Hay espectáculos que, como el buen vino, se añejan, se hacen más convincentes y repotencian la transgresión o la denuncia de su anécdota, además de exhibir a sus actores más en la piel de sus personajes. Eso lo decimos por Franklin Virgüez, en ruta hacia los primeros diez años con su unipersonal Mister Juramento / Un homenaje a Julio Jaramillo, de Néstor Caballero. Este comediante y su ente escénico son otros, y de eso damos fe, desde que los mostró, con cierta timidez a mediados de la última década.
Lo afirmamos porque hemos vuelto a ponderar a ese Mister Juramento, descarado y descarnado lamento del travesti Susanita Pons empeñado en homenajear a su mentor, amigo y salvador: el ecuatoriano Julio Jaramillo (1935.1978), a quien sus fanáticos rebautizaron “Mister Juramento” por su interpretación de “Nuestro Juramento”, letra de Mario de Jesús , canción que dice cosas como estas: “Si tu mueres primero, yo te prometo, escribiré la historia de nuestro amor con toda el alma llena de sentimiento, la escribiré con tinta sangre del corazón”.
El personaje propuesto por Caballero y creado o agigantado por Virgüez es el travesti Susanita Pons, en perenne ruta hacia la transexualidad, cosa que nunca consigue por su pobreza, además de otras desgracias personales. Viene a ser uno de esos fantásticos seres de la larga e irredenta nocturnidad latinoamericana, de esos que consumieron sus vidas en bares, discotecas, burdeles o “estudios”, o en calles o avenidas de las urbes. Seres mitológicos que no fueron redimidos por ninguna sociedad y que nunca lo serán hasta que no los miren más como objetos de supuestas perversiones, sino que los acepten como seres humanos transgresores que exigen su derecho a vivir o malvivir como les plazca o deseen.
Son esos miles de “Susanita Pons” que pululan en las noches, unos seres rebosantes de teatralidad, porque a su vez se cargan con las modas y las costumbres de otros, como ellos, que viven en Europa y Estados Unidos, los espectaculares drag-queens. Jean Genet predijo que un día cualquiera, ellos, junto a prostitutas y obreros irredentos, serán la vanguardia de una gran revolución social.
El personaje creado por Virgüez oscila entre los grotesco, lo patético y lo cómico. Exige gran trabajo físico y logra asumir a un ser que con su travestismo está cuestionando al sistema cultural que no admite divergencias en conductas sexuales ni sociales, porque las castiga con el ostracismo o con la mofa permanente a quien se asume o se atreve.
A medida que Virgüez vaya envejeciendo, su personaje será más estremecedor, mientras que otros, como el, iniciarán su proceloso camino por las calles de unos países que no aceptan retos ni divergencias de ninguna índole. Correcta nos lució la puesta en escena adelantada ahora por Daniel Uribe.
Lo afirmamos porque hemos vuelto a ponderar a ese Mister Juramento, descarado y descarnado lamento del travesti Susanita Pons empeñado en homenajear a su mentor, amigo y salvador: el ecuatoriano Julio Jaramillo (1935.1978), a quien sus fanáticos rebautizaron “Mister Juramento” por su interpretación de “Nuestro Juramento”, letra de Mario de Jesús , canción que dice cosas como estas: “Si tu mueres primero, yo te prometo, escribiré la historia de nuestro amor con toda el alma llena de sentimiento, la escribiré con tinta sangre del corazón”.
El personaje propuesto por Caballero y creado o agigantado por Virgüez es el travesti Susanita Pons, en perenne ruta hacia la transexualidad, cosa que nunca consigue por su pobreza, además de otras desgracias personales. Viene a ser uno de esos fantásticos seres de la larga e irredenta nocturnidad latinoamericana, de esos que consumieron sus vidas en bares, discotecas, burdeles o “estudios”, o en calles o avenidas de las urbes. Seres mitológicos que no fueron redimidos por ninguna sociedad y que nunca lo serán hasta que no los miren más como objetos de supuestas perversiones, sino que los acepten como seres humanos transgresores que exigen su derecho a vivir o malvivir como les plazca o deseen.
Son esos miles de “Susanita Pons” que pululan en las noches, unos seres rebosantes de teatralidad, porque a su vez se cargan con las modas y las costumbres de otros, como ellos, que viven en Europa y Estados Unidos, los espectaculares drag-queens. Jean Genet predijo que un día cualquiera, ellos, junto a prostitutas y obreros irredentos, serán la vanguardia de una gran revolución social.
El personaje creado por Virgüez oscila entre los grotesco, lo patético y lo cómico. Exige gran trabajo físico y logra asumir a un ser que con su travestismo está cuestionando al sistema cultural que no admite divergencias en conductas sexuales ni sociales, porque las castiga con el ostracismo o con la mofa permanente a quien se asume o se atreve.
A medida que Virgüez vaya envejeciendo, su personaje será más estremecedor, mientras que otros, como el, iniciarán su proceloso camino por las calles de unos países que no aceptan retos ni divergencias de ninguna índole. Correcta nos lució la puesta en escena adelantada ahora por Daniel Uribe.
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