Aníbal Grunn revisa y monta el gran texto de Rodolfo Santana. |
A 31 años del estreno de Baño de damas en la sala Anna
Julia Rojas, del otrora Ateneo de Caracas, logrado por el creativo y guerrero
Ibrahim Guerra, el director Aníbal Grunn realizó una ejemplar versión escénica –
o mejor llamarla autoría escénica- del célebre texto de Rodolfo Santana e hizo
histórica temporada en el teatro Alberto de Paz y Mateos y en el teatro
Nacional, además de una gira por seis ciudades de Venezuela; todo eso como como
parte de la programación 2018 de la Compañía Nacional de Teatro,
institución productora que comanda Carlos Arroyo.
Las reacciones del público venezolano de este siglo XXI deben ser tomadas en cuenta
no solo por los artistas sino también por los analistas del teatro criollo, sin
dejar por fuera que este montaje de Baño de damas, el
tercero que se logra después de que también la presentara Gerardo Blanco en la
otrora sala ateneísta durante la temporada 2002, el vestuario y la
escenografía son creación de Hector Becerra y participa un sólido elenco de
profesionales integrado por Aura Rivas, Francis
Rueda, Jean Manuel Pérez, Citlaly Godoy, María Brito, Dora Farías, Livia
Méndez, Marcela Lunar, Marxlenin Cipriani, Kala Fuenmayor, Verónica Arellano, Randimar
Guevara y Gustavo Meléndez.
Para este montaje 2018 - ambientado en el supuesto foyer del baño de una
discoteca caraqueña- el director Grunn desechó el brutal
hiperrealismo propuesto por Santana, ya que no quería que se observaran las
pocetas ni los lavamanos de los baños tradicionales, y se entregó al estudio y
revisión, además de discretas podas, del texto original; porque quería trabajar
sobre las sagas íntimas de las mujeres venezolanas ahí representadas, con ese
“mundo maravilloso, complejo y tan actual”.
Cuando descubrió el verdadero conflicto de la que sería su versión,
ambientado en un local de la Caracas contemporánea, se dio cuenta de lo que
pedía Santana, hacia donde apuntaba sus baterías. Se trataba de “una obra coral, donde todas se unen para enfrentar su
gran conflicto: el machismo a la venezolana”. Y todo el elenco aceptó que se
trataba de hacer una comedia no solo para que el público la pasara bien, sino
que también reflexionara a partir de los 14 cuentos personales que ahí se iban
a plasmar.
De todo ese trabajo de mesa quedó una sinopsis relativamente simple: una
mujer (abuela “de pueblo”) cuida los
baños y tiene que atender a su nieta de 15, que lleva tres meses de embarazo , al
tiempo que espera por un informe médico sobre su esposo hospitalizado de
emergencia; y todo esto se desarrolla, a lo largo de 70 minutos de tiempo real,
donde doce mujeres y dos hombres desocupan sus cuerpos y sus almas de todos los
conflictos que les acosan: un marido celoso que golpea a su pareja, una
parejita de jovencitas consumidoras de drogas y además lesbianas-pero que no se
asumen sino que todo lo explican con su
feminismo- quienes son recriminadas por una alegre madre que quiere lo mejor
para su hija; una actriz de televisión que disfruta de su fama y de la solidez
de su cuerpo; un transexual que trabaja como mesonero en ese local y además
sueña someterse a una operación definitiva en Bogotá; un diputado de
la Asamblea Nacional que todo lo resuelve a puñetazos y amenaza a quienes se le
opongan con un pistolón, y una mujer que planifica abortar para evitarse
mayores problemas en su relación con la pareja que tiene. En fin, un mundo
femenino, a la venezolana, en su mayoría entregado a la diversión, pero sin
olvidarse que la vida continua después de ese noche de jolgorio.
En síntesis, Baño de damas no es una simple comedia
para reírse a costillas de los personajes ahí plasmados, pues ahí están los
ejemplos básicos de la violencia de género, las prácticas abortivas, los
embarazos no deseados ni planificados por no existir una cultura sexual
racional, además de otras “perlas”, como la homofobia y la transfobia. Una
temática global que hace décadas era un asunto cotidiano y que ahora en segunda
década del siglo XXI no ha sufrido mayores alteraciones, salvo que la
transexualidad ahora es más aceptada y cuenta con mayores y mejores técnicas
para la temible RQS, pero las discriminaciones están a flor de piel, a pesar
que la CRBV 1990 impera…pero no se aplica totalmente.
MONTAJE 2018
Santana llegó a la elaboración de este texto porque escuchó una
grabación de conversación de unas mujeres en una discoteca caraqueña y de
ahí salió un texto ampuloso, que inicialmente duraba dos horas en escena.
El montaje de Grunn es austero, nada de excesos, los personajes entran y
salen al foyer, van a los baños, y vuelven a la rumba, mientras que la
cuidadora del baño espera el desenlace fatal de su marido, con más de 30 años
de matrimonio, y recrimina la liberalidad sexual de su hija. Muestra una
cotidianidad casi kafkiana: unos trabajan y sufren mientras que otros se
divierten. La realidad siempre será superior a la ficción teatral, por
supuesto, otros dirían que vivimos el mito de Sísifo sin saberlo.
Para Grunn, Baño de damas no
es solo una obra de mujeres, definitivamente es una obra feminista, donde los
valores, debilidades, inseguridades, contradicciones y luchas están presentes
en el escenario. Cree que el universo profundo de ellas, las clases sociales,
sus miedos y sus aciertos están representadas en la obra y muchas de esas
situaciones no están resueltas. Ellas, las mujeres, y los transexuales y las
lesbianas viven y cuando entran al baño, se sienten seguras, unidas, acompañadas,
fuertes. El sector masculino está mal representado, es brutal y verosímil pero
Santana no tuvo tiempo de maquillarlo.
El público, que significa el éxito o
el fracaso del espectáculo mismo, disfruta de principio a fin y en la escena
final o el desenlace, cuando las mujeres y el transexual le caen a golpes al
diputado abusador, aplaude frenéticamente, cual si fuese otra representación de
la legendaria obra Fuenteovejuna (1619) de Lope de Vega,
cuando el populacho castiga al tirano y clama por la presencia del rey, siempre
de origen divino.
A buena hora se muestra esta
pieza por su carácter moralizador y porque da oportunidad al lucimiento de una
nueva generación actoral que se está formando, al lado de intérpretes
destacados como Aura, Francis y Livia, entre otros.
No podía cerrar esta crónica sin
dejar de comparar este Baño de dama con Oficina No.1,
la versión escénica que hizo Carlos Gimenez de la novela celebre de Miguel
Otero Silva, su último montaje, que estrenó en junio de 1992, en la sala Anna
Julia Rojas. Ese espectáculo, para el cual se utilizó la versión adelantada por
Larry Herrera, era una metáfora sobre el país venezolano, una moneda de
dos caras, la soledad de dos mujeres, Carmen Rosa y Greta Garbo, una
enamorada del hombre imposible y la otra una prostituta , una misma
identidad que es la soledad de un proyecto humano fracasado. Y lo
cito aquí porque Aníbal Grunn fue un alumno dilecto del ahora ausente y aquí no
solo lo alude sino que aplica su sensacional autoría escénica, que lo que hizo
grande.
Gracias, pues a Grunn y a la CNT un
clásico del teatro criollo volvió a escena y ahora en este 2019 también tiene
varias presentaciones ya organizadas.
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