente a su destino, a la espera de una redención que no llega ni llegará jamás
si los pueblos no se alzan y toman el poder, por cualquier vía.
Este
espectáculo, exhibido con algunos contratiempos por fallas en el sonido, atrapa
al público por la magia de su presentación, por ese híbrido de teatro realista
con teatro fantástico, y porque sus actores son algo más que profesionales, son
colombianos paridos en esa tierra y que han vivido muchos de los hechos ahí mostrados.
Al final esta apuesta teatral, magnífica
en su escenografía, su iluminación y en sus metáforas visuales (como la de
los fantasmas que vomitan virutas de papel atragantados de injusticia)
descubre cómo representar el dolor de Hécuba de una madre que sabe
que van a matar a sus hijos, a la injusticia de saber que los hayan asesinado
como a los animales, junto con sus animales. Y a aquello que no los deja
descansar en paz: que el asesino los reconozca, los llame por sus nombres y
recuerde la sevicia con la que terminó con sus vidas.
Para
Rubiano, como lo ha declarado, es interesante ver cuál será la reacción del
público y estar en Venezuela en este momento coyuntural y tan álgido que vive
el país. “Creo que lo que hace la cultura es unir, no desunir, aparentemente
hay una tensión ahora entre Colombia y Venezuela, pero uno se pregunta ‘¿qué me
han hecho a mí los venezolanos?’ sobre todo en el ámbito cultural, y yo digo
‘nada’, ha habido las peleas de hermanos como se dan en cualquier familia”,
dice Rubiano.“Venezuela es un país vecino, con el que compartimos 2.000 kilómetros de frontera, hay muchos colombianos allá. Entonces para nosotros es muy importante ir, por toda la historia común”, asegura Patricia Ariza, ejemplar artista del teatro.
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