jueves, abril 27, 2017

Liebre y cola o el buen teatro colombiano en Caracas

Colombia presente con nueve obras en Festival caraqueño
Una de las gratas sorpresas del VI Festival de Teatro de Caracas 2017, organizado y producido por Fundarte, es un valioso paquete cultural de nueve espectáculos colombianos, de los cuales hemos visto dos hasta ahora y sobre ellos es que centramos esta primera reseña: Labio de Liebre y Donde se descompone las colas de los burros, resueltos por las agrupaciones Teatro Colón y Teatro Petra y Umbral Teatro, respectivamente,
PROLOGÓMENOS
Antes es conveniente informar que el teatro llegó a Colombia, durante la colonia española entre 1560 y 1820, pero solo se puede  hablar de teatro colombiano, exhibido  en Bogotá, en el edificio Coliseo hacia 1830, con temporadas de variopintos montajes y donde destacan, como curiosidad, que hombres interpretaban los papeles femeninos. Eso solo cambió hasta que en 1935 se creó la "Compañía mixta". Pero fue en el siglo XX cuando el teatro se extendió por todo el país llegando a Cali, Medellín, Cartagena y Popayán. En este momento surgieron otros actores, uno de ellos Luis Enrique Osorio, quien es considerado el fundador del teatro colombiano. Ya para después de 1950, surgieron compañías teatrales como el Teatro Escuela de Cali, el Teatro Popular de Bogotá, La Mamma de Bogotá, La Candelaria, entre otras. Fue justamente de estas agrupaciones de donde salieron grandes maestros del teatro como Enrique Buenaventura, Carlos José Reyes, Antonio Montaña y Santiago García. Ahora el teatro colombiano goza de identidad mundial y sus obras recorren el mundo entero.
LABIO DE LIEBRE
La pieza inaugural del VI Festival de Teatro de Caracas 2017 ha sido Labio de liebre, una impactante producción de los grupos colombianos Teatro Colón y Teatro Petra, escrita y dirigida por Fabio Rubiano, exhibida el viernes 21 y el sábado 22 en el teatro Municipal. Está fundamentada en las peripecias de Salvo Castello, un sangriento jefe paramilitar o líder de sicarios que pudo negociar sus condenas por los crímenes cometidos y pagar sus penas en el extranjero, pero hasta allá llegan fantasmas de sus víctimas a pedirle explicaciones y así atormentarlo hasta enloquecerlo.
Uno de esos fantasmas, demasiado vivos y expresivos, es un hombre con labio leporino, que popularmente se conoce como "labio de liebre" o "media jeta". Es una pieza, escrita, dirigida y protagonizada por Fabio Rubiano, el versátil director del Teatro Petra. El autor considera que su montaje propone una reflexión sobre el perdón y la venganza, propias de las tragedias: la que se espera que actúe a través de la conciencia del victimario; la misma que acosa al tío de Hamlet o al rey Macbeth con la presencia fantasmal de sus víctimas.
En Labio de liebre hay una familia, los Sosa, de cuatro campesinos a la que el protagonista ordenó masacrar, una familia que no está idealizada, pues la intención de Rubiano no es invitar al público a compadecerse de alguien, sino a que reflexione sobre aquello que se le muestra, algo que revuelve las entrañas del público colombiano o de todo aquel ser humano que rechaza la violencia sin son ni ton.
No está de más recordar que la violencia en Colombia impera desde mucho antes del 9 de abril de 1948, cuando mataron en la carrera séptima de Bogotá al líder popular Jorge Eliecer Gaitán. Esa violencia colombiana no es más que una sangrienta teatralización, sin maquillajes, de la milenaria lucha de clases de los poderosos contra los oprimidos, pero que en el vecino pais ha sido armada y criminal, sin mayores explicaciones culturales y aupada por los terratenientes, aunque los urbanos y cultos partidos políticos, de liberales y de conservadores, la maquillan para poder gobernar alternándose. El pueblo colombiano generó sus métodos de autodefensa, las guerrillas, y aunque ellas ahora negocien la paz, son muy pocos los que creen en tanta belleza o en ese teatro supuestamente culto cuyo guión es confuso. Otros colombianos cruzaron las fronteras pero miran siempre l retrovisor para ver cómo cambian o se agudizan las cosas de la patria que quedo atrás y que se lleva siempre en las suelas de los zapatos,
Analizar la realidad colombiana desde Venezuela no es fácil ni nada cómoda, especialmente cuando se salió de allá hace 48 años y se ha comido el pan o la arepa del inmigrante. Pero si conmueve ver en escena las peripecias de los que se quedaron e hicieron frente a su destino, a la espera de una redención que no llega ni llegará jamás si los pueblos no se alzan y toman el poder, por cualquier vía.
Este espectáculo, exhibido con algunos contratiempos por fallas en el sonido, atrapa al público por la magia de su presentación, por ese híbrido de teatro realista con teatro fantástico, y porque sus actores son algo más que profesionales, son colombianos paridos en esa tierra y que han vivido muchos de los hechos ahí mostrados.
Al final esta apuesta teatral, magnífica en su escenografía, su iluminación y en sus metáforas visuales (como la de los fantasmas que vomitan virutas de papel atragantados de injusticia) descubre cómo representar el dolor de Hécuba de una madre que sabe que van a matar a sus hijos, a la injusticia de saber que los hayan asesinado como a los animales, junto con sus animales. Y a aquello que no los deja descansar en paz: que el asesino los reconozca, los llame por sus nombres y recuerde la sevicia con la que terminó con sus vidas.
Para Rubiano, como lo ha declarado, es interesante ver cuál será la reacción del público y estar en Venezuela en este momento coyuntural y tan álgido que vive el país. “Creo que lo que hace la cultura es unir, no desunir, aparentemente hay una tensión ahora entre Colombia y Venezuela, pero uno se pregunta ‘¿qué me han hecho a mí los venezolanos?’ sobre todo en el ámbito cultural, y yo digo ‘nada’, ha habido las peleas de hermanos como se dan en cualquier familia”, dice Rubiano.
COLA DE LOS BURROS
 Una característica del teatro colombiano que verá el público venezolano es sus obras tocan siempre la temática de la violencia, como se materializa en Labios de liebre, y como se constata en Donde se descomponen la cola de los burros de Carolina Vivas y dirigida por Ignacio Rodríguez, donde se denuncia a las ejecuciones extrajudiciales, cometidas siempre con ciudadanos inocentes o simplemente sospechosos.
La saga teatral, en palabras de Vivas, se centra en Pedro Cangrejo, campesino desaparecido por el Ejército y cuyos secuaces tratan de hacerlo pasar por criminal y de la lucha de su madre para rescatar el cadáver y darle una cristiana sepultura, en medio del terrorífico clima social que crea el nocturno toque de queda. Es una denuncia concreta sobre los falsos positivos de la nación neogranadina, que han dejado más de 25.000 desaparecidos.
El hermoso y convincente espectáculo de Rodríguez, presentado en el teatro Bolívar, los días  sábado 22 y domingo 23 de abril, es de carácter  multidisciplinario, ya que combina la música en vivo, elementos multimedia como el mapping y un depurado teatro físico, hasta obtener  una hermosa y patética cantata, con imágenes poéticas y provocadoras sobre esta “tragedia contemporánea” a la colombiana, aunque eso de los “falsos positivos”, y hay que decirlo aquí, es una epidemia en todo el continente americano; donde aún hay autoridades interesadas únicamente en llenar estadísticas sin importarles si hay justicia de por medio o si son inocentes o culpables los ciudadanos que eliminan o desaparecen, porque lo que les interesa no es eso: sino la actividad depurativa realizada.
“Yo digo que no es la historia de unos padres a los que se les desaparece el hijo; digo que es la historia de un personaje que no está de acuerdo con el destino que se ha escrito para él”, ha dicho Vivas. “Nosotros creemos que la función del teatro es hacerse ese tipo de preguntas frente a una realidad tan cruda, pero al mismo tiempo poder buscar unos lenguajes y unas miradas que nos devuelvan puntos de vista distintos sobre el problema”, comenta Rodríguez.
Es una lástima que solo hayan tenido dos funciones porque la comunidad teatral venezolana debía de haberla disfrutado mucho más.Además, y me molesta reiterar esto,pero nada hay tan nacional, tan proveniente de las raíces de un pueblo,como su teatro.

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