Pasada la “hemorragia” cultural que propició el XVI Fitc, donde hubo óptimos, aceptables y deplorables espectáculos, se reinicia la temporada teatral caraqueña con el estreno de la ópera prima del escritor Vicente Lira (Caracas, 8 de diciembre de 1959), Las tumbas son pa’ los muertos, en la Sala Horacio Peterson, a las 8:00 pm, bajo la dirección de Gerardo Blanco López.
Lira, licenciado en Letras de la Universidad Central de Venezuela (1996), explica que su pieza, transcurre en un apartamento del estado Vargas y muestra a cuatro personajes que han quedado atrapados bajo las torrenciales lluvias que azotaran el litoral venezolano en el deslave de 1999. “Ahí se juegan la vida cada uno a su manera. El pánico y la desesperanza del encierro convierte cada uno de sus intercambios verbales y físicos en una ruleta rusa. Es un asunto de sobrevivencia, pero más de sobrevivirse a sí mismos y a sus desmanes, a sus errores, a sus pasiones y a sus irresponsabilidades, que a las piedras pavorosas que caen del cerro y amenazan con hacer colapsar el edificio”.
-¿Por qué escribe teatro?
-Estaba escribiendo una novela histórica y jugaba en los textos con la narración, la descripción, y la poesía. En un momento quise enfrentar a mis personajes y sentí que me faltaba algo en ellos que los hiciera reales, entonces decidí suspender la novela para encontrar estos personajes y sus voces. Por suerte en esa búsqueda también encontré a Mónica Montañés, a Toti Volmer, A Gerardo Blanco y a Rodolfo Santana. Ellos han logrado que ahora me rodeen una cantidad de personajes que quieren hablar, y sus voces y las mías se unen en el teclado y se plasman en el guión teatral. Allí nos encontramos y mientras estén, tengo que dejarlos expresarse. Las tumbas son pa’ los muertos viene a ser mi primera obra, la cual escribí en el taller de dramaturgia de la Montañés. Después gané el Premio Chela Atencio por un jurado que incluyó a la facilitadora, al director de la obra, Gerardo Blanco López y Román Chalbaud. Breve historia de un comienzo.
-¿Cuál teatro lo hace pensar más?
-Me gusta el teatro que me haga pensar. Pero también el teatro que sea expresión y fuerza. Por ejemplo si nos refiriésemos al teatro venezolano, tendríamos como ejemplos a El último Minotauro de León Febres Cordero, Encuentro en el parque peligroso de Rodolfo Santana, Los náufragos de Gerardo Blanco López. Son piezas, donde el hombre, o la bestia, es y no es. Se muestra como persona y luego es deshecho por las situaciones, reales o imaginarias que se le presenten. Quizás por esta misma razón, y pensando en otro dramaturgo, me gusta Art de Yasmina Reza. Para mí, es importante que el personaje evolucione, que cambie.
-¿Qué obra teatral prepara ahora?
-Terminé una pieza acerca del cementerio General del Sur y un monólogo corto, sobre Fernando Pessoa. Actualmente escribo un texto que creo se llamará Anónimos Anónimos, acerca de la soledad en grupos, pero realmente sabré el nombre cuando lo termine.
-¿Qué espera del teatro?
-Cuando vi la lectura de mi ópera prima sentí que ellos eran tantas veces yo, como personajes había creado y aquí agradezco esta experiencia a Vicente Tepedino, José Luis Useche, Mabe Hernández y Carlos Alberto Sánchez. No tengo idea de cuántas veces podrá ser vista una obra mía, pero cada vez que un actor esté allí, y su voz sea mi voz, estaré satisfecho por lo logrado. Entonces quizás lo que más espero es compromiso por parte de todos, por los que escriben, por los que actúan, por los que dirigen, por lo que producen, a fin de que nuestras voces puedan ser oídas más allá de nuestros reducidos espacios teatrales.
-¿Por qué ese título tan raro para una obra teatral?
-Soy amante de la salsa y “Las tumbas son pa’ los muertos” es el título de una canción que interpreta Ismael Rivera. Se la escribió Boby Capó, cuando precisamente Rivera, hacia 1962, estaba preso en la cárcel de Kentucky, un presidio que además se conocía como “Las Tumbas”. Entonces la bauticé con ese título porque hay una relación directa con el apartamento donde todo ocurre y en donde los presos son todos los actores, y quizás en cierta forma, también el público.
Malandros irredentos
Vicente Lira explica que en su obra Las tumbas son pa’ los muertos, “Rigoberto” es el dueño del apartamento de playa clase media que le sirve de encierro a sus atracadores: “Jairo”, el propio choro de barrio, líder, ocurrente, violento, inescrupuloso; “Ninoska, la novia que todo choro quiere al lado, que en nombre del amor y la dependencia hace lo que sea por su hombre; y “Kenny”, el malandrito ingenuo, torpe y quemao, mandadero explotado de Jairo. Estos tres azotes de barrio aprovechan el mal tiempo para saquear todos los apartamentos deshabitados del edificio. El único propietario que queda es “Rigoberto”, quien por intentar sobrevivir al atraco se hace pasar por malandro también. Llueve mucho, la montaña se viene abajo, la crecida borra familias enteras del mapa, pero en este apartamento sobrevive la viveza criolla y el humor irrefrenable criollo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario