El
Quinto Festival de Jóvenes Directores Trasnocho avanza con la positiva
convocatoria de una audiencia atraída por la publicidad centrada en las
dramaturgias elegidas y porque se trata de una única, auténtica y desesperada
alternativa artística, apuntalada en la aguerrida juventud de sus
participantes. Este país es siempre un baúl de gratas sorpresas y lo demuestra
la existencia y permanencia de este evento convocado y organizado por el sector
artístico privado que se abstrae del complejo contexto exterior y hace una
muestra de respetable teatro para divertir y pensar.
Ya
han sido presentados, durante dos fines de semana del pasado mes de enero en El
Espacio Plural, los espectáculos Cucarachas
de Cristian Cortez (Ecuador, 1972) y Prohibido
suicidarse en primavera de Alejandro
Casona (España, 1903/1965), bien dirigidos por los jóvenes Jeizer Ruiz y Jorge
Roig Graterol, respectivamente, a quienes habrá que seguirles la pista porque
ahora hasta ahora demostraron mucha pasión y cultivados talentos materializados
en sus trabajos. El futuro de ellos y de todos los participantes se construye
con estudios e investigaciones y los necesarios soportes financieros, además de
una comunidad comprometida con el desarrollo de esos nuevos poetas de la escena
teatral, como ha sido durante las últimas décadas, de las cuales somos testigos.
Este
evento, valioso proyecto de la Fundación
Trasnocho Cultural que busca la profesionalización de una generación de
artistas menores de 35 años, tiene programados otros seis montajes y ha de culminar el venidero 10 de marzo, tras de
exhibir las puestas en escena de Andreína
Polidor con La misión de Heiner Müller (Alemania); Camila
Rodríguez, Riñón de cerdo para el desconsuelo de Alejandro Ricaño
(México); Edward Parúh, Nueve días de guerra en Facebook de
Mario Moncada (México); José Dávila, Largo viaje hacia la noche de
Eugene O'Neill (EEUU); Leo Mendoza, La máxima felicidad de
Isaac Chocrón (Venezuela); y Martín Dávila, Esperando al zurdo de
Clifford Odets (EEUU).
Hay que subrayar que los ocho directores
del Quinto Festival, quienes fueron
elegidos por la calidad de los proyectos presentados a concurso, son los
responsables financieros de las respectivas producciones y tienen únicamente
seis presentaciones por montaje. Los dos ganadores de la competencia de este
2019, para lo cual hay un jurado ad hoc, podrán presentarse posteriormente en
el Trasnocho y en el Centro Cultural Chacao, durante cuatro fines de semana. La
historia, estamos seguros, registrará sus periplos. El futuro se construye día
a día, gracias al público y la comunidad artística.
Vimos, pues, el pasado 26 de enero, los
montajes que firmaron Ruiz y Roig. Quedamos muy satisfechos, no solo por la
calidad de esos textos de un teatro contemporáneo que predican filosofías
sensatas y algunos modos o maneras para afrontar el devenir existencial de
hombres y mujeres, gracias a las dramaturgias de Cortez y Casona. Además la frescura
de las actuaciones demuestra que hay
talento teatral emergente.
ECUADOR
Cortez con su Cucarachas (2010) propone un comprometido valiente y bien
estructurado texto de denuncia sobre las peripecias de la inmigración
latinoamericana en Estados Unidos de América, la cual en este montaje se centra
o corporiza con tres jóvenes venezolanos quienes habitan en un sórdido sótano
de un edificio de Nueva York, durante una nevada, entregados a la difícil
sobrevivencia por la precariedad económica en que viven. Ahí actúan Ignacio Marchena, Ricardo Lira, Leandro Campos, quienes encarnan
a Walter (un travesti portador de Sida), su cainítico y homofóbico hermano
John, y Billey, un amigo que dejó en Caracas a su paraje y su hijita. Hacemos
hincapié en las depuradas y convincentes performances de estos comediantes.
Ellos encarnan a un enfermo que ya no convence con su imitación de la diva
Maria Feliz, a un jovenzuelo inmoral y capaz de denunciar a su hermano porque
no tiene documentos legales de inmigración y además quiere cobrar una supuesta
recompensa, y un desesperado músico empeñado en triunfar para poder mantener a
su familia que se ha quedado en Venezuela.
