Esta es la grafica de un montaje del venezolano Moisés Kaufman en Nueva York |
Y Carlos Giménez (Argentina, 1946/Venezuela,
1993) respondió a la prensa de Bogotá (1991): “mi principio básico es que el
teatro debe intentar interpretar y poetizar la vida, no copiarla”.
Citamos
a este artista, fundador de la agrupación Rajatabla, en 1971, porque ese, su más
importante proyecto social y cultural, ya lleva 47 años de labores continuas,
unas muy bien acertadas y otras innombrables, como han sido sus más recientes montajes:
Terror y miseria del Tercer Reich (2017) y Frida,
pasión y canto (2018); y además consideramos conveniente y oportuno recordar
algunas de las enseñanzas teóricas del ausente "capo" sobre
lo que fue, o era, su arte teatral, el
cual intentó enseñar, porque ahora son tiempos de gran confusión estética los
que se viven en esta Tierra de Gracia, ya que se quiere innovar sin experimentar,
se quiere comer pescado sin mojarse la cola, como diría un filósofo popular.
Para
el fundador de Rajatabla, como él mismo lo explica en nuestro libro Carlos Giménez, Tiempo y espacio (1993),
“poetizar la vida desde el escenario quiere decir extractar los temas que son
importantes para el Hombre y hacerlos ver desde una perspectiva del arte. Es
como cuando un extraordinario fotógrafo puede descubrir a través de la luz de
un atardecer la presencia de Dios, mientras otro registra el momento a través
de una foto instantánea, que no recoge ni siquiera el instante, que es
solamente una foto fija sin tiempo y ni nada. Nosotros intentamos interpretar
la vida y sobre todo trabajar con ciertos signos que determinen la permanente traslación
de la geografía teatral sobre el escenario. La geografía teatral es el espacio,
lo que el público ve; es la sensación de que no hay un decorado fijo, de
que aquello que el público ve, es tan
natural como la vida misma. De tal forma que basta con mover cuatro paredes y
encender un reflector para que la gente pueda imaginar la luna en el desierto.
Sentimos también una necesidad imperiosa de relacionar, de manera cruel si se quiere,
el tiempo y el espacio, porque el espacio es para nosotros una geografía
definida: el pais, la familia, la ciudad que habitamos. En cambio, el tiempo es
una mentira, una ficción; éste momento que vivimos, que ya pasó, nosotros somos
el pasado de lo nacerá mañana. Lo que sucede es que hemos hecho del tiempo una
rutina porque le tenemos miedo, terror, es como un mal que nos persigue de una manera
inmisericorde”.
¿Qué hace que un espectáculo sea bueno?
Puede
haber espectáculos buenos y malos, lo terrible es que no tengan su propio discurso
estético. Tiene que haber una lectura, lo que no pueden permitirse los artistas
es ser trabajadores free lance, esa especie
de gente que está en la profesión de visita, que hoy dirigen una cosa y mañana
otra. El paso de un hombre por el arte debe ser su paso por la vida. Una vez
declaré que el teatro es la crisis, porque el arte es la crisis. El arte nace
de la crisis. Es un estado de compulsión interior. Es un acto de felicidad, pero
lo que es un clima de angustia. Cuando se culmina bien llega el vacío. No hay nada
más sorprendente como el estado de vacío que llega después de un estreno. Ya la
historia no es enteramente de uno, ya es de todos, ya tiene su propia vida, los
personaje existen por si solos. Por eso, sí pudiera desaparecer el día del estreno,
después de la función, lo haría. Para mí el día del estreno es un día de
ruptura profunda, porque es como una familia a la que de pronto se le casa los
hijos y esa noche se van de luna de miel y dejan la casa paterna. De cualquier
manera, creo que los artistas se crecen en las crisis, estas son como un desafío
a la voluntad, a los valores más profundos de la condición humana.
¿Cree usted que el arte debe tener un
compromiso político?
Creo que estoy más cerca de lo que dice César
Vallejo: El arte verdadero es el que
modifica químicamente al hombre y por eso es revolucionario. El arte es
revolucionario porque modifica las esencias fundamentales de la condición
humana y no porque está al servicio de una ideología determinada porque deja de
ser arte.
¿Y de la crisis del teatro que puede
decirnos?
Se
habla de crisis en el teatro, pero ha sido siempre una crisis permanente; es
una expresión verdaderamente creativa que no está sujeta a ninguna ley; es
imprevisible. En Venezuela hay crisis de creatividad, aunque se han dado logros
gremiales que indican madurez, como la recuperación de los festivales nacionales;
en los últimos tiempos hay un marcado descenso cualitativo, como una especie de
modorra en el teatro venezolano. Hay como una falta de audacia en los planteamientos
teatrales. Yo creo que aquí hay que promover la investigación creadora, que el Estado
invierta en eso, que exija con su inversión una vaina tan buena que esa
inversión se justifique.
¿La causa de esa modorra?
La
lucha contra la rutina es fundamental para el creador. La televisión consume su
propio esfuerzo, hace que el televidente se olvide pronto de lo que hizo ayer,
y la publicidad insiste en lo que va a presentar mañana. El creador teatral en
televisión está condenado a muchas horas de trabajo continuo y enajenante. La
televisión es suicida para un dramaturgo.
¿Qué saldrá de los festivales
internacionales de teatro para el teatro venezolano?
Una revolución química entre los creadores y
el público. No habrá frutos inmediatos, pero, como decía García Lorca, el teatro es un barómetro. Yo creo que
hace falta una violencia creadora. El teatro no debe ser pensado en función
comercial porque es lo deficitario del mundo, su ganancia es el beneficio que
obtiene el hombre mismo
¿Hacia dónde va Rajatabla?
Ahora
no sabemos hacia dónde vamos; montamos un espectáculo muy grande, creo que el
más importante desde todo punto de vista: Peer
Gynt, de Ibsen; realizó una pretemporada en Caracas de ocho funciones, en
1991. Fue un profundo desafío por la relación con el público, el espectáculo duraba
cuatro horas y media; estaba dividido en tres actos. En esencia, el personaje
se enfrentaba a dos opciones: o ser el mismo o bastarse a sí mismo. El próximo
montaje será La tempestad de
Shakespeare, que estrenaremos en agosto, de 1991, en el Festival Latino de
Nueva York, al aire libre en el Central Park. En dicha obra hay frase que dice,
el protagonista: estamos hechos de la misma
materia de los sueños. Eso es precisamente, lo que nosotros hacemos: unas
veces un sueño, en otras ocasiones una pesadilla.
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