jueves, noviembre 29, 2007

La solución Bigotte amenaza al intelectual

Lo tenía todo para haber sido respetado en vida e incluso trascender más allá de su muerte. Pero no fue así. De su periplo como periodista, escritor, historiador, filósofo y hasta político no quedan sino unas cuantas reseñas en los periódicos y revistas de la época, e incluso gran parte de sus libros desaparecieron. A un siglo de su muerte en Caracas, a los 74 años, el lexicógrafo y académico Francisco Javier Pérez ha realizado una exquisita biografía escrituraria de Félix E. Bigotte, la cual con el titulo El sabio en ruinas y en 336 páginas ha sido publicada por la Colección Bigotteca de la Fundación Bigott.
Lo primero que hizo el biógrafo Pérez (Caracas, 1959) fue explicar que supo de la existencia de Félix Esteban Bigotte Garcia, nacido en 1833 y muerto en 1907,por sus estudios de historia de la lingüista. “Llegué a tener informes veraces sobre la vida y obra de este personaje y en especial la existencia de una Gramática latina comparada, en diez idiomas, que el hizo, de lo cual dejé una referencia en mi primer libro, Historia de la lingüística en Venezuela (1988). Y desde ese momento comencé a indagar sobre este personaje que parecía de mentira y cada cosa que encontraba me fascinaba más que la anterior y empecé a conocer de sus actividades como lingüista en dos etapas de su vida: durante su formación inicial y otra durante los últimos 30 años de su existencia, después de un escabroso divorcio, cuando él se dedicó a escribir su Gramática latina. Y para desgracia de Bigotte de ese libro no queda nada, no se editó, se perdieron sus originales y de ello él sólo publicó el artículo Sánscrito en la revista El cojo ilustrado, hacia 1896”.
De Bigotte, puntualiza, únicamente se conservan los volúmenes Colón y su descubrimiento, El libro de oro y La verdad revelada, además de las reseñas de otros textos y hasta algunos ejemplares de los periódicos que él editó. “Pero el grueso de su obra académica, intelectual y científica se perdió, no aparece nada, aunque algo se podría conseguir entre los archivos del abuelo de Caupolicán Ovalles, el legendario Victor Manuel Ovalles. Tengo la esperanza que en algún momento logremos un hallazgo”.
Explica que El libro de oro, editado en 1868, causó conmoción no sólo porque denunció los desatinos y la corrupción de Antonio Guzmán Blanco con el empréstito que otorgaron los ingleses, sino que además lo acusó, junto con Falcón, de estar involucrado en la conspiración que provocó la muerte de Ezequiel Zamora, en 1860,pero sin mayores pruebas.
En síntesis, en esta obra biográfica se adentra, de manera muy documentada, en los meandros de la vida de un intelectual del siglo XIX que se sentía llamado a contribuir con el crecimiento de la cultura nacional, teniendo encuenta que era honesto, con unas cuantas rarezas en sus vocaciones y hasta un poco desmesurado en sus empresas, como crear un periódico en diez idiomas, el cual fracasó.
-¿Pero qué fue lo que pasó con Bigotte?
-En una primera lectura de este libro se puede entender que yo lo que he buscado es solamente rescatar a una figura del siglo XIX o hacer una resurrección del intelectual como tal. Todo eso está ahí, pero lo que verdaderamente busco es que los lectores del siglo XXI se den cuenta como el trabajo del intelectual venezolano en el siglo XX y en lo que va de la actual centuria está en algún punto tocándose con Bigotte, como asomándose a un espejo
-¿Puede aclarar un poco lo que expresa?
-Tanto el intelectual como el científico tropiezan con las barreras o las alcabalas del Poder, chocan con el muro de las ideologías y eso se presenta o surge, lo que yo llamo, ‘la solución Bigotte’; la cual es que después de fustigar al Poder se da cuenta que debe devolver la película, desdecirse, tal como sucedió con Bigotte en el siglo XIX, para conseguir ‘la gloria’, o sea becas o premios o pensiones de jubilación. Eso ocurrió con Bigotte, quien tras de adversar a Guzmán Blanco pidió perdón, se comió públicamente unas paginas de El libro de oro y en recompensa hasta senador lo nombraron. Pero eso de nada le sirvió, porque vino una ‘conspiración del silencio’ y murió solo, pobre y en la miseria. A mí me resulta muy doloroso el caso de Bigotte y creo que hay que ver más allá más allá de la anécdota histórica del personaje.
-¿Qué propone usted?
-Yo creo que el error de Bigotte estuvo en desdecirse de lo escrito. Tenía que morir con sus ideas preliminares, sus planteamientos éticos. Cuando rectifica y hasta se come unas paginas de su libro, los detractores de Guzmán Blanco dijeron que el tirano le había comprado, que se había vendido, y creo que ese fue el error. Creo que uno debe morir por sus ideas, sean las que sean, y hasta el final. Bigotte volvió a repetirse en muchos intelectuales venezolanos de las épocas posteriores, personajes brillantes que entraron a la política y ésta se los devoró. De ellos no queda sino el proyecto de lo que eran.

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