Rubén Joya ganó el
Premio Nacional de Dramaturgia Apacuana 2018 y ahora, durante la temporada 2019
de la Compañía Nacional de Teatro, estará en la sala Alberto de Paz y Mateos,
desde el 4 de octubre, a las 4pm. Se trata de Fin de mundo, versionada y puesta en escena por Carlos Arroyo,
actual director de la institución adscrita al Ministerio del Poder Popular para
la Cultura.
Él, desde la capital aragüeña, Joya (Maracay,
25 de abril de 1970) respondió así:
¿Cómo fue infancia y primera juventud?
Como dijo el poeta Víctor Valera
Mora: “Nací de parto bravo…” y así fue que después de 15 horas salí a este
mundo en Maracay. Mi infancia fue entre una familia que
heredó una mezcla más allá de la orilla caribeña y entre amigos de varios
sitios por la mudanzas, nos establecimos en un hogar con ciertas comodidades de
rigor y a la moda de ese entonces. Me inscribieron en deportes, como el béisbol,
pero nunca tuve la inquietud de asegurarme nada ahí, así que la natación me
ofreció el gusto por el agua y competí durante ocho años, donde obtuve premios,
medallas y “records” reconocidos. Mis padres se fueron al extranjero a un viaje
de visita y cuando regresaron me trajeron lo que se llama un “View Master”, especie
de proyector con varios discos de ese entonces, para mí fue de una gran
emoción, así que invité a varios amigos a ver “películas” y luego hacíamos
dibujos de lo que veíamos. Hacía historias, que no eran relatos ni cuentos (lo
sé ahora) y las ilustraba. Más tarde, compraron una colección de cuentos, otros
temas y mi madre en algunos viajes nos leía a mi hermana y a mí, asunto que me
permitió después leer todos los libros llenos de fantasías, aventuras, seguir
dibujando y escribiendo sobre lo que imaginaba. Hacia también, pequeñas
escenografías, eso porque mi tía Teresa era maestra de preescolar y tenía una
colección de libros de esa naturaleza incluso cuentos que los abría y tenían en
su contenido formatos que se armaban al abrirlos. Mi tía, mujer rebelde,
conoció a personalidades como el Che Guevara por sus viajes, y estaba rodeada
siempre de artistas y música “extraña” de gente con palabras bonitas, es decir,
de poetas. Más crecido, fui con ella a varias partes y conocí movimientos de
“poetas malditos”, artistas plásticos, músicos, en fin, me fue absorbiendo un
mundo que no tenía en cuenta sino solo en mi imaginación.
¿Cómo llega al teatro?
Mi tía me llevo a ver una obra
infantil en Caracas, luego en el liceo nos reunimos varios a formar un grupo
entre bailes y representaciones sin ninguna orientación técnica, solo el
impulso de querer recrear, por ejemplo, a Pedro Navaja y mis amigos tocaban
algunos instrumentos. Me fui integrando a ese movimiento personal que nacía en
mí, y fui a dar a Coprocine, pero no pude inscribirme, desde temprana edad
empecé a trabajar, así que me compre una betamax, veía películas, copiaba
ciertos parlamentos, me los aprendía, baile “breakdance”, pintaba mis franelas,
hice un juego en cartulina con dados, escribía cosas existencialistas que no
iban a llegar a ser nada, así que mis padres veían un “desvío” de las reglas
naturales al darse cuenta de mi preferencia por el arte. La rebeldía se hizo y
los obstáculos fueron la prueba de crecimiento y decisión absoluta en lo que
quería. En la universidad privada, estudie Turismo y ahí estaba un grupo de
teatro y de inmediato me acerqué, estaban muchachos y jóvenes con cierta experiencia
teatral, y el grupo estaba entre los más destacados de Aragua; sin dudar fue mi
escuela, mi refugio y la grieta frente al muro. Pude, entonces compartir lo que
escribía, realizar talleres e iniciarme definitivamente en el arte dramático, y
en los audiovisuales dispuestos a colocar en la vida lo que no tenía nombre.
¿El mejor? Bueno si voy por ese camino es que soy un compendio de los mejores,
una síntesis de creación verosímil.
¿Esta obra que le premia la CNT qué es y qué persigue?
Pues me han dicho: sigue, no te
detengas porque llegar apenas es un suspiro. Creo que es un gran estímulo a la
creación, a visibilizar esfuerzos engavetados, y me inquieta mucho más saber
que tanto puedo ofrecer a quienes les interesa escribir o hacer teatro. El
premio, en fin, es reconocer y encontrarnos en la palabra frente al mundo
insensato y una asociación espacio- tiempo inolvidable. Además, tenemos el
derecho de continuar expresando y esta es una de las oportunidades para
ofrecerle a la vida algo más interesante; a veces, hay que inhabilitar lo
cotidiano, traicionar la lógica; el hecho real por sí me fastidia. Hay que
motivar a crear otros concursos con una línea de montaje, o lo que esté al
alcance para que a obra salga a la luz, como un parto bravío.
¿Puede resumir temática y argumentación de Fin de mundo?
