Será
durante el próximo noviembre cuando en el Celarg se realice la segunda
temporada de El pelicano, creativo y
trasgresor montaje de José Jesús González con esa controversial pieza de August
Strindberg. Ahí participan exhibiendo mucho solvencia los
comediantes Marcos Alcalá, Rafael Nieves, Mariana Calderón y Lucila Davanzo; Franklin
Bonilla y Alfredo Campos son responsables del vestuario y la producción general está cubierta
por Carlos Torres, Emilia Rojas y Wulliams Castellano para la agrupación Teatro del
Encuentro y CT Producciones.
El director González (Coro, 1978), quien
realizó sus intensos procesos formativos
y su carrera profesional entre Trujillo, Maracay y Caracas, explica que Strindberg (Estocolmo, 22.01.1849 / 14.05.1912), es un dramaturgo al que estudió
y releyó en la Escuela de Artes de la UCV y la Escuela Juana Sujo, “de
eso hace ya más de 15 años”. Es un escritor apasionante porque “es el padre del
teatro psicológico, del drama moderno y del expresionismo abstracto. Me
interesaba hablar sobre el poder, las mentiras, la injusticia y la corrupción,
y en este texto él los agrupa perfectamente dentro de una institución tan
importante como es la familia, sumado al hecho que durante este 2012 se
conmemoran los 100 años de su muerte”.
Subraya
que quiso hacerle un homenaje decodificando,
los símbolos, los textos y subtextos de El
pelicano, uno de los más representativo de su dramaturgia. “Reuní a los
actores, quienes poco a poco fueron llegando como espectros, como duendes. Lucila , Mariana, Rafael y Marco así como el
gran apoyo del equipo de producción y los vestuaristas y el productor general Carlos Torres, quien debutó
como productor cuando dirigí en el 2010 el
espectáculo Bodas de sangre con Flor
Núñez. Este equipo ha sido un pilar
fundamental porque cree en mí. Para que un espectáculo funcione hay que
trabajar con personas que crean en tus ideas, en tu trabajo, en tu estética”.
-¿Esta pieza es extrañamente misógina?
-Indudablemente que es una pieza que
tiene mucho de misoginia u odio exacerbado hacia la mujer. Su autor es
catalogado como misógino, esquizofrénico y paranoide; eso lo reafirmo como director, pues en la puesta en escena, entremezclando
códigos en el personaje de Axel que lo interpreta Marco Alcalá, un militar que,
así como el personaje de Frederick, tiene mucho de Strindberg. En su época,
Strindberg fue perseguido por los movimientos feministas, estuvo casado tres
veces con muy malas experiencias en la convivencia, tal vez reflejo de la
historia de su propia familia; de
padre comerciante, autoritario y cerrado, y madre extremadamente religiosa que
trabajó como criada. De allí la importancia de todo el trabajo dramatúrgico del
autor.
-¿Introduce una nevera roja (la puerta, solamente) en el espectáculo,
teniendo en cuenta su anacronismo, pues la pieza está ambientada entre finales
del siglo XIX y principios del XX? ¿No teme que tal detalle “ensucie” el
trabajo global del espectáculo?
-La nevera como elemento
escenográfico fue deliberadamente pensada, es un símbolo, un elemento
integrador. Me gusta trabajar con el minimalismo en la escena, con la escena
pulcra; aquí la nevera se transforma es escaparate, es puerta, es
chimenea, es ventana, es purgatorio para quemar los pecados y pasiones de estos
personajes tan complejos; la nevera encarna la conservación, la diversidad y el
hecho de que este elemento escenográfico esté vacío por
dentro, representa la carencia de los alimentos en ese hogar. No es un montaje
ajustado a la época, es atemporal; se percibe en el espacio vacío, blanco y frio como la parte interna de esa
nevera y en la fusión del vestuario (que entremezcla lo clásico con lo
contemporáneo). Lo apasionante que tiene el teatro es que se reinventa, que
tiene códigos que el público poco a poco en el espectáculo tiene que descubrir;
la puesta está enmarcada en un simbolismo con toques expresionistas. No soy muy
amante de puestas en escena realistas ni naturalistas; no me interesa el
realismo en escena, para mi el teatro es reinventar el texto, poetizarlo. En
este sentido no es un elemento anacrónico, pues la nevera es un elemento
cercano a las personas, que diariamente utilizamos, y el cual ya es parte de la
cotidianidad. Es tanto así que el público de la esquina de Cipreses, donde iniciamos
la temporada 2012, lo deduce perfectamente reaccionando de una forma
sorprendente, atentos, a la expectativa, llenando la platea y con muchísimos aplausos
de pie. Estoy agradecido de esa audiencia maravillosa, lo me hizo recordar lo
que me decía mi maestro Isaac Chocrón: “el público del Teatro Nacional es un
gran termómetro para el futuro de un espectáculo”.
-¿Cómo trabajó los actores y qué
pasará con el montaje?
-Fue un trabajo arduo de casi tres meses, investigando al autor, entremezclando
la biografía del autor del Hijo de la
sirvienta, su gran novela, con los personajes de El pelicano. Fue tarea enriquecedora, basada en fortalecer el trabajo actoral, con la fuerza
de los textos y subtextos sujetos al polimorfismo propio de cada uno de sus
personajes. Así ahondamos en las míseras bajezas de las que el ser
humano es capaz como: el erotismo, la misoginia, la corrupción, el poder. El
equipo del Festival Nacional de Teatro de Caracas vio el espectáculo y nos
invito a participar en dicho festival; estamos en espera de otra sala para una
nueva temporada y ya hemos introducido peticiones para eventos internacionales
en Ecuador, Argentina y Colombia y estamos esperando las respuestas.
Controversial obra
Para el director González, El pelicano es la
saga de una madre consagrada a
sus hijos. El titulo es un sarcasmo, porque se dice que esa ave alimenta
a sus crías con la comida almacenada en su estómago, les
proporciona de alimento la sangre de su pecho
y se sacrifica por ellos. Reitera que nosotros los seres humanos somos frágiles, de allí la
importancia de la figura materna ya que sin ella tenemos una muerte segura. Pero si esta
figura existe y nos alimenta indebidamente, toma nuestra sangre, nuestros
sueños, nuestros derechos, nuestros deseos, nuestra confianza, nuestra
historia y además abusa de un poder que
como hijos nos pertenece, el deterioro es irreparable. El montaje es
intimista, basado en el trabajo actoral, en la fuerza de los textos y
subtextos sujetos al polimorfismo propio de cada uno de sus personajes, que
ahondan en las míseras bajezas del ser humano, pues así somos: ni buenos ni
malos; las situaciones definen lo que seremos, utilizando la escena con toques
expresionistas y atemporal, como son las grandes pasiones.
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