Nació en Argentina y murió como el venezolano No-6.287.454 |
Este oficio de hacer necrologías o efemérides no es
nado grato. No tememos a la muerte, pero no nos gusta recordar así los amigos que
se fueron de gira, porque los evocamos cotidianamente ya que son nuestro inolvidable
bagaje existencial. Y cuando lo hacemos, como ahora, juramos no repetirlo jamás.
Y en eso estamos con ese director y productor de teatro venezolano. Nació
en Rosario, Argentina, el 13 de abril de 1946, y
murió en Caracas, a consecuencia del SIDA, el 27 demarzo de 1993.
Es posible que la mala memoria, otra verdadera
epidemia nacional, no lo identifique ahora por su nombre de batalla, Carlos
Giménez, pero algunos sí recordaran que
fue él, junto a María Teresa Castillo, quien puso en marcha -precisamente
durante el negro septiembre de 1973 - esa empresa fantástica de promoción cultural
como fue el Festival Internacional de Teatro de Caracas (FITC), el cual, un
tanto maltrecho, ha sobrevivido gracias a los ovarios de Carmen Ramia, quien lo
ha llevado hasta la edición XVII, el año pasado.
Giménez también fundó al grupo Rajatabla, el Taller Nacional de Teatro, el Centro de
Directores para el Nuevo Teatro y el Teatro
Nacional Juvenil de Venezuela. Instituciones
vanguardistas y originales, fábricas de controversiales contenidos estéticos,
de las cuales solo sobreviven, maltrechamente, dos.
Tiene en su haber más de 60 montajes en este
país y en el extranjero. Desarrolló una de las actividades más sobresalientes
del teatro latinoamericano. Entre sus trabajos de mayor proyección
internacional están: Señor Presidente (versión de la novela homónima de
Miguel Ángel Asturias), Bolívar y La muerte de García Lorca de José Antonio Rial y El
coronel no tiene quien le escriba, adaptación de la noveleta de
Gabriel García Márquez, que le supervisó a Aníbal Grunn y Daniel López. Montó
obras de Shakespeare, Calderón de la Barca, Lope de Vega, Valle-Inclán, García
Lorca, Beckett, Durrenmatt, Brecht, Tolstoi, Chejov, entre otras.
Nosotros lo conocimos cuando él era un enamorado feliz,
un indocumentado ciudadano argentino y además un desconocido artista, en la
redacción del diario La verdad, a mediados
de 1970 y nos correspondió reseñar toda su carrera profesional en esta Tierra
de Gracia, a la cual escogió para trabajar hasta su deceso. Sobre ese periplo
hicimos el libro Carlos Giménez/ Tiempo y Espacio (1993), al cual reeditamos, le hicimos
algunos agregados y lo retitulamos Carlos Giménez/Antes y Después (2003).
A 21 años de su mutis, reproducimos
fragmentos de una serie de entrevistas compiladas en mis publicaciones, las
cuales consideramos de gran actualidad
por la vigencia e importancia de las mismas.
-¿Qué atenta contra el teatro
criollo?
-Atenta la falta de creatividad y la
ausencia de rigor profesional. Creo que hay teatro comercial y teatro de arte.
Se diferencian en que el primero es fundamentalmente un medio de vida y el otro
es un modo de vida; uno tiene como objetivo el éxito económico, el otro busca
el triunfo artístico. Ambos los une el deseo común de atraer a mayor cantidad
posible de público. El comercial se sostiene por una minoría de la clase media
que no es superior a las 50 mil personas…Es un teatro de consumo con el objeto
de hacer pasar el rato, como dice García Lorca: para hacer esa cosa horrible
que es matar el tiempo. El comercial es fuente de trabajo, pero es
necesario contribuir a su desarrollo cualitativo, mejorando su calidad
artística y temática. El público del comercial solo parece estar interesado en
los aspectos anecdóticos y superficiales de la realidad que lo rodea. Lo
importante entonces, es que sobre la base de estos elementos se
intente elevar la calidad profesional del espectáculo comercial. Ojalá que
tengan éxito y llenen sus salas, porque los espectadores son los más afectados
cuando van a un montaje y ven poco público, ya que ellos necesitan de la masa
para perder la identidad y gozar.
-¿Le interesa el éxito comercial?
-Me interesa que mis espectáculos
sean vistos siempre por mayor cantidad de público, pero pienso que no hay que
hacer un teatro para el público, hay que formar un público para el teatro. El
teatro es una reserva moral, por eso tiene que cumplir una misión.
-¿Qué criticaría a los críticos?
-La crítica es la cátedra en donde
debe discutirse el camino del teatro en su más alto nivel. Es la crónica que
hará la historia de nuestro trabajo, por eso exijo rigor. Ellos determinan el
nivel para la discusión y el estudio. En Venezuela hemos llegado a una
situación delicada: la crítica no está definida como un cuerpo social que integra
un movimiento creador.
-¿De la crisis del teatro que puede
decirnos?
-Se habla de crisis en el teatro,
pero el teatro ha sido siempre una crisis permanente, es una expresión
verdaderamente creativa que no está sujeta a ninguna ley, es imprevisible. En Venezuela
hay crisis de creatividad…hay un marcado descenso cualitativo, como una especie
de modorra. Hay como una falta de audacia en los planteamientos teatrales.
-¿Qué saldrá de los festivales
internacionales para el teatro venezolano?
-Una revolución química entre los
creadores y el público. No habrá frutos inmediatos, pero, como decía García
Lorca, el teatro es un barómetro. Yo creo que hace falta una violencia
creadora. El teatro no debe ser pensado en función comercial porque es lo
deficitario.
-¿Qué será del teatro venezolano sin
Carlos Giménez?
-En ningún movimiento cultural nadie
es imprescindible. Seguiría trabajando, tal vez en algunos aspectos un pelo más
aburrido. Siempre en un polo cultural hay espacio para la polémica, la
discusión. Pienso que nosotros conformamos un polo polémico por la permanente
capacidad, un poco beligerante, que tenemos de promover eventos.
-¿Qué relación tiene para usted el
teatro y el subdesarrollo?
-Federico García Lorca decía que le
teatro es el barómetro que marca la grandeza o el descenso de un país. Todas
las manifestaciones culturales son la expresión de esas contradicciones, la
lucha entre una situación económica y social y políticas subdesarrolladas y una
evolución creadora que a veces logra salirse de los parámetros del
subdesarrollo, pero que finalmente está encerrada en el mismo. En última
instancia, nosotros somos parte del subdesarrollo.
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