El tema es la opresión frente a un
mundo que decide cambiar y vuelve a reincidir tanto en lo que aspira, como en
lo que intenta y va dejando a su interés. Presenta una estructura con cuatro
obras cortas, concatenadas que llamo cuadríptico, pues, su composición es importante
dentro de la relación temática. Es una
obra atemporal, con visos absurdos, con un ambiente de guerra, personajes
enigmáticos dentro de un lenguaje particular y realista. Es un ejercicio
poético de la desdicha y la esperanza que se desarrolla en un entramado de
teatro, música, danza, performance. Hay que vivir el teatro para entender
qué nos está pasando y que podemos reflexionar al menos en torno a eso.
¿Ha ganado otros premios?
Fíjate, en estos días reflexionaba cuantos premios
han ganado los artistas; eso que reciben aplausos y dejan una huella imborrable
en la memoria histórica del teatro, y nunca han recibido una premiación en
físico o en metálico; creo que son, somos ganadores, pero si voy al terreno concreto he recibido el premio
del Concurso Nacional de Dramaturgia “Gilberto Pinto” 2017 con la obra Viejo Año, un premio al mejor actor de
reparto en el Ecofilms 2018, donde compiten varios cortometrajes y ahora este
premio Apacuana, el cual recibo con emoción y sencillez.
¿Tiene más obras u otros proyectos para desarrollar?
He escrito varias obras, incluso
algunas han sido estrenadas como por ejemplo, Tacones seguros, Independencia
una historia de hoy, Una tarde gloriosa, Los nadie (homenaje a Eduardo Galeano), una breve
obra infantil El cochinito desobediente,
piezas cortas para espacios de calle y no convencionales, otras para Radio
Teatro, algunas por encargo como Poseidón en el cual fui su coautor y se presentó
en una gira por varios estados del país.
“Quiero escribir una pieza donde
refleje un contexto de niños, es decir, actores representando a niños de la
calle o sin refugio, además de toda esa imaginación lúdica, también llevo
adelantado un tema sobre el petróleo y sus vaivenes históricos, quiero
fortalecer mi ejercicio escritural en el guion para cortos y largometrajes, así
como este año ser parte dela Compañía Nacional de Teatro ¡Qué gran sorpresa! Y
quizás ser sorprendido de nuevo, quizás, como actor de Fin de Mundo, o sea, de mi propia obra”.
¿En un país donde el profesional del teatro no
sobrevive fácilmente, que hace usted para ayudarse?
La subjetividad siempre ayuda, es un
motor para seguir creando sin que las criaturas cotidianas te encadenen al
suelo. Pero hay que formalizar los sueños, tratar de que tengan un espacio
terrenal, y eso amerita colocarse paralelamente en otro oficio por ejemplo en
la docencia, como facilitador de procesos de aprendizaje, también como
productor o más bien, “entrompador” para lograr viabilizar políticas en
colectivo acordes con las acciones que pueden impulsar condiciones creativas
con más posibilidad productiva.
¿Qué perspectivas tiene o trabaja para realizar?
Concebir un teatro más integrado,
desde la escritura como en la puesta en escena; trabajar por un movimiento que
pueda generar acciones en torno al arte dramático, como festivales, muestras,
formación, como ya lo habíamos hecho en gran parte. El teatrista, siempre tiene
algo pendiente. Siempre tiene una desobediencia ante lo maltrecho, frente a la
opresión; El dramaturgo, frente a los desajustes, eso nos da un escenario para
repensarnos en todos los ámbitos tanto educativos, como socioculturales.
Debemos vernos en la realidad concreta, y convertir todo lo que acontece en un
riesgo mucho más creativo. Debemos vernos frente al espejo pero no para
contemplarnos, parafraseando a Octavio Paz, el espejo es el destino donde nos
realizamos.
¿Por qué la actividad cultural no llega en cantidad y con más frecuencia
hasta Caracas?
Yo creo que a Caracas le queda lejos
la provincia. Dentro de esa “provincia”
Maracay, por ejemplo, el talento es una potencia para el mundo, claro y en toda
Venezuela, pero la actividad caraqueña se regodea de luces y colores entre
amigos y amigas de la capital. No quiero ser arrogante, pero esta ciudad ha
hecho de la historia teatral un libro relevante para el país y Suramérica. Hace
unos años escribí un proyecto para que Aragua y Caracas se encontraran en un
circuito, mucho antes del circuito de Caracas, ahora estas fronteras necias y
mal entonadas, deben desaparecer; si bien es cierto que Caracas tienes espacios
o salas convencionales de diferentes formatos y características propicias y no,
tal vez no hemos visto o fortalecido las relaciones entre artistas que sufren,
padecen y sueñan, y por otro lado las relaciones interinstitucionales que pueden establecer vínculos con las
organizaciones o agrupaciones de los estados, así como canalizar su
centralismo, una lluvia de ideas que inunde la apatía gubernamental con
respecto a la cultura en ciertos lugares. Yo me pregunto ¿Qué se centraliza?
¿Qué se retiene? Porque las ideas van libres y propiciamos una soberanía hasta
intelectual. Si revisamos la historia reciente, Maracay es forjadora de ideas
rebeldes que forman parte de grandes debates nuestro americanos.
“Hay que dejarse de tanta pendejada,
porque aquí como allá laten corazones que guardan secretos, una especie de
calidoscopio de escenas, un drama detrás, un olvido, un adiós, una realidad
inhabitable y otra dispuesta a seguir creyendo junto al espectador. No
hagamos que el horizonte se obstine. El escenario, es nuestro; necesario es
vernos. Un aplauso para todos”.
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