Entre sus proyectos para el 2008, después que retorne de sus vacaciones en España, está hacer cuatro montajes: Filomena Marturano de Eduardo de Filippo, El pez que fuma de Román Chalbaud, Hollywood style de Marcos Purroy y Eequs de Peter Shaffer. Además debe reponer tres espectáculos de la media docena que realizó durante “este asombroso año 2007”.
Esos son algunos “planes vitales” de un hijo de colombiano y llanera venezolana, de Daniel Uribe Osío (San Fernando de Apure, 1959), uno de los pocos directores que vive realmente de su trabajo, porque sus ingresos provienen de porcentajes de las taquillas de los montajes que realiza.
-¿Cómo son esos porcentajes?
-No debo revelarlos, pero sí me permiten vivir, siempre y cuando los espectáculos tengan éxito.
-¿Por qué monta tantas piezas?
-Creo que eso hay que preguntárselo a los empresarios. Los productores se fijan en mí capacidad de trabajo y en la calidad de lo que hago. Lo único cierto es que no le quito al pan de la boca a nadie. No soy el único director en Venezuela. Este mundo es una feroz competencia y yo, por ahora, me llevo una tajada. Durante este 2007, una de las mejores temporadas que he tenido, escenifiqué: Todo o nada de Marco Purroy, Se te nota de Carlos Arteaga, Gorditas de Gustavo Ott, El método Gronholm de Jordi Galcerán, Cita a ciegas de Mario Diament y La Coleccionista de Manuel Mendoza y Alejandro Aragón.
-¿Para el 2008 ya tiene planificados otros siete montajes?
-Sí, cuatro estrenos y las reposiciones de El método Gronholm, Todo o nada y Cita a ciegas, además de más proyectos de los que no puedo hablar todavía.
-¿Por qué trabaja tanto?
-Trabajo porque estoy en lucha contra el tiempo. Quiero vivir todos los segundos de una hora, todo el tiempo posible de una día, de una noche, de una semana Y para vivir tengo que trabajar. No puedo detenerme ahora, porque después no sé sí podré seguir con la misma intensidad y claridad de conceptos. Además disfruto de las pocas cosas que hay al alcance de mis ingresos. Este viaje a la Madre Patria es de descanso y de trabajo, porque quiero ver teatro y quizás hasta consiga textos para montarlos ante a mis compatriotas. Trabajo para demostrar que estoy vivo. ¿Me comprendes?
-¿Dónde comenzó el teatro para usted?
- Mi carrera profesional se inició en 1986. Mostré Comala, versión de la novela Pedro Páramo de Juan Rufo. Ahí estaban: Gonzalo Velutini, Aníbal Grunn, Helena Naranjo, Fanny Arjona, José Torres y Alfredo Sandoval.Y fue mi primer montaje con el Centro de Directores para el Nuevo Teatro.
-¿Por qué la dirección teatral?
-Comencé a trabajar como actor y para eso ingresé a la Escuela Superior de Arte Escénico Juana Sujo, en 1981. Después participé en uno de los talleres que hizo Rajatabla para un espectáculo infantil, La fiesta de los dragones, que dirigió Omargallo, donde hice un personaje, en 1982-1983. Al mismo tiempo estudiaba Comunicación Social en la Universidad Católica Andrés Bello, la cual abandoné para vincularme definitivamente al teatro, pero antes hice un taller con José Manuel Peláez para un montaje centrado en sendas piezas de Ionesco, Arrabal y Cabrujas. Y ahí me di cuenta que lo mío era la dirección. Me instalé en Rajatabla y comencé a trabajar con Carlos Giménez, quien sí me enseñó y estimulo definitivamente para hacerme director, porque en Venezuela esa especialidad no se estudia en las academias, sino que se hace con la práctica. La vida me llevó al teatro y ahí estoy desde entonces. En síntesis, mi gran escuela fue la pasantía que hice con Giménez, mi maestro. Y cuando él muere, en 1993, nos quedamos con el Centro de Directores para el Nuevo Teatro, institución que creó para la generación de relevo, pero antes, durante la temporada de 1992, monté El autobús, de José Gabriel Núñez, y eso me catapultó definitivamente
-¿Cuántos montajes en los 21 años de su carrera?
-Esa cuenta no la tengo porque soy un tanto desorganizado, pero si pudiesen hacerla los periodistas y los críticos si revisan sus crónicas en todo ese tiempo. Creo que ya tengo unos 40 montajes.
-¿Cuál es su método para hacer un espectáculo?
-El teatro, como evento escénico, es la suma de la dramaturgia, las actuaciones y el espectáculo como tal. Con esas tres cosas se hace una combinación y nace todo sobre el escenario. A mí no me gustan las lecturas dramatizadas porque les falta el espectáculo, esa magia que conmueve al público. En Rajatabla aprendí lo básico y poco a poco fui buscando mi propia estética, o sea buscando un tono intimista en mis puestas en escena, muy lejos de los montajes aparatosos ¿Qué cómo logré eso? Diría que por las necesidades de comunicación que uno tiene como creador, pero mi énfasis esta en el trabajo con los actores.
-¿Por qué se le identifica con el teatro comercial?
