sábado, marzo 24, 2012

El bar es un teatro


Es caraqueño y recién cumplió 32 años. Todavía no se ha comprado una poderosa camioneta blindada y por eso se desplaza muy cómodamente en una vistosa y moderna motocicleta amarilla. El dice no tener miedo, a pesar que su trabajo es casi siempre nocturno. Es Alberto Noguera, gerente artístico de El Teatro Bar, ubicado en una bifronte avenida de la urbanización Las Mercedes, el sitio más famoso de las rumbas caraqueñas, donde además hay una permanente actividad teatral a lo largo de todas las semanas.
Noguera, quien aun no ha presentado la tesis para graduarse como Licenciado en Teatro en la Universidad  Nacional Experimental de las Artes (Uneartes), cuenta que El Teatro Bar “arrancó a funcionar hacia el 20 de octubre de 2008; nació de una necesidad existencial que atormentaba a seis rockeros quienes se morían de las ganas por  tener en exclusividad un bar para hacer sus conciertos o presentaciones; ellos se asociaron con dos empresarios del ramo y comenzó a funcionar, pero su lanzamiento en grande, como sala para espectáculos teatrales, fue en septiembre de 2009, cuando Mimí Lazo Producciones presento su espectáculo A 2,50 la cubalibre, una pieza hiperrealista de Ibrahim Guerra que dirigió Luis Fernández. A ese montaje le fue muy bien de taquilla y se convirtió en todo un acontecimiento artístico y social; después se lo llevaron para otro bar en un mall de Las Mercedes y ahora están en un espacio bohemio de Altamira, porque, modestia aparte, ahora sí han aparecido muchos teatros bares o bares con espectáculos teatrales. No digo que nos copian, pero si nos imitan, nosotros abrimos un camino y así seguimos”.
-¿Tan fácil fue el comienzo de El Teatro Bar?
-No, no fue nada fácil, porque los rockeros se tuvieron que asociar con dos empresarios del ramo y aprender poco a poco las peculiaridades del negocio. Como  ninguno de ellos conocía o entendía el hecho teatral, me llamaron a mí. Se apareció Mimí Lazo y  ya sabemos todo lo que pasó después y el natural proceso de aprendizaje, tal como es la vida misma. Gracias al éxito de A 2,50 la cubalibre, optamos por combinarlo con rumbas, fiestas, conciertos y otros eventos teatrales. Comenzó así el verdadero teatro bar, cuyo gerente general es Emilio Álvarez. Y desde entonces mantenemos  una cartelera teatral permanente. Somos una especie de ateneo, en un sitio de encuentro para los artistas de todas las tendencias, hay músicos, hay productores, hay autores, hay actores y actrices, hay escritores y toda la fauna característica de las noches bohemias caraqueñas de este siglo XXI que avanza.
-¿Cuantos espectáculos hasta ahora?
-En este momento no te puedo dar una cifra exacta de todo lo que hemos mostrado aquí, pero formalmente, como sala teatral y por nuestros escenarios, porque tenemos dos espacios, han pasado o actuado destacadas figuras como Franklin Virgüez Norkis Batista, Emilio Lovera, Josué Gil y, por supuesto, Mimí Lazo, Luis Fernández y todas esas excelentes actrices que los acompañan. En un momento tuvimos 13 funciones semanales de teatro. Éramos el teatro con más espectáculos por encima del promedio de las otras salas teatrales.
-¿Comercialmente el teatro ha servido para los intereses del bar?
- Si, porque con los espectáculos nosotros abrimos la caja registradora en un lapso horario en que ningún otro bar esta facturando. Y para que se mueran de envidia, nuestros imitadores, el 70 por ciento de nuestros ingresos provienen de los espectáculos teatrales.
-¿El público paga por ver el espectáculo o por el consumo en el bar?
-Eso depende de la programación, porque hay espectáculos donde los asistentes al bar no pagan, pero eso depende de las negociaciones que hagamos con los productores de los montajes.
-¿Combinar teatro, sinónimo de cultura, con el expendio de bebidas alcohólicas no es como contradictorio o pecaminoso?
- Esa pregunta, qué seguramente la haría una monjita o gente sumamente religiosa, me produce risa. Ellos o ellas ignoran que el teatro siempre estuvo combinado con el licor y con actividades lúdicas para el espectador. Y basta un paseo por la historia del teatro o de las artes escénicas en general y ahí hay información suficiente. En la época de Shakespeare o en los corrales de comedia en España, el licor era para animar a los espectadores, después hubo épocas de prohibición y el teatro no tuvo más licor. Eso también ha pasado en Venezuela. Yo aprendí de Ibrahim Guerra como es   el teatro hiperrealista, que es lo que hacemos en El Teatro Bar, donde el público puede tener contacto con los artistas. Además en varias salas teatrales, como las del Trasnocho Cultural, los espectadores consumen licores abiertamente. De modo que nosotros en El Teatro Bar no estamos haciendo nada pecaminoso. Todo está en orden y dentro de las normas legales.
-¿Y cómo están con el control para impedir el tráfico de drogas que puede ser activado por algunos visitantes?
-Tenemos nuestro sistema de seguridad para impedir eso y cuando organizamos eventos con mucho público reforzamos nuestras alarmas, porque estamos en contra del descaro.
-¿Cómo son las relaciones con las otras salas teatrales de la Gran Caracas?
-Creo que bien, nosotros no le torpedeamos el trabajo a nadie, ni les quitamos artistas, todo lo contrario por aquí hay una permanente demanda de cupos para presentarse. No obstante, debo recordar que tuvimos “obstáculos” por parte de algunos gerentes de ciertas salas teatrales para poder avisar en una página de eventos teatrales que publica un periódico de circulación nacional. Al final, se dieron cuenta que nosotros somos de la misma familia y que todos trabajamos para una misma comunidad.
Susanita Pons
Franklin Virgüez volvió al mundo de los bares, la rocola y el despecho con Míster Juramento, unipersonal de Néstor Caballero, y dirigido por Daniel Uribe. Desde el 16 de marzo y hasta esta noche,  el travesti Susanita Pons se ha mostrado en El Teatro Bar tras seis años de ausencia. Con una puesta en escena renovada, y la producción de Marcos Purroy, el homenaje a Julio Jaramillo llega a Las Mercedes. Así, el  célebre travesti de Virgüez festeja 16 años del primer montaje. Susanita Pons vuelve en tiempos de
redes sociales, bachata y reggaetón, aunque no pierde la esencia que distingue a su generación.



 


 



 

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