Carlos Canut fue uno de los mejores actores que ha pasado por el grupo Rajatabla. Entre 1975 y 1982 hizo los papeles más importantes y los más exigentes, siempre bajo la égida del “capo” Carlos Giménez. Y fue recompensado por varios premios de la crítica. Pero se hartó del trópico, y de otras cosillas más, y regresó a su “amada” Barcelona donde ha intensificado su carrera profesional y ahora hace parte del elenco estable de la compañía Teatro Romea. Vino a Caracas para participar en el XVI Festival Internacional de Teatro con el espectáculo Mestres Antic o Maestros antiguos, versión escénica que firma el director Xavier Alberti, la cual obtuvo buena receptividad del público que la presenció en el Celarg.
Carlos Canut, ahora con 62 años, anhela regresar a Caracas y vincularse de nuevo al Rajatabla que ha sobrevivido al fundador Carlos Giménez, pero en estos momentos se le hace difícil por razones familiares, pues ya es dos veces abuelo y tiene hijos jóvenes, y además tiene serios compromisos actorales con la agrupación Romea, pero en algún momento se le puede ocurrir algún proyecto artístico y está dispuesto a sacarlo adelante para ayudar así a Francisco Alfaro, el actual líder rajatablino, y además volver a ver a muchas personas que aquí conoció y que no lo olvidan nunca, asegura.Comentó Canut que el actual teatro catalán goza de buena salud y que las agrupaciones más antiguas, las que tienen más de 20 años en sus labores, están preparadas para sobrevivir a sus fundadores porque ellos mismos se han encargado de ello, porque han pensado o reconocido que pueden desaparecer o hacer mutis por el foro de la vida en cualquier madrugada, y no quieren que la historia viva de sus agrupaciones sea simple papel periódico. Ya tienen una generación de relevo en funciones y preparan otra que viene atrás, tanto en lo actoral, en la dirección artística y la indispensable dirección gerencial. “Ojalá que las agrupaciones latinoamericanas hicieran lo mismo, especialmente las venezolanas, donde muchos proyectos artísticos positivos dependen del débil hilo de la vida de sus creadores”, señala con obvia preocupación.
Actualmente, subrayó, que las agrupaciones teatrales catalanas son, en teoría, independientes, porque no hay tanto intervencionismo del Estado ni de los gobiernos de turno, como sí ocurre en otras regiones o países, “pero todos esos artistas sí tienen que rendir cuentas exhaustivas de todo lo que hacen o en lo que gastan los dineros públicos recibidos, o de las subvenciones que aceptan.Me imagino que debe haber alguna pequeña autocensura para evitar molestar no sólo al poder, sino también a la fuente de los ingresos, más que nada”.
Afirmó que sigue siendo un actor independiente, pero cuenta que hace seis años Focus, una hábil empresa productora de espectáculos y de infraestructuras, capaz de organizar la cabalgata de los reyes magos en Barcelona o la Exposición Universal en Salamanca, a cuyos jefes les gusta invertir en espectáculos de “buen teatro”, como Mestres antics, donde no ganan tanto dinero como en sus otras actividades, “terminó por asumir el control del Teatro Romea de Barcelona, uno de los más antiguos y de más prestigio.Decidieron contratar a Calixto Bieito como director artístico, porque además está considerado como uno de los más brillantes creadores en estos momentos en Europa, para que programe todas las temporadas de ese majestuoso espacio teatral. Él además optó por contratar a unos actores fijos para un elenco siempre disponible. Ahí estoy yo, junto a Mingo Rafols y Boris Ruiz, quienes somos los que hemos venido a Caracas para montar este espectáculo que está basado en la obra de Thomas Bernhard”.
Explica Canut que desde hace seis años tiene un buen sueldo fijo, actúe o no, trabaje o no trabaje, el cual no le impide hacer televisión, ni radio, ni cine, siempre que no afecte la actuación en algún espectáculo del Romea, cosa que no ocurre ni ocurrirá jamás. “Todo eso nos ha permitido hacer giras por Europa y es precisamente por eso que, como durante este año se cumple el centenario de la muerte del dramaturgo Henrik Ibsen, pues tenemos que ir al Teatro Nacional de Bergen, en Noruega, del cual ese fantástico autor fue durante muchos años su director. Los noruegos le encargaron a Bieto el montaje de Peer Gynt; él aceptó hacerlo con sus actores del Romea y en catalán. Eso lo estrenamos el 25 de mayo; serán cinco funciones y tendremos traducción simultánea para los noruegos. También vamos al Festival de Edimburgo, donde antes tuvimos un éxito bestial con la zarzuela La verbena de la paloma, donde yo hacía a ‘Don Hilarión’, pero ahora vamos con la teatralización de la novela francesa Plataforma, de Michel Houellebecq, para exhibirla en el próximo agosto.
Explica que en Rajatabla lo han invitado para nuevos espectáculos o para la reposición de éxitos anteriores, “pero no puedo, ni por el trabajo ni por la familia; me casé, tengo tres hijos más y estoy muy feliz, y tengo un nieto de 15 años y una nieta de seis años. No quiero dejar a mi familia por nada del mundo; aunque podría surgir alguna posibilidad. Puede ser que dentro de seis o siete años pueda hacerlo, si antes no abandono el foro de la vida, por supuesto. Pero ahora no puedo salir de Barcelona por más de tres meses. Me es imposible. Dentro de unos años más, mis hijos ya no me necesitan y mis nietos habrán crecido un poco más”.
Maestros antiguos
Vimos Maestros antiguos con pasión y curiosidad, además de que presenciamos la reaparición de Carlos Canut, “nuestro actor favorito”, como lo llamáramos en aquellos lejanos e inolvidables años 80, cuando nadie podía pensar que llegarían después dos décadas terribles para esta Tierra de Gracia. Sin lugar a dudas, se trata de una pieza hilvanada a partir de una especial selección de las obras del austríaco Thomas Bernhard. Es, pues, un teatro de texto, preñado de reflexiones filosóficas y de una crítica virulenta al viejo “establecimiento” europeo, ese que no se hundió ni con dos guerras mundiales ni con las hordas nazis ni con las huestes comunistas. Nosotros, que no conocíamos de la existencia de este autor, hemos quedado interesados en leer más cosas suyas, porque nos recuerda a los textos teatrales y a las reflexiones filosóficas de Samuel Beckett y Eugene Ionesco, y un tanto a los existencialistas sartreanos y camusistas. Todos ellos denunciaron el tedio de la civilización occidental, esa que ha llegado en gotas a los latinoamericanos, pero que tiene su mayor presencia, especialmente, en el cine y la novelística francesa. Se trata, pues, de un espectáculo sobre la decadencia de la sociedad europea, que no es lo mismo que la decadencia de la sociedad latinoamericana, donde todo está por empezar, donde no se ha definido todavía si se vive en libertad o bajo una tiranía. No es fácil este montaje, pues son casi 100 minutos de actuación pausada, lenta, llena de intervalos y de unos cuantos gestos grandilocuentes. Es un teatro muy calmado que se acerca a la barrera del aburrimiento, cosa que no se le pueda aceptar nunca al teatro, pero gracias a Carlos Canut se soporta hasta el final. ¡Gracias!
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