Renán, Vidal, Castillo y Cabrera en la reposicion de "Los navegaos" |
A escasos ocho años de haberse
estrenado, regresó el montaje Los navegaos, basado en el texto homónimo
de Isaac Chocrón Serfati (1930-2011), al teatro
Trasnocho, con los actores Javier
Vidal, Armando Cabrera, Eben Renán (o José Manuel Suárez) y Samantha Castillo, todos dentro del dispositivo escenográfico hiperrealista
y con olor a cebolla y condimentos culinarios, creado por Edwin Erminy,
con la cuidadosa producción de Yair Rosemberg.
El teatro para el maracayero Chocrón Serfati comenzó cuando Romeo Costea (Rumania, 1922), durante la temporada
caraqueña del 1959, le montó Mónica y el
florentino.
Antes, en el 1956, publicó Pasajes, su
primera novela. Nunca se detuvo en su carrera de escritor de éxitos teatrales y
novelísticos.Y ahora, a escasos tres
años de su mutis, se hace la primera reposición de Los navegaos, dirigida con mucho respeto y aplomo por Michel
Hausmann (32 años), quien lo estrenó durante el 2006
Para comprender o digerir bien este montaje de Los navegaos, el cual ahora plena la sala del Teatro
Trasnocho, hay que recordar, como escribe el poeta Leonardo Padrón, que Chocrón Serfati es uno de los pocos venezolanos que pudo elegir lo que iba a hacer con su vida.
Eligió el teatro, quizás, porque, como dijo Oscar Wilde, "es inmensamente
más real que la vida". Eligió su propia manera de ejercer el amor. Eligió
renunciar a una carrera académica para casarse con su propia imaginación.
Eligió la escritura como oxígeno de sus pulmones, pero sobre todo eligió no
traicionarse jamás. "Desde entonces, desde ese siempre, no dejó de
provocarnos con sus más de 20 obras de teatro, sus siete novelas y sus libros
de ensayos". Pero, además enseñó, que siempre tenemos dos familias: con la
cual se nace, la sanguínea, y con la que elegimos, a partir de la amistad y de
los afectos.
Los navegaos no es más que la saga de dos hombres mayores, Juan
(Vidal) y Brauni (Cabrera), quienes llevan varias décadas juntos porque son amantes, y con edades por encima de los 60 años, o sea ya en el proceloso
camino de "los envejecientes", cuya paz del retiro en su casa de la
isla Margarita es alterada por la repentina visita de un familiar -Parol (Renán),
mudo, pero no sordo, además- y por la materialización del fantasma de la
muerte, la cual esperaban para más adelante, pero llegó y sin anunciarse.
Hay además en el espectáculo un símbolo que advierte sobre el final de sus vidas, como es el corte de unas trinitarias que amenazan derrumbar los muros de ese refugio de la pareja de amantes, quienes eso fueron durante algo así como 40 años, ahora convertidos en amigos hasta el final, y está además la básica presencia de una cachifa o mujer de servicio, Luz (Castillo).
Hay además en el espectáculo un símbolo que advierte sobre el final de sus vidas, como es el corte de unas trinitarias que amenazan derrumbar los muros de ese refugio de la pareja de amantes, quienes eso fueron durante algo así como 40 años, ahora convertidos en amigos hasta el final, y está además la básica presencia de una cachifa o mujer de servicio, Luz (Castillo).
Esos cuatro personajes crean
situaciones cómicas por lo que hacen, más no por lo que dicen, y le dan un
ritmo entretenido al espectáculo, especialmente por los intentos del mudo de
hacerse comprender por los otros y por los espectadores, como es lógico. No es
frecuente en el teatro encontrarse con un personaje con esas limitaciones como las del mudo Parole. Romeo Costea, por cierto, subraya que el rumano Eugene Ionesco con Las sillas y
el francés Anatole France en La esposa muda utilizaron
entes teatrales con esa falencia.
El público, para el cual
siempre se trabaja, ríe a mandíbula batiente de las tragedias de la pareja de gays
"envejecientes" y el drama del mudo. ¿Por qué? ¿Será que piensa que
eso nos le pasará o es que nunca vieron a un sordomudo con su peculiar ballet
de manos y sonidos guturales haciéndose comprender de sus iguales y captando
además las miradas de los curiosos?
Con
respecto a Los navegaos hay
que advertir que Chocrón Serfati en esta obra de
nuevo recurre a todas sus tradiciones estilísticas teatrales, desarrolladas a
lo largo de su veintena de piezas, en cuanto a la temática, los conflictos, la
pureza del lenguaje y, fundamentalmente, el mensaje que quiere hacerle llegar
al público por intermedio de interrogantes que el mismo debe responderse.
¿Es
frívola esta obra de Chocrón Serfati? No, su teatro está envenenado, tiene
contenidos duros o pesados para que el público los descubra, los saboree y
termine aceptándola. Ya lo hizo con Okey, La
revolución, Mesopotamia, Escrito y sellado
y Solimán, el magnífico, entre otras piezas. La vida dura con la familia
sanguínea, la pasión y el amor con la familia elegida, la resistencia para
seguir viviendo y la muerte como conclusión de todo lo hecho y de lo no
realizado también, fueron siempre sus fantasmas. Y él los llevo, sin miedo alguno,
a la escena. Por ese terminó siendo el
patriarca del teatro venezolano.
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