Tres comediantes en compleja obra venezolana.
Llevamos muchos años sabiendo, de antemano,
como concluiremos la reseña o la crítica de un espectáculo, pero siempre tenemos
problemas en el cómo empezar y eso nos ha ocurrido ahora con Alta traición, memorable trabajo
artístico del autor Federico Pacanins y el director José Tomas Angola Heredia,
el cual hace una breve temporada, en el teatro Humboldt, en la calle Juan
Germán Roscio, en San Bernardino.
Hoy hemos optado exaltar, inicialmente, al
elenco conformado por el respetable Rolando Padilla, como el mefistofélico poeta
estadounidense Ezra Loomis Pound, a quien, luego de habérsele
condenado a muerte, se le conmutó la pena declarándosele loco, por lo que fue
encerrado en un siquiátrico de Nueva York y liberado 12 años después, para
emigrar a Italia y nunca volver a su patria. Asimismo participa el
conmovedor Gerardo Soto quien encarna al
germano Thomas Mann, Premio Nobel de Literatura en 1929; mientras
que Sandra Yajure se encuentra comoda
en el rol de la periodista, especie de alter ego del propio Pacanins o
quizás aquel necesario puente entre ambos personajes y el público, para quien
se hizo todo aquello a muy buena hora por la metáfora que mana de todo aquello,
a partir de una obvia reflexión sobre el fascismo europeo, el de Hitler y
Mussolini.
Hay que subrayar que la balsámica
música, el cuarto personaje del montaje, que se escucha y toca en vivo es de la
autoría del dramaturgo, con arreglos del maestro Albert Hernández, al tiempo que los fantásticos solos de violín
corresponden a Martín Figueroa.
La integración de un grupo de
bailarines (Ahina Figueroa,
Jorge Escobar y Juan Mora) quienes intepretan una danza
contemporánea, coreografiada por Carolina
Wolf, le brinda a esta exótica Alta traición una
fantástica y hasta cinematográfica visión sensorial y lúdica, enriquecida, a su
vez, con algunas técnicas de circo que le otorgan una poco frecuente poética
visual. La precisa escenografía es del maestro Freddy Belisario, además que el innovador diseño de mapping,
grabaciones de video y operación son de José Martínez; la adecuada iluminación
es de Manuel Troconis; el
audio es de Ángel Fernández;
la producción artística y el vestuario son de Edisson Spinetti; la producción es de Yessica Serrano; la dirección general y la puesta en escena, como
ya lo habíamos señalado antes, son de José Tomás Angola, quien lleva en 80 minutos un mensaje muy oportuno
para esos vientos que soplan en este planeta para amargarnos a la existencia a
todos.
En resumen, hemos optado por remarcar
primero a los artistas, porque ya hemos afirmado, en crónicas anteriores, que Federico Pacanins es generosa noticia para el teatro y las
artes venezolanas en general, especialmente por su obra escénica, pues, en los
últimos 25 años ha escrito y dirigidas variadas crónicas teatrales que
involucran sensatamente al género musical, el drama y la comedia. Como director teatral ha puesto en escena otras tantas obras,
propias y ajenas. También es productor de programas radiales, discos,
conciertos y ciclos de conferencias dedicados a la música y a la difusión
cultural venezolana. Tiene una labor respetabilísima como productor de documentales.
Ha alternado la escritura y la producción de eventos teatrales y conciertos,
con su labor de locutor y conductor de diversos programas de radiales. En
cuanto a su labor docente es profesor de las cátedras de Teatro y Venezuela y
su circunstancia, ambas en la Universidad Monte Ávila de Caracas. Actualmente
es presidente de la Asociación Cultural Humboldt y profesor en ESCÉNICA. Es, pues, un importantísimo trabajador cultural con
envidiable hoja de vida, orgullo para su familia y su patria, por supuesto. No
anda pavoneándose como muchos que no tienen con qué hacerlo.
MONTAJE
Dos intelectuales, de
ideologías enfrentadas, son los protagonistas de Alta traición, el
cual permite una reflexión urgente y oportuna al público venezolano. Pacanins encontró
extrañas coincidencias en esos iconos literarios de la cultura universal. Y
todavía más fascinante resultan esas coincidencias dando lugar a una trama con
personajes en tiempos de conflicto, que asumen activamente la propagada de
signo contrario: durante la Segunda Guerra Mundial.
Ezra Pound (1885-1972) toma
el micrófono radiofónico en Italia ofreciendo programas para advertir a sus
compatriotas de las bondades del fascismo y nazismo. Del otro lado, el alemán Thomas
Mann (1875-1955), Premio Nobel de Literatura, también ofrece programas radiofónicos
advirtiendo a sus compatriotas del error en que incurren al seguir el liderazgo
de Hitler. Dos valientes posturas que, en tiempos de guerra, suponen delitos de
alta traición hacia sus respectivas naciones. Al concluir la guerra, tanto
Pound como Mann deben asumir las consecuencias de sus respectivas posturas como
intelectuales en tiempos bélicos. Y las consecuencias, por cierto, son
aleccionadoras, por decir lo menos.
Esa deslumbrante
coincidencia, que Pacanins ha resaltado, permite desarrollar una trama
dramática que muestra a estos intelectuales
en tiempos de conflicto, y también a una periodista como vocera de un extraño "cuarto poder" que propone
la reseña y al veredicto social.
Pacanins aclaró que buscó
llevarle al público caraqueño una trama escénica con emociones y pensamientos
aleccionadores, producto de tiempos de conflictividad extrema. No lo dijo,
pero sí hemos detectado que la lectura del filósofo Platón y en especial de su
electrizante Fedón, sanamente le han
contaminado de la lógica incertidumbre sobre los tiempos venideros, no solo
para su obra artística sino también para su pais venezolano. ¿Y usted que opina estimado
lector, eventual espectador? ¿Vaya a verlo?
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