miércoles, enero 16, 2019

Se quiere morir Néstor Caballero

Néstor en tiempos mejores.
 Nos vimos en una cola que hacia porque tenía que firmar la necesaria fe de vida para seguir cobrando la pensión que le otorgaron por el Premio Nacional de Teatro, años ha. Pudimos así constatar su débil estado físico y escuchar casi todo de lo que le pasa, mientras se fumaba tres cigarrillos en las escaleras del pórtico de la Casa del Artista. Nos referimos al célebre dramaturgo venezolano Néstor Caballero, nacido en Aragua de Barcelona, Anzoátegui, el 7 de julio de 1951, autor de no menos de una treintena de textos exitosos, la mayoría representados o convertidos en películas.Él y Rodolfo Santana son los grandes escritores teatrales de Venezuela y constituyen un verdadero patrimonio.
“Me quiero morir Morenito”, fue lo primero que nos lanzó y lo repitió a lo larga de esa amarga conversación, que convertí en entrevista para hacerla conocer de los lectores y buscar además conmover a la gente que tenga el poder para ayudarlo a sobrevivir hasta que le llegue la muerte natural. Ese “me quiero morir” repetido como coletilla en sus respuestas, fue tan patético que se nos instaló en los tímpanos y lo más seguro es que nos persiga hasta en sueños.
¿Por qué desea la muerte?
Estoy solo y abandonado y además estoy viviendo en precarias condiciones, especialmente durante los dos últimos años.
¿Morirse es muy fácil: está el suicidio, por ejemplo, y lo puede hacer en el Metro y causar además un escándalo y recibir las maldiciones de miles de personas perjudicadas por ese arrollamiento?
No, eso no, no lo quiero hacer porque sería una pesada culpa para mis hijos y las mujeres que me amaron. Espero que le muerte me sorprenda, de repente.
¿Qué males tiene?
Todos los posibles males en un viejo que no puede, incluso, conseguir las medicinas. Ya se me están cayendo los dientes y eso afectara mi digestión.
¿Cuantos Caballeros hay regados por ahí?
No, mis hijos no son Caballero. Mi nombre legal es Néstor Rafael Martínez Caballero. Yo uso el apellido de mi madre para recordarla, mi padre era un militar. Son cinco vástagos. Fueron engendrados en los matrimonios que tuve con Mireya Tabúas, Beatriz Cifuentes y Dalila Colombo, además de una relación libre con Gennys Pérez, pero  su muchacho no lleva mi apellido por culpa de ella.
 ¿Pero ella dice todo lo contrario?
Que Dios y ella me perdonen, no nos pudimos entender. Muchos hombres no avizoramos el futuro, las rutinas existenciales nos absorben.
¿Pero usted no ha pedido ayuda a los diversos organismos del Estado venezolano?
Si, algunos me han ayudado, pero no fueron satisfactorios. Me metieron a un asilo en el oeste y tuve que salirme porque no me dejaban pasear ni salir a la calle. He optado por vivir, por ahora, en el depósito de un edificio, en Chacao.
¿Pero qué quiere o necesita?
Un espacio cómodo, con los servicios básicos, donde pueda estar. Y eso solo lo tiene un asilo decente, como donde está mi amiga Antonieta Colón. Los ministros que me han atendido en estos años me lo ofrecieron hasta ahora. No tenemos cultura de la vejez en Venezuela, porque todos creemos que seremos jóvenes y bellos hasta la muerte.
¿Y cómo es el sitio donde vive ahora
Es un espacio cerrado, abandonado y con mucha precariedad.
¿Qué pasó con el dinero ganado con su teatro?
Se gastó con mis mujeres y mis hijos y no guarde nada, no seguí el consejo de las ardillitas. Ahora sobrevivo con dos pensiones. La de la Casa del Artista y la del Seguro Social, pero no alcanza, Y lo peor es que estoy solo y a la buena de Dios. Creo que si viviera Chávez esto no me hubiese pasado.
¿Por qué Chávez?
Él me ayudó muchísimo y hasta me hizo director de la Compañía Nacional de Teatro.
¿Cómo fue eso de la Compañía? ¿Hay muchas leyendas de esa etapa?
 Chávez me mandó a que ayudara a Tarek William Saab en la gobernación de Anzoátegui como secretario de cultura y lo hice, pero tuve que abandonar la CNT y al final me quede sin el chivo y sin el mecate. Chávez me habría ayudado un poquito.
¿A usted lo representan muy seguido, dentro y fuera de Venezuela?
Sí, pero tuve que pedir que no le dieran los dineros a Sacven y los destinaran a un hijo mío que está en Estados Unidos para poder recibir los dólares a tiempo, pero todo se gasta.
¿Qué hace ahora?
Aburrirme, dormir cuando puedo, llevo dos años que no puedo escribir nada.
 Y se marchó hasta la estación Colegio de Ingenieros, fumándose su cigarrillo, apoyado en su bastón. Iva barbado, con una franela amarilla y un pantalón marrón, coronado por una gorra de tela de cuadritos, pensando, quizás, en lo que almorzaría y la siesta que tendría mientras le llega lo que necesita o la muerte que le evitaría más penurias. No se puede envejecer solo y sin lo básico para avanzar en ese viaje hacia la eternidad. No hay, por ahora, un manual para envejecer en Venezuela, fue lo último que nos recordó.

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