Esos son algunos “planes vitales” de un hijo de colombiano y llanera venezolana, de Daniel Uribe Osío (San Fernando de Apure, 1959), uno de los pocos directores que vive realmente de su trabajo, porque sus ingresos provienen de porcentajes de las taquillas de los montajes que realiza.
-¿Cómo son esos porcentajes?
-No debo revelarlos, pero sí me permiten vivir, siempre y cuando los espectáculos tengan éxito.
-¿Por qué monta tantas piezas?
-Creo que eso hay que preguntárselo a los empresarios. Los productores se fijan en mí capacidad de trabajo y en la calidad de lo que hago. Lo único cierto es que no le quito al pan de la boca a nadie. No soy el único director en Venezuela. Este mundo es una feroz competencia y yo, por ahora, me llevo una tajada. Durante este 2007, una de las mejores temporadas que he tenido, escenifiqué: Todo o nada de Marco Purroy, Se te nota de Carlos Arteaga, Gorditas de Gustavo Ott, El método Gronholm de Jordi Galcerán, Cita a ciegas de Mario Diament y La Coleccionista de Manuel Mendoza y Alejandro Aragón.
-¿Para el 2008 ya tiene planificados otros siete montajes?
-Sí, cuatro estrenos y las reposiciones de El método Gronholm, Todo o nada y Cita a ciegas, además de más proyectos de los que no puedo hablar todavía.
-¿Por qué trabaja tanto?
-Trabajo porque estoy en lucha contra el tiempo. Quiero vivir todos los segundos de una hora, todo el tiempo posible de una día, de una noche, de una semana Y para vivir tengo que trabajar. No puedo detenerme ahora, porque después no sé sí podré seguir con la misma intensidad y claridad de conceptos. Además disfruto de las pocas cosas que hay al alcance de mis ingresos. Este viaje a la Madre Patria es de descanso y de trabajo, porque quiero ver teatro y quizás hasta consiga textos para montarlos ante a mis compatriotas. Trabajo para demostrar que estoy vivo. ¿Me comprendes?
-¿Dónde comenzó el teatro para usted?
- Mi carrera profesional se inició en 1986. Mostré Comala, versión de la novela Pedro Páramo de Juan Rufo. Ahí estaban: Gonzalo Velutini, Aníbal Grunn, Helena Naranjo, Fanny Arjona, José Torres y Alfredo Sandoval.Y fue mi primer montaje con el Centro de Directores para el Nuevo Teatro.
-¿Por qué la dirección teatral?
-Comencé a trabajar como actor y para eso ingresé a la Escuela Superior de Arte Escénico Juana Sujo, en 1981. Después participé en uno de los talleres que hizo Rajatabla para un espectáculo infantil, La fiesta de los dragones, que dirigió Omargallo, donde hice un personaje, en 1982-1983. Al mismo tiempo estudiaba Comunicación Social en la Universidad Católica Andrés Bello, la cual abandoné para vincularme definitivamente al teatro, pero antes hice un taller con José Manuel Peláez para un montaje centrado en sendas piezas de Ionesco, Arrabal y Cabrujas. Y ahí me di cuenta que lo mío era la dirección. Me instalé en Rajatabla y comencé a trabajar con Carlos Giménez, quien sí me enseñó y estimulo definitivamente para hacerme director, porque en Venezuela esa especialidad no se estudia en las academias, sino que se hace con la práctica. La vida me llevó al teatro y ahí estoy desde entonces. En síntesis, mi gran escuela fue la pasantía que hice con Giménez, mi maestro. Y cuando él muere, en 1993, nos quedamos con el Centro de Directores para el Nuevo Teatro, institución que creó para la generación de relevo, pero antes, durante la temporada de 1992, monté El autobús, de José Gabriel Núñez, y eso me catapultó definitivamente
-¿Cuántos montajes en los 21 años de su carrera?
-Esa cuenta no la tengo porque soy un tanto desorganizado, pero si pudiesen hacerla los periodistas y los críticos si revisan sus crónicas en todo ese tiempo. Creo que ya tengo unos 40 montajes.
-¿Cuál es su método para hacer un espectáculo?
-El teatro, como evento escénico, es la suma de la dramaturgia, las actuaciones y el espectáculo como tal. Con esas tres cosas se hace una combinación y nace todo sobre el escenario. A mí no me gustan las lecturas dramatizadas porque les falta el espectáculo, esa magia que conmueve al público. En Rajatabla aprendí lo básico y poco a poco fui buscando mi propia estética, o sea buscando un tono intimista en mis puestas en escena, muy lejos de los montajes aparatosos ¿Qué cómo logré eso? Diría que por las necesidades de comunicación que uno tiene como creador, pero mi énfasis esta en el trabajo con los actores.
-¿Por qué se le identifica con el teatro comercial?
-No acepto que el adjetivo “comercial” sea tomado peyorativamente. Para mí, como lo he dicho antes, el mejor teatro es el teatro lleno, y reitero que todo montaje debe ser comercial, porque el público necesita comprar productos teatrales de alta calidad. Todo el teatro que aquí se hace es para el público y se le ofrece además una taquilla. En principio todo teatro es comercial, salvo el que se hace gratuitamente para el público, pero su producción la paga alguien, casi siempre el Estado o un ente particular. En cuanto a las temáticas yo he montado de todo, desde comedias hasta dramas. Creo que El Método Gronholm o Cita a ciegas no son piezas de evasión.
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