La tragedia gay "Niños lindos" lo lanzó a la fama:Fernando Azpúrua |
No ha cumplido 24
años y ya se perfila como un dramaturgo original y comprometido con lo que
piensa y siente. Es Fernando Azpúrua, de quien actualmente se exhibe la
tragedia gay Niños lindos.
Escribe para regalar
¿Había escrito otras obras antes?
-Desde el colegio
ando escribiendo obras para mis compañeros. Me parece el regalo más preciado.
Escribirle a alguien para regalarle en palabras una parte de ti. La princesa Peleona fue un proyecto que
escribí para niños y que montaron por cuatro temporadas, se la dediqué a mi
profesora de teatro del colegio Francia, Karen Ruiz. Y espero seguir regalando
y dedicando obras mientras intento construir mi carrera. Porque deseo siempre
conseguirme en otro y que otro se consiga en mi, a través del teatro.
-¿Cómo nace Niños lindos?
-De una idea que me
rondaba en la cabeza y de unos amigos a quienes les quería escribir para poder
hacer algo juntos. Un día hablé con el actor Newman Vera para un proyecto donde
pudieramos actuar tres personas, y se me ocurrió esta historia. Me pareció
factible que dos primos se enamoraran, y aún más nostálgico y bonito, que uno
de ellos fuera a buscar al otro en su nueva vida citadina. Traté de no
detenerme y desahogar muchos sentimientos por varias noches en el puff de mi
cuarto, frente a mi laptop. Simplemente sucedió, y estoy seguro que salió con
secretos que aún yo no he descubierto que han salido. Sin embargo, sé muy bien
que cuando me dé cuenta, ya será demasiado tarde.
-¿Aborda sin miedo la temática gay en un pais donde la
homofobia no es solo epidérmica?
-Sí, porque estoy
harto.Y cuando uno está harto, uno habla, responde, lucha y se equivoca o
logra. Yo necesito hablar de eso desde un plano personal, pero también
defendiendo a los que no conozco pero sé que son como yo. Esos que deben amar
en silencio, o simplemente tienen que ser quienes son, con niveles de volumen.
“Delante de él, no seas así, busca bajarle dos…” he escuchado por ahí... Y no
hay nada que me parezca más atroz que pedirle a alguien que no sea como es.
Esta sociedad ya es muy complicada como para que se tenga que modificar quienes
somos por lo que piensen los demás. Si a alguien le molesta ver a dos hombres o
dos mujeres besandose en la calle, pues mejor que se vaya acostumbrando. Que en
el cine, en el teatro y (Dios mediante) en la television, comiencen a verlo,
puesto que mi generación y las que vienen, cada vez estamos exigiendo con más
fuerza que se respeten nuestros derechos. Falta poco para el cambio y de eso no
me cabe ninguna duda.
-¿Cómo fue el montaje?
-Rossana Hernández
es muy inteligente y a quien además tuve
el gusto de conocer gracias a la obra, Piso 9 , en la cual participamos juntos
varios años atrás. A ella y a Orlando les entregué mi texto con los ojos
vendados y hoy veo en escena un resultado que me trae mucha felicidad. Confío
en ella como confío en mis hermanas. La admiro en todo lo que hace y es modelo
tanto profesional como de vida para mi. Ella me invitó a ver varios ensayos, y
yo siempré quedé fascinado, como un niñito viendo la misma película mil veces,
pero sorprendiendome con cada instante, como si nunca la hubiese visto. Además
soy fanatico del trabajo de José Manuel, de Teo, de Hector y de Victor, así
como también del de Slavco que hacía el personaje de David para el proceso del
Piquete. Cada lunes, me entran ganas inmensas de saltarme el martes, miércoles
y el jueves para volver a función y aplaudirlos por lo que hacen.
-¿Sófocles y usted abordan temáticas moralistas, él con
Edipo y usted en Niños lindos?
-A veces,
escribiendo, me pregunto si no estoy siendo excesivamente moralista. Y entonces
me doy cuenta que en ese espacio no puedo negar quien soy. Estudio en una
Universidad del Opus Dei en la que, a pesar de todo, he sido muy feliz.
Entendiendo lo que tengo que entender sobre la educación que me dan, tomando lo
que quiero y renunciando a lo que no. Además pudiendo escapar cada cierto
tiempo a los derroches de los artistas de bellas artes, a las lecturas, a los
teatreros, a los espacios de intercambio escénico. Si en mi obra se siente que
soy moralista, entonces es porque algo muy profundo debe haber sembrado la
Universidad, mi familia y mis amigos en mi, que así lo intente, no creo que
pueda omitir de mi trabajo. Con respecto a Sófocles y su Edipo, a los grandes
siempre hay que volver a leerlos, por lo tanto tengo mucha tarea que hacer.
Alumno agradecido
-Fueron varias
personas los que me ayudaron a entender el viaje del héroe en una obra de
teatro. A los 15 años decidí inscribirme, gracias a mi madre y al anuncio de
una revista, en el Gimnasio de Actores, de Matilda Corral. Ahí pasé cinco años
estudiando los dilemas de Tom de El zoológico
de cristal, o de Enrique V , entre mucho otros que se
trabajaban constantemente en ese espacio. Luego conocí a Orlando Arocha,
Ricardo Nortier, Diana Volpe y César
Sierra, quienes me recibieron con los brazos abiertos en las asistencias de
dirección durante varios de sus montajes, desde dónde pude observar más de
cerca el proceso de estudio de un actor a la hora de tomar entre sus manos un
texto. Por último, Karin Valecillos tuvo la generosidad de leer Niños lindos
y darme el apoyo que necesitaba para
revisarla y compartirla con mis tutores teatrales, así como también Elio
Palencia, mi maestro durante el proceso de escritura de una telenovela para
jóvenes, solicitada por la Villa del Cine.
Oriento mi pasión por la escuela stanivlaskiana, que ha sido, desde el
principio, la que mis profesores más queridos han desarrollado en sus salones
de clase.
Dramaturgo hambreado
-Acabo de terminar la
obra La sin nombre II porque la uno es
Niños
lindos. Este texto surgió de unas conversaciones que tuve junto a unas
amigas muy cercanas mientras participabamos en el montaje del musical Pippin
, Shakti Maal Martinez y Patricia Ramirez. Ahí plasmo el encuentro entre Lucía
y Sandra, (la hermana de un hombre encarcelado y la victima que lo hizo
encarcelar). Todo sucede en el salon de una universidad católica. Cualquier
parecido con la realidad, esta vez sí es pura coincidencia. También estoy
trabajando en el texto de otro proyecto para actores jovenes, que se llamará Yo
nunca, con el cual pretendo meterme más en el tema de las drogas, pero ese
aún es un camino que con las palabras debo recorrer.
-¿Cómo es la cotidianidad del
dramaturgo?
-Me da
hambre muy seguido porque soy muy ansioso, y muchas veces no termino lo que
comienzo. De resto, igual que todos los demás… Luchando por escuchar, porque me
acostumbré a hablar demasiado.
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