La cúpula dirigente de la Iglesia Católica Apostólica Romana tiene una larga “historia negra”, una saga de humanos excesos cometidos por sus pastores, obispos y Papas, pero también hay una nítida crónica sobre aquellos religiosos que han muerto en olor de santidad y quienes incluso hasta hacen milagros. Pero el dramaturgo Antonio Álamo tuvo la idea y la materializó de un Sumo Pontífice moderno y dispuesto a cambiar a la milenaria iglesia de Jesús de Nazaret, con lo cual desata una crisis de graves proporciones en el Vaticano, porque los otros jerarcas que acompañan al Obispo de Roma se oponen a esas novedades y creen que hay que frenarlo o darle un no definitivo, o incluso eliminarlo. Pero antes se buscan a un monje exorcista para que visite al Vicario de Cristo en la Tierra y lo convenza de que el Maligno o el Diablo lo puede tentar y hacerle cometer una serie de enormes faltas que podrían derrumbar a la Iglesia del apóstol Pedro.
Bajo esa idea nació la novela Nata soy (2001) y esta se transformó en obra de teatro hacia el año 2005, cuando la estrenaron en Madrid bajo el titulazo de Yo, Satán, especie de thriller teológico o comedia vaticana.Leímos, con especial interés la novela de 308 páginas en tamaño pocketbook, y quedamos fascinados por el especial manejo del idioma castellano por parte de Álamo, quién, antes de cumplir los 50 años, ya es un escritor reconocido y premiado, por su estilo y la facilidad de su pluma no exenta de originalidad.
Confesamos que nos gustó más la pieza teatral Yo, Satán, que ahora hace temporada en Caracas, gracias a la alianza entre el Teatro del Contrajuego y el Centro de Creación Artístico TET, bajo la dirección de Juan José Martín y con un elenco de lujo, encabezado por Omar Gonzalo. En menos de dos horas, gracias a los códigos de la comedia, se materializó y repotenció todo lo que le escribió Álamo, pero, además, el final es apocalíptico, por así decirlo, ya que el angelical fraile exorcista, Gaspar Olivares (felizmente encarnado por el joven intérprete Markel Méndez), asumido como monseñor en ruta hacia el cardenalato y convertido en el secretario privado del Papa, hace una labor definitiva: envenena al Pontífice progresistas y moderno, pero que ante los otros cardenales está posesionado por el propio Satanás. ¡Muerto el perro se acabó la rabia!
En síntesis: Álamo ha recogido todas las malas historias que pululan sobre el Vaticano y lo ha convertido en teatro delicioso, en una comedia que le advierte al espectador que los religiosos todos, con mínimos excepciones, son corruptibles y que algunos han convertido el ministerio sagrado en un en un pingüe negocio. ¡Excelente comedia y valiente actitud la de este intelectual hispano!
La dirección es solvente, con buen ritmo y una profesional plantilla de actores, donde Omar Gonzalo hace un pontífice demasiado humano, a quien no identificamos aquí, pero que los espectadores lo verán ahí: luchando para que la Iglesia no sucumba y esté hasta el final de los tiempos. ¡Bravo!
Bajo esa idea nació la novela Nata soy (2001) y esta se transformó en obra de teatro hacia el año 2005, cuando la estrenaron en Madrid bajo el titulazo de Yo, Satán, especie de thriller teológico o comedia vaticana.Leímos, con especial interés la novela de 308 páginas en tamaño pocketbook, y quedamos fascinados por el especial manejo del idioma castellano por parte de Álamo, quién, antes de cumplir los 50 años, ya es un escritor reconocido y premiado, por su estilo y la facilidad de su pluma no exenta de originalidad.
Confesamos que nos gustó más la pieza teatral Yo, Satán, que ahora hace temporada en Caracas, gracias a la alianza entre el Teatro del Contrajuego y el Centro de Creación Artístico TET, bajo la dirección de Juan José Martín y con un elenco de lujo, encabezado por Omar Gonzalo. En menos de dos horas, gracias a los códigos de la comedia, se materializó y repotenció todo lo que le escribió Álamo, pero, además, el final es apocalíptico, por así decirlo, ya que el angelical fraile exorcista, Gaspar Olivares (felizmente encarnado por el joven intérprete Markel Méndez), asumido como monseñor en ruta hacia el cardenalato y convertido en el secretario privado del Papa, hace una labor definitiva: envenena al Pontífice progresistas y moderno, pero que ante los otros cardenales está posesionado por el propio Satanás. ¡Muerto el perro se acabó la rabia!
En síntesis: Álamo ha recogido todas las malas historias que pululan sobre el Vaticano y lo ha convertido en teatro delicioso, en una comedia que le advierte al espectador que los religiosos todos, con mínimos excepciones, son corruptibles y que algunos han convertido el ministerio sagrado en un en un pingüe negocio. ¡Excelente comedia y valiente actitud la de este intelectual hispano!
La dirección es solvente, con buen ritmo y una profesional plantilla de actores, donde Omar Gonzalo hace un pontífice demasiado humano, a quien no identificamos aquí, pero que los espectadores lo verán ahí: luchando para que la Iglesia no sucumba y esté hasta el final de los tiempos. ¡Bravo!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario