Aleccionador montaje para festejar los 43 años de Rajatabla |
Aquel domingo 28 de febrero, después de las 8PM, subió al
escenario del Ateneo de Caracas (en la quinta Ramia, ya derribada por la piqueta del progreso) una anónima agrupación con
su espectáculo Tu país está feliz, creado
por el director argentino-venezolano Carlos Giménez (1946/1993) a partir del
poemario de Antonio Miranda y la música de Xulio Formoso. Se creyó que tal brioso
show, con desnudos masculinos y femeninos, sería otra locura de una juventud
envenenada por el revolucionario mayo francés de 1969 y expectante ante el pacto
político “puntofijista”.
Pero
no fue así. Aquel grupo se convirtió en combativa y trabajadora fundación
cultural que dividió la historia de la escena en “un antes y un después de
Rajatabla”, por todos los 120 espectáculos mostrados y eventos organizados, además de la vigorización que
dio al movimiento escénico nacional.
Ahora
Rajatabla –huérfana de sus fundadores Carlos Giménez y Francisco Alfaro, entre
otros-celebra su 43 aniversario con la temporada de Madame de Sade y prepara el nuevo montaje de El coronel no tiene quien le escriba, de
Gabriel García Márquez, con el cual inauguran el Festival de Teatro de Caracas,
organizado por Fundarte, desde el próximo
11 de abril, en el caraqueño teatro Simón Bolívar.
Este Madame
de Sade, versión escénica de Vladimir Vera sobre el texto de Yukio Mishima
(Tokio, 1925-1970), hace temporada en su sede -entre las edificaciones de
Unearte y el Teatro Teresa Carreño- con las valiosas actrices Francis Rueda,
Fedora Freites, Eliana Terán, Adriana Bustamante, Tatiana Mabo y Graziella
Mazzone; la musicalización y la iluminación son de Eduardo Bolívar y David
Blanco, mientras la producción va de la mano de William
López, presidente de la institución.
Para
Mishima, su Madame de Sade son las
pulsiones de seis mujeres asechando a Donatien Alphonse
Francois de Sade, el Marqués de Sade (París, 1740/ Charenton, 1814), justo en medio de la Revolución Francesa, cuando el
pueblo hambreado vocifera contra la monarquía; pero no moraliza
y busca enseñar que el sexo y la comida son los caballos
desenfrenados del insaciable género humano, al tiempo que la racionalidad y las
bajas pasiones, lo espiritual y lo material, la moral y el pecado son como
complementos de la incomprensible conducta social. La patina erótica del montaje
es un divertimento más, es una densa salsa
para digerir todo aquello que estremece al más duro espectador. Por algo el
legendario noble francés con todas sus prácticas investigaciones sobre el sexo
y la vida misma apuntala el desarrollo de la psicología y la psiquiatría
en los siglos XIX y XX.
El
montaje anacrónico tiene una estética industrial, como admite Vera, quien juega
con códigos visuales y espacios sonoros contemporáneos y una iluminación viva y directa. Imposible dormirse
ante la danza erótica de tres semidesnudas artistas y el incesante parloteo de
seis mujeres arruinadas por las habilidades eróticas de un caballero francés
que se escapó de la guillotina, perseguido además por una suegra que lo amaba.
Y a quien él rechazó.
¡Muy
vigentes Sade y Mishima!
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