miércoles, enero 02, 2019

Vigencia de un baño femenino

Aníbal Grunn revisa y monta el gran texto de Rodolfo Santana.

A 31 años del estreno de Baño de damas en la sala Anna Julia Rojas, del otrora Ateneo de Caracas, logrado por el creativo y guerrero Ibrahim Guerra, el director Aníbal Grunn realizó una ejemplar versión escénica – o mejor llamarla autoría escénica- del célebre texto de Rodolfo Santana e hizo histórica temporada en el teatro Alberto de Paz y Mateos y en el teatro Nacional, además de una gira por seis ciudades de Venezuela; todo eso como como parte de  la programación 2018 de la Compañía Nacional de Teatro, institución productora que comanda Carlos Arroyo.
Las reacciones del público venezolano  de este siglo XXI deben ser tomadas en cuenta no solo por los artistas sino también por los analistas del teatro criollo, sin dejar por fuera que este montaje de Baño de damas, el tercero que se logra después de que también la presentara Gerardo Blanco en la otrora sala ateneísta durante la temporada 2002, el vestuario y la escenografía son creación de Hector Becerra y participa un sólido elenco de profesionales integrado por Aura Rivas, Francis Rueda, Jean Manuel Pérez, Citlaly Godoy, María Brito, Dora Farías, Livia Méndez, Marcela Lunar, Marxlenin Cipriani,  Kala Fuenmayor, Verónica Arellano, Randimar Guevara y Gustavo Meléndez.
Para este montaje 2018 - ambientado en el supuesto foyer del baño de una discoteca caraqueña- el director Grunn desechó el brutal hiperrealismo propuesto por Santana, ya que no quería que se observaran las pocetas ni los lavamanos de los baños tradicionales, y se entregó al estudio y revisión, además de discretas podas, del texto original; porque quería trabajar sobre las sagas íntimas de las mujeres venezolanas ahí representadas, con ese “mundo maravilloso, complejo y tan actual”.
Cuando descubrió el verdadero conflicto de la que sería su versión, ambientado en un local de la Caracas contemporánea, se dio cuenta de lo que pedía Santana, hacia donde apuntaba sus baterías. Se trataba de “una obra coral, donde todas se unen para enfrentar su gran conflicto: el machismo a la venezolana”. Y todo el elenco aceptó que se trataba de hacer una comedia no solo para que el público la pasara bien, sino que también reflexionara a partir de los 14 cuentos personales que ahí se iban a plasmar.
De todo ese trabajo de mesa quedó una sinopsis relativamente simple: una mujer (abuela “de pueblo”)  cuida los baños y tiene que atender a su nieta de 15, que lleva tres meses de embarazo , al tiempo que espera por un informe médico sobre su esposo hospitalizado de emergencia; y todo esto se desarrolla, a lo largo de 70 minutos de tiempo real, donde doce mujeres y dos hombres desocupan sus cuerpos y sus almas de todos los conflictos que les acosan: un marido celoso que golpea a su pareja, una parejita de jovencitas consumidoras de drogas y además lesbianas-pero que no se asumen  sino que todo lo explican con su feminismo- quienes son recriminadas por una alegre madre que quiere lo mejor para su hija; una actriz de televisión que disfruta de su fama y de la solidez de su cuerpo; un transexual que trabaja como mesonero en ese local y además sueña someterse a una operación  definitiva en Bogotá; un diputado de la Asamblea Nacional que todo lo resuelve a puñetazos y amenaza a quienes se le opongan con un pistolón, y una mujer que planifica abortar para evitarse mayores problemas en su relación con la pareja que tiene. En fin, un mundo femenino, a la venezolana, en su mayoría entregado a la diversión, pero sin olvidarse que la vida continua después de ese noche de jolgorio.
En síntesis, Baño de damas no es una simple comedia para reírse a costillas de los personajes ahí plasmados, pues ahí están los ejemplos básicos de la violencia de género, las prácticas abortivas, los embarazos no deseados ni planificados por no existir una cultura sexual racional, además de otras “perlas”, como la homofobia y la transfobia. Una temática global que hace décadas era un asunto cotidiano y que ahora en segunda década del siglo XXI no ha sufrido mayores alteraciones, salvo que la transexualidad ahora es más aceptada y cuenta con mayores y mejores técnicas para la temible RQS, pero las discriminaciones están a flor de piel, a pesar que la CRBV 1990 impera…pero no se aplica totalmente.
MONTAJE 2018
Santana llegó a la elaboración de este texto porque escuchó una grabación de conversación de unas mujeres en una discoteca caraqueña y de ahí salió un texto ampuloso, que inicialmente duraba dos horas en escena.
El montaje de Grunn es austero, nada de excesos, los personajes entran y salen al foyer, van a los baños, y vuelven a la rumba, mientras que la cuidadora del baño espera el desenlace fatal de su marido, con más de 30 años de matrimonio, y recrimina la liberalidad sexual de su hija. Muestra una cotidianidad casi kafkiana: unos trabajan y sufren mientras que otros se divierten. La realidad siempre será superior a la ficción teatral, por supuesto, otros dirían que vivimos el mito de Sísifo sin saberlo.
Para Grunn, Baño de damas no es solo una obra de mujeres, definitivamente es una obra feminista, donde los valores, debilidades, inseguridades, contradicciones y luchas están presentes en el escenario. Cree que el universo profundo de ellas, las clases sociales, sus miedos y sus aciertos están representadas en la obra y muchas de esas situaciones no están resueltas. Ellas, las mujeres, y los transexuales y las lesbianas viven y cuando entran al baño, se sienten seguras, unidas, acompañadas, fuertes. El sector masculino está mal representado, es brutal y verosímil pero Santana no tuvo tiempo de maquillarlo.
El público, que significa el éxito o el fracaso del espectáculo mismo, disfruta de principio a fin y en la escena final o el desenlace, cuando las mujeres y el transexual le caen a golpes al diputado abusador, aplaude frenéticamente, cual si fuese otra representación de la legendaria obra Fuenteovejuna (1619) de Lope de Vega, cuando el populacho castiga al tirano y clama por la presencia del rey, siempre de origen divino.
 A buena hora se muestra esta pieza por su carácter moralizador y porque da oportunidad al lucimiento de una nueva generación actoral que se está formando, al lado de intérpretes destacados como Aura, Francis y Livia, entre otros.
No podía cerrar esta crónica sin dejar de comparar este Baño de dama con Oficina No.1, la versión escénica que hizo Carlos Gimenez de la novela celebre de Miguel Otero Silva, su último montaje, que estrenó en junio de 1992, en la sala Anna Julia Rojas. Ese espectáculo, para el cual se utilizó la versión adelantada por Larry Herrera, era una metáfora sobre el país venezolano, una moneda  de dos caras,  la soledad de dos mujeres, Carmen Rosa y Greta Garbo, una enamorada del  hombre imposible y la otra una prostituta , una misma identidad  que es la soledad  de un proyecto humano fracasado. Y lo cito aquí porque Aníbal Grunn fue un alumno dilecto del ahora ausente y aquí no solo lo alude sino que aplica su sensacional autoría escénica, que lo que hizo grande.
Gracias, pues a Grunn y a la CNT un clásico del teatro criollo volvió a escena y ahora en este 2019 también tiene varias presentaciones ya organizadas.


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