Un cuarteto que dará mucho que hablar en los tiempos por venir |
Entre Edipo y
David, o entre Sófocles y Fernando
Azpúrua hay una distancia de más de
cuatro mil años, pero tanto los entes
teatrales y sus creadores están unidos por las más antiguas pautas moralistas
de la cultura occidental, especialmente esas que advierten como se
pagará, incluso con la vida, todo aquello
que atente contra la inocencia de la niñez y quienes profanen o irrespeten los
sagrados fueros de la hospitalidad, amistad y
pureza.
Fernando Azpúrua (Caracas,1990) no roba escena a Sófocles.
No, es que su tragedia Niños Lindos,
la cual hace temporada en la Caja de Fósforos
con los actores José Manuel Suárez, Héctor Zerpa y Teo Gutiérrez, además del
cantante Víctor Valdez, dirigidos por Rossana Hernández, es también un espectáculo
moralista que incluso culmina derramando la sangre no del victimario sino no de
la víctima: un hombre enamorado de su violador, quien lo cambió por otros. Es
una saga de homosexualismo en un núcleo familiar, donde el primo mayor seduce al
menor, se hace público el abuso y viene la huida, pero más temprano que tarde estallan
los reclamos amorosos y se desencadena la tragedia que culmina con el suicido del
violentado y a su vez frustrado enamorado.
¿Y qué tiene que ver Edipo
con Niños lindos? Ambas son
tragedias que nacen del abuso y la inmoralidad
de personajes con conductas homosexuales. Sin que Sófocles y Fernando pretendan
hacer discursos moralistas y antihomofóbicos, sino todo lo contrario: reclaman
respeto y pulcritud en las relaciones
básicas de la sociedad, pero no rompen lanzas por el amor. Layo seduce a
Crisipo y violenta además la lealtad y la hospitalidad del rey Pélope, y los dioses
lo condenan a morir en manos de Edipo, el
hijo desconocido. David persuade a su primo Julio, estalla el escándalo y se refugia en Caracas, pero el fantasma de tal
relación prohibida y además nunca
asumida acaba con su aparente estabilidad -tiene pareja y comparten
apartamento- y lo confronta con el suicidio de su enamorado, cual personaje del
romanticismo literario.
Niños lindos es, pues, la audaz y moralista visión de un venezolano
que pide respeto hacia la inocencia y exige actitudes racionales en las
diversas conductas sexuales para no dañar a los demás. Muestra en su discurso
escénico el desenfadado comportamiento gay para resolver sus pulsiones eróticas y
advierte además como la Internet es la gran Celestina de este siglo, aunque es también
las más grande biblioteca que la humanidad nunca jamás soñó. No da pautas ni
propone cartillas, solo que hay cuidarse del amor, pero nunca olvidarse de tal pulsión,
para no complicarse la existencia, aunque la pasión romántica es incontrolable
y avasalladora.
El apasionado y comprometido terceto actoral hace de Niños Lindos un espectáculo grato, muy
humano por la ingenuidad de las relaciones amorosas nacidas espontáneamente y
no por intereses crematísticos, aunque deja ese amargo sabor de sangre en la boca,
porque Julio (excelente composición logra Suárez) se mata por el canalla de
David (fuerte carácter de Gutiérrez), mientras que Zerpa consigue al erótico gay
prototipo.
La dirección de Rossana es maternalmente cuidadosa de sus
actores, aunque encuentro problemas con la planta de movimientos en un espacio no
convencional, el cual merece una revisión. ¡Éxitos y que vivan Sófocles y Fernando!
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