Un verdadero golpe al estómago y un pellizco en el corazón es lo
que deja este montaje, realizado con veloz ritmo escénico, sin afectar la
dicción y con satisfactorias caracterizaciones. Es un espectáculo, de unos 80
minutos de duración con mínimos recursos escenográficos, muy oportuno para los
tiempos de inmigración que han asumido algunos valientes venezolanos, a pesar
de que allende las fronteras los consideren unas “cucarachas” y tratan de
“aplastarlas”
ESPAÑA
Hemos perdido la cuenta de las versiones vistas de Prohibido suicidarse en primavera, que no es más que una alocada comedia
donde existe un establecimiento u hotel –“El hogar del suicida”- dedicado en facilitar el suicidio a la gente que se cansó de
vivir o que ya no tiene razones para seguir existiendo. Es una comedia absurda
y por ende divertida por las inverosímiles situaciones de sus personajes. Es un
teatro que tiene éxito casi siempre que se presenta bien producido, como lo ha
logrado Roig Graterol.
Pero de lo que si estamos seguros es que
la versión y la dirección que logró Roig Graterol es la más audaz y
contemporánea versión que nos han mostrado hasta ahora. Se trata de una pieza y un
montaje que convierten en un delicioso canto a la vida y un rechazo a las
soluciones fáciles que puede proporcionar un suicidio para no luchar, tal como
lo concibió Casona, a quien le tocó vivir y soportar la oprobiosa dictadura del
generalísimo Francisco Franco.
Roig Graterol consiguió y manejó un
diestro elenco y con todos ellos realizó su montaje, cercano a los 90 minutos, en
un bien diseñado y realizado dispositivo escenográfico, donde se muestra y se demuestra
como a la vida hay que buscarle siempre una explicación o un motivo, donde no
se puede vivir sin metas o compromisos, sin pretender con esto hacer una filosófica
existencia.
A “El hogar del suicida”, peculiar lugar donde las almas en pena y
los desesperados pueden ponerle fin a los tormentos de su vida, llegan
accidentalmente dos periodistas que con su alegría y pasión por la vida
transforman completamente los diferentes estados anímicos de los supuestos
enfermos. Una serie de encuentros y desencuentros entre los personajes, que
oscilan entre cómicos y dramáticos, permiten que se cumpla el principal y
quizás único objetivo de la clínica: lograr que los enfermos se desentiendan de
ese deseo de morir.
Roig Graterol, un periodista vinculado a la televisión caraqueña, quien
debuta ahora en la dirección teatral con una pieza estrenada en 1937 que él
mismo ha decidido adaptar para presentarla al público actual, logra dar
vida a una siempre vigente comedia de enredos donde sus personajes emprenderán
un viaje para reconocer que aún hasta para morir hace falta tener determinación
y que esta, es mejor usarla para encontrar y aferrarnos a aquellas cosas que
hacen que nuestra vida feliz.
“Esta es una obra que me ha acompañado desde que me inicié en el teatro
cuando apenas estaba en el colegio y me propuse como reto el modernizar este
clásico que por su mensaje sigue tan vigente como en el momento que se
escribió” asegura Roig Graterol sobre su primera incursión en la dirección
teatral
Protagonizada por elenco de lujo, este montaje divierte y hace
reflexionar sobre como los problemas cotidianos a veces nos hacen olvidarnos de
las cosas importantes de la vida, gracias además al lujoso elenco encabezado
por Rafael Monsalve, Elvis Chaveinte, Claudia Rojas, Nakary Bazán, Francisco
Aguana, Raoul Gutiérrez, Nerea Fernández, Erick Palacios y Beatriz Tícali.
No hay que olvidar que el Festival de Jóvenes Directores, creado y
realizado por el Centro Cultural Trasnocho, durante los últimos cinco años, ha
servido hasta ahora como plataforma para que jóvenes creadores puedan exponer
sus inquietudes con sus puestas en escena novedosas que reflejan las
intenciones de una urgente y necesaria generación emergente en el teatro
venezolano.
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