A escasos 24 años de ese evento cultural, en el Trasnocho Cultural
hemos aplaudido el remontaje de la misma traducción y versión de Cartas de amor, con las excelentes
caracterizaciones asumidas por Mariángel Ruiz y Héctor Manrique, quien además asumió la reposición del actual
espectáculo, ciñéndose a los lineamientos del montaje que hizo Miriam Dembo,
pero dándole matices muy histriónicos a su personaje.
Y para que la audiencia del Trasnocho Cultural
se divierta, la productora Carolina Rincón organizó tres parejas más de
comediantes, integradas por los actores Prakriti Maduro y Sócrates Serrano,
Julie Restifo y Javier Vidal y María
Cristina Lozada y Jorge Palacios, quienes se estarán alternando hasta el
próximo 8 de octubre, cuando culmina este temporada, con lo cual se podrán
ponderar las respectivas caracterizaciones de los protagonistas de este
enternecedor espectáculo, que es algo
más que una historia existencial estadounidense
a partir de una intensa correspondencia, costumbre que ha menguado notablemente
en este siglo como consecuencia de los emails y otros progresos
comunicacionales electrónicos. Pero el amor no ha cambiado, a pesar de los obstáculos,
como el Sida, y, todavía, anda por ahí buscando a quien cambiarle la vida o
invitarlo a escribir cartas o emails, entre otras cosas.
TEATRO
ESTADOUNIDENSE
Y para ponderar lo aquí afirmado sobre esa obra
destacada del teatro estadounidense, hay que comprender que desde 1920, como enseña
Isaac Chocrón, cuando se estrenó Más
allá del horizonte de Eugene O´Neill, con fanática insistencia, con desgarradora
honestidad y con una clarividencia digna
del mejor teatro de todos los tiempos, los más destacados autores de Estados
Unidos han testimoniado el complejo tránsito social, económico y político que recorrió
ese país desde las etapas sociológicas del American
Dream a la American tragedy. Esa
dramaturgia fue consecuente con su sociedad y en la escena asumió las
características preponderantes que han formado su destino: el mundo psicológico
de la década de los 20, el mundo exterior de los 30 y los 40; el mundo interior
como una realidad más tangible que la realidad circundante de las décadas posteriores;
llegando incluso a plasmar a todo un
pueblo en las obras de sus más importantes dramaturgos. El “lado oscuro” de la
experiencia estadounidense aparece, pues, en su teatro, dando así un ejemplo a
los demás paises del continente, donde Venezuela, como es obvio, aprendió
también lo suyo, gracias a sus autores teatrales.
Chocrón, que además de destacado dramaturgo
venezolano fue un gran analista del teatro estadounidense, afirma que Albert Ramsdell Gurney Jr., profesor de literatura en el Instituto Tecnológico de
Massachusetts, sin embargo no comparte los temas persistentes que le sí le dieron
gran fama y prestigio a Eugene O´Neill (la fatalidad el destino), Arthur Miller
(la moral social), Tennessee Williams (la total amoralidad) y Edward Albee (la
quiebra social y personal).El emprende el proceloso camino de la sátira social,
con unos personajes que son siempre de la clase alta, de esos protestantes
blancos, los llamados wasp, a quienes exhibe desequilibrados por las mismas
normas sociales a que se han ceñido sin
chistar, sin importarles perder el goce de estar vivos, con tal de mantener la apariencias
pesar que todo un cambiante mundo exterior se los está llevando por delante,
cual si fuesen cajitas de cartón arrastradas por un devorador río.
Cartas de amor (estrenada hacia 1988 en Nueva York) es, pues, una intensa pieza
teatral epistolar, donde una actriz y una actor, se asumen como el ambicioso y
arribista abogado Andrew y la millonaria romántica, alcohólica y frustrada
artista Melissa, quienes se van enviando y leyendo su correspondencia desde 1937 hasta los años 70, desde que se
conocieron en el segundo grado de su
escuela primaria hasta que, 50 años después, ella se suicida y el termina por
confesarle, en carta que finalmente le dirigió a la madre de ella, el gran amor
que siempre le tuvo y lo poco generoso que fue al no haberla amado a pesar de
los convencionalismos y otras ataduras sociales.
AMOR PARA CURAR O MORIR
Cuando vimos por primer vez a Cartas
de amor escribimos, y aquí lo reiteramos de nuevo, que es una oportuna invitación
a reflexionar sobre el amor, el único sentimiento que iguala a todos los seres
humanos y que es capaz de hacerlos acometer las más grandes conquistas o proezas,
o, en el caso opuesto, de sumergirse en las más abyectas y siniestras
conspiraciones, con tal de obtener o preservar al ser amado o de impedir que
otros lo disfruten.
Para comprender como Melissa y Andrew hacen sus terapias psicológicas
ante una carta, hay, por supuesto, que saber cómo era la vida en esos sectores
de las clases medias de Estado Unidos antes de los años 80, antes de que
irrumpiera “la enfermedad del siglo”, que conspiró contra el amor e incluso pretendió,
prohibir el amor o sacrificar el amor mismo, como oportunamente lo advirtió
Susan Sontag. El Síndrome de la Inmunodeficiencia Adquirida (Sida) llegó para
alterar las conductas sociales y exigir cambios rotundos en las relaciones
sociales y sexuales. Aquí en Venezuela el Sida diezmó a su mundo artístico y
creó una crisis generacional de la cual aún no se recupera.
Por supuesto que Cartas de
amor es un gran espejo que muestra todo lo que puede ocurrir a quienes no
se atreven a dar el gran salto, a vivir de acuerdo a sus impulsos y abandonar las
conductas caducas de una sociedad anquilosada y atada al pasado. Ahí es cuando
hay que lamentarse de lo no hecho. Ahí queda solamente queda llorar amargamente
lo realizado, más nada.
Este espectáculo del año 2017, como aquel del 1993, sin ser
novedosos, como tampoco lo es el hecho de que dos seres humanos se carteen
consecuentemente, son educativos y entretenidos. El montaje se limita a mostrar
sendos escritorios, desde donde una mujer y un hombre, cómodamente sentados leen
de manera activa la carta que están enviando o que han recibido. Esa emotividad,
ese degustar de cada una de las palabras, esa poesía presente en cada una de su
oraciones, es más suficiente para atrapar la atención del más renuente espectador
ante ese tipo de espectáculos estáticos, esos donde no pasa nada físico en la
escena, pero todo si transcurre en el alma en el alma de cada uno de los espectadores.
Es un espectáculo que se disfruta desde el cerebro y los respectivos sentimientos
de cada uno de los ahí presentes.
Es, pues, y debemos reiterarlo, una lectura dramatizada,
totalmente aleccionadora sobre el amor o con las relaciones humanas de mayor o
menor intensidad y honestidad .Es un teatro que transcurre en la imaginación
del espectador. No todo el teatro es así, pero siempre será un cuento bien
echado y un regalo para la inteligencia y la paciencia del público.
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