viernes, noviembre 24, 2006

El teatro infantil es delicioso

No hay otro actor venezolano con ese nombre y tampoco es un seudónimo. Su progenitor, alemán, y su madre, venezolana, así lo decidieron. Nació en Caracas hacia 1965 y por eso se llama Karl Heinrich Hoffmann Malpica.
Este Karl Hoffmann y miles de profesionales de la actuación tienen un sueño en común: ser dueños de una sala de teatro, de una planta de televisión o de un estudio de cine. Y como eso no es tan fácil, pues luchan, de día y de noche, para materializar esos anhelos. Algunos lo consiguen, mientras otros soñaran hasta segundos antes del mutis final.
Este Hoffmann , alemán venezolanizado, tiene una carrera importante en la televisión y por eso le preguntamos:
-¿Y la televisión?
- Uno no se puede quedar esperando una llamada desde la planta televisora para encarnar tal o cual personaje, porque se pierde un tiempo precioso para la creación y para la vida misma. Y todo eso lo aprendí gracias a mi pasantía por el grupo Rajatabla, la cual va desde 1985 a 1989, además de una serie de trabajos actorales especiales para el “capo” Carlos Giménez.
Para Karl Hoffmann la televisión es maravillosa y hay que defenderla a capa y espada. Reitera que es además un mecanismo que tienen los actores para vivir decentemente con sus sueldos. Ha sufrido variantes y de repente la calidad de los libretos de los años 80 ya no se tienen para estos tiempos. Afirma que además el país ha sufrido cambios.Y como es obvio, la televisión está bajo todas esas influencias y ha terminado por proponer parámetros que la población observa y hasta repite. Cree que los libreto deberían tener otras intenciones y otros contenidos y dirigidos hacia una comunidad que lo necesita. Él ahora pregunta: ¿es Venezuela la que ha hecho cambiar a la televisión o es esta la que ha alterado a nuestro país?
-¿Giménez lo formó?
- No totalmente. Giménez y Rajatabla fueron mis grandes maestros, porque yo me inicié en la Escuela de Arte Escénico Juana Sujo, donde fui alumno de Gilberto Pinto, Orlando Betancourt y Orlando Rodríguez, entre otros. Además quise capacitarme y por eso leía e investigaba. También trabajé con Carmelo Castro, pero el haber conocido a Giménez me influenció notablemente y me marcó. Es por eso que yo no estoy esperando una llamada telefónica desde un canal de televisión, ya que artística y creativamente puedo ser un productor independiente. Y eso lo que he venido haciendo.
-¿Por qué teatro comercial?
- Hubiese querido hacer solamente piezas de arte, pero ni en lo social ni en lo económico tengo la plataforma servida. Tuve la suerte de vivir una época en que era factible hacer teatro de arte, como fueron los años de Giménez, pero ahora hay que hacer unos espectáculos que lleguen a los espectadores y podamos percibir una compensación económica y logremos así vivir de nuestro teatro. O sea que hacemos eso que llaman teatro comercial. Pero yo si puedo hacer un teatro que divierta al público y que le deje una enseñanza o un mensaje. Y si a eso lo llaman teatro comercial, pues lo haré.
Se graduó de bachiller en 1981 y en nueve meses ya era piloto comercial e intento estudiar ingeniería aeronáutica, pero se topó con Aníbal Grunn y lo abandonó todo por el teatro. No se arrepiente de ese cambio. Se quedó en tierra, aunque ya había volado 672 horas.
-¿Cómo llega al teatro comercial?
- Encontré en mi camino a Jorgita Rodríguez y así formamos una dupla de trabajo muy interesante, ya que a ella le faltaba lo que yo tengo, y ella tiene lo que me hacía falta. Hemos logrado una unión matrimonial artística perfecta. Y como consecuencia estamos ya organizando los proyectos para el año 2008. Eso me permitió producir, versionar, dirigir y actuar, acompañado de Carlos Montilla, a Entiéndeme tú a mi, del español Eloy Arenas. Se trata de una pieza maravillosa que lleva seis meses en cartelera, en el Teatro Trasnocho, y que ya contabilizamos los 12 mil espectadores que nos han visto, y ahí estaremos hasta el 10 de diciembre. Y también decidimos montar una pieza infantil, Una novia para el capitán, de Silvia Tommarello y María José Turner. Jorgita nunca había producido un espectáculo de ese genero, pero yo ya tenía 23 en mi haber.
-¿Por qué el teatro infantil?
-Porque es delicioso, porque nosotros los actores nos divertimos muchísimo y porque tuve el apoyo profesional y entusiasta de gente como Rolando Padilla, Mónica Pasqualotto, Violeta Alemán, César Bencid y el primer actor Franklin Virgüez. Nuestro espectáculo, el cual yo dirijo, no es sólo para los niños, sino que también busca entretener a sus acompañantes.
-¿Cómo distribuye su tiempo para ser padre, actuar, dirigir y otras actividades?
- Aprendí a trabajar con agenda y la cumplo a cabalidad. Si no estoy haciendo televisión la cumplo a cabalidad, tengo bastante tiempo para invertir en la agencia de publicidad que tengo con mi esposa, escribir, producir, dirigir, actuar y estudiar en el Instituto Universitario de Teatro, donde estoy haciendo la especialidad de gerencia y producción; además atiendo a mi madre de 86 años, la señora Malpica, quien está enferma. Atiendo a mis hijas, unas morochas de 20 meses, a mi hogar y me doy un tanto de tiempo para mí.
-¿Qué es lo que escribe?
-Tengo cuatro libros. Desde mis inicios trabajé con el profesor Orlando Rodríguez e hice dos investigaciones: el teatro de los años 50; y el teatro desde la Colonia hasta el siglo XX, y ahora estoy revisando, antes de que vaya a la imprenta, un texto sobre voz, dicción y actuación. Y estoy rematando una investigación sobre el teatro comercial en Venezuela. Son cuatro libros que aporto a las artes escénicas de mi país, para romper esa tradición de que los actores nunca escribimos. Además hago las versiones de las obras que llevo a la escena. Yo considero que los actores debemos ser artistas integrales y tratar de conocer todo lo relacionado con mi oficio. Cuando estaba en Radio Caracas Televisión pedí permiso para hacer cursos de iluminación, de dirección, de cámaras, todo para la televisión. Lo que me permite decir que lo sé todo en ese ámbito.
-¿ Después qué viene?
- La agenda del 2007 tiene al autor venezolano Gustavo Ott y su obra más internacional: Evangélicas, divorciadas y vegetarianas